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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
21 de diciembre de 2009

La identidad nacional no existe

Hace ya algún tiempo que en Francia se ha abierto un debate interesante sobre cuál es realmente su identidad nacional, sus signos característicos, aquellos que supuestamente han de ser preservados frente a las culturas emergentes que provienen de otros países de idiosincrasia muy diferente. Este debate no podía venir de otra parte. Francia es uno de los estados con más mitología patriótica del mundo, elaborada sobre todo a partir de la Revolución Francesa de 1792. Pero ¿De verdad tiene sentido o al menos sirve de algo este intento de preservación? En mi opinión los estados lo hacen sus ciudadanos, aquellos que viven día a día y trabajan en un país, independientemente de su origen e ideas. De nada sirve conservar una tradición, una imagen, unos símbolos huecos, vacíos si sólo unos pocos se identifican con ellos. Y tampoco sirve de nada la imposición de una idea predeterminada y unos valores predeterminados. Los únicos valores que realmente han de ser preservados son los universales recogidos en la carta de los Derechos Humanos de la ONU.

En España el tema es mucho más peliagudo y delicado. Somos un estado con múltiples peculiaridades, sentimientos nacionales y simbología y tradiciones diferentes. ¿Qué representa a la España de hoy día? ¿Qué imagen o símbolo nos define? ¿Qué es español y qué no? Y lo que es más importante: ¿Quién lo decide? Desde luego son preguntas que para mí no tienen respuesta, no podría dar una. Se habla de los clásicos símbolos: la bandera (por cierto, cada vez más grandes en nuestras plazas), el himno, el escudo, la fiesta nacional, la gastronomía… Pero lo cierto es que tanto la bandera como el himno o el escudo son símbolos artificiales que han mutado con el tiempo y lo seguirán haciendo en el futuro. Y la fiesta nacional, entendida en sus dos sentidos, como día conmemorativo y como el ejercicio de la tauromaquia (sobre todo éste último) se va diluyendo lenta pero inexorablemente. El declive es evidente.

No nos engañemos, la globalización cultural es ya un hecho. Cualquier país del primer mundo está viviendo una revolución en sus costumbres debido a las influencias del exterior, de culturas a veces muy diferentes con las que hemos de convivir. Siempre he pensado que con las décadas, todas esas culturas que ahora nos parecen ajenas se irán incorporando a la nuestra y a la de otros países de nuestro entorno. Será entonces cuando ese concepto de identidad nacional nos parecerá algo de otro siglo (que al fin y al cabo es lo que es).



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