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La bitácora personal de Ricardo Martín
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26 de septiembre de 2016

Luxemburgo en Cromavista

La ciudad de Luxemburgo, capital del Gran Ducado de Luxemburgo –el país con el mayor PIB per cápita del mundo junto con Catar y Liechtenstein y un paraíso fiscal–, es para muchos una gran desconocida. Tal vez por eso decidimos acercarnos hasta allí desde Bruselas. El viaje, de algo más de doscientos kilómetros, se hace perfectamente en el día. Una excursión relámpago en la que pudimos ver lo más destacado de la capital luxemburguesa. Lo primero que sorprende es que la orografía condiciona el trazado urbano de forma radical. El río Alzette que pasa por el centro de la ciudad, la divide el dos, formando una amplia garganta de unos 70 metros de profundidad y unos 200 o 300 en su parte más ancha. Abajo, casas típicas y no muy altas y alguna iglesia. Es el barrio del Grund. Para salvar el desnivel y unir las dos partes de la ciudad alta, existen varios puentes y viaductos entre árboles.

Este conjunto produce un peculiar y muy fotogénico skyline, especialmente si paseamos por Le Chemin de la Corniche, una calle con varios miradores y que pasa por encima de las casamatas del Bock. Estas construcciones militares aprovecharon los barrancos para construir una serie de galerías subterráneas con salidas hacia el valle. En esas salidas se colocaban cañones que servían para defender la ciudad. Se construyeron hacia 1640 por los españoles durante los tiempos coloniales, aunque fueron ampliadas en siglos sucesivos, vista su efectividad defensiva. En las laberínticas galerías –sólo recorrimos unas pocas– excavadas en la piedra (sedimentaria, no muy dura) desarrollaban sus vidas no sólo los soldados, sino familias enteras que se refugiaban aquí. La última vez fue durante la segunda guerra mundial. Una ciudad subterránea donde había de todo.

De vuelta del valle y de las casamatas, del Bock y del Grund, encontramos una ciudad cuidada, con calles peatonales, edificios en su mayoría de los siglos XIX y XX salvo excepciones, y todos ellos extraordinariamente limpios, y los más antiguos excesivamente restaurados para nuestro gusto. Nada arquitectónicamente reseñable más allá del exotismo propio de un pequeño país. Pero el conjunto sin duda merece la pena la visita. Y si no podéis ir, al menos tenéis estas fotos que he colgado en mi web Cromavista. Las dos galerías que pueden consultarse son las siguientes:



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