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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
16 de agosto de 2008

‘A las Cinco de la Tarde’

El cine afgano (o sobre temática afgana) no es precisamente de los más conocidos ni de los más prolíficos de Asia, pero poco a poco y gracias sobre todo a la financiación extranjera, está comenzando a dar títulos notables. Hace unos años nos sorprendió ‘Osama’ (2003), una producción afgano-japonesa-irlandesa dirigida por Siddiq Barmak. El segundo título del país centroasiático (aunque técnicamente la película es mayoritariamente iraní y está rodada en farsi) que veo es ‘A las Cinco de la Tarde’ (2003). Quizás lo que más sorprenda es la juventud de su directora, Samira Majmalbaf, que con tan sólo 24 años ha conseguido hacerse un hueco en el difícil mundo del cine, mucho más en los países islámicos.

Majmalbaf, que ha vivido en Kabul, conoce bien las atrocidades que durante años han sufrido las mujeres bajo el yugo de los talibán. Y así lo refleja en ‘A las Cinco de la Tarde’, su penúltima película. Se cuenta la historia de Nogreh, una joven que sueña con cambiar el futuro de su país después del final de una etapa oscura. A pesar de sus sueños, mantendrá los pies en la tierra a sabiendas de que su intención de convertirse algún día en presidenta de Afganistán es eso, sólo un sueño. Viajará junto con su padre y su hermana viuda por un Kabul en ruinas, buscando algo para comer.

Majmalbaf pinta en su película un fresco repleto de contrastes. Por un lado los más tradicionalistas que añoran a los talibán, y por otro los que buscan el cambio para convertirse en un país moderno. Dos caras que, sin bien sólo quedan reflejadas tangencialmente, en realidad está implícito en muchas de las escenas del film. El otro leitmotiv es el de la hipocresía internacional, tratada con cierta ironía en una de las secuencias clave de la película, cuando Nogreh conversa en un torpe inglés con un soldado francés de la ISAF sobre política.

‘A las Cinco de la Tarde’ puede resultar algo árida para las miradas poco entrenadas y recuerda algo a las producciones de Jafar Panahi o de Abbas Kiarostami. Por eso lo mejor es olvidarnos de los prejuicios y dejarnos llevar por la historia. Al final merece la pena.



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