‘Lilja 4-Ever’
No todas las semanas, ni todos los meses se ven películas como ‘Lilja 4-Ever’ (2002). Brutal, poética, desgarrada, desesperanzadora… Es imposible que deje indiferente a nadie. Para mí ha supuesto el descubrimiento del realizador independiente sueco Lukas Moodysson, una de las grandes promesas (ya una realidad) del cine nórdico y al que no voy a dejar de seguir de ahora en adelante.
A Moodysson no le tiembla el pulso al tratar temas escabrosos que reflejan la hipocresía del mundo occidental frente a la pobreza y la desesperación del resto. Su gran acierto es que lo hace desde un punto de vista nada vulgar ni excesivamente tremendista. Y tratando temas como la prostitución de menores, la inmigración ilegal, la pobreza o el desarraigo familiar hubiera sido fácil caer en ello. ‘Lilja 4-Ever’ no ofrece concesiones pero tampoco se recrea (salvo quizás unos primeros minutos algo flojos) en el drama.
Lilja (magníficamente interpretada por Oksana Akinshina) es una joven que vive en un ruinoso barrio del extrarradio de una gran ciudad rusa. Su madre decide marcharse a Estados Unidos a buscar una vida mejor. Pero en sus planes no está Lilja, a quien deja al cuidado de su tiránica y cruel tía. Ante la falta de dinero, decide vender su cuerpo hasta que conoce a Andrei, un joven que le promete una vida mejor en Suecia. A Lilja siempre la acompañará Volodja, un chico del barrio años menor que ella, pero con una vida similar. Se convertirá en la práctica en la voz de su conciencia.
Moodysson establece interesantes paralelismos, tomando a Lilja como una heroína moderna, casi como una mártir cristiana de hoy día. No en vano se hacen continuas alusiones religiosas (las alas de ángel o el icono al que ella siempre reza). Este aspecto trascendente choca frontalmente con la degradación moral (y por supuesto económica) de la Rusia post-soviética de Putin, encarnada por ejemplo en la vecina anciana, en la tía de Lilja, en Andrei o en su propia madre.
Quiero hacer mención también del aspecto musical. Para bien y para mal. La apertura de la película con el tema ‘Mein Herz Brennt’ de Rammstein es algo previsible y a mi no me termina de encajar. Sin embargo la mezcla que se produce a lo largo del metraje entre hits eurodisco, Tatu y la sinfonía ‘Al Santo Sepolcro’ de Antonio Vivaldi me parecen muy acertadas y remarcan el espíritu de la historia.
En definitiva, ‘Lilja 4-Ever’ pertenence a esa «raza» de films nada amables sobre la otra cara de la Europa rica de la que también forma parte, por ejemplo, ‘Rosetta’ y que consiguen remover algo por dentro. Sin duda ocupará un lugar privilegiado dentro de mi estante (virtual) de películas interesantes.