Los jóvenes se movilizan
Francia, con sus virtudes y sus muchos defectos también, es uno de los países con más conciencia social de Europa. La tradición proviene, quizás, de la Revolución Francesa. Los franceses no se arrugaron tampoco durante la ocupación alemana en la segunda guerra mundial. En 1968 los jóvenes montaron su propia revolución, en un principio contra el caduco sistema universitario, pero pronto se convirtió en una reivindicación de una nueva manera de ver el mundo, un tanto utópica, pero que sembró la semilla de las nuevas tendencias sociales que aún estamos desarrollando. Hace tan sólo unos meses contaba por aquí la revuelta de los barrios periféricos de París y de otras ciudades francesas. Inmigrantes de segunda y tercera generación, excluidos… Todos ellos jóvenes en paro con difícil entrada en el mercado laboral.
El gobierno francés amenazó con destruir el último reducto anti-liberalismo con su «ley del primer empleo», un contrato de trabajo para jóvenes con despido gratuito. Un contrato que aumenta la incertidumbre, la precariedad e impide la formación laboral de nuevos empleados. En una Europa que progresivamente liberaliza y privatiza todos sus activos públicos, Francia era la excepción. La abrumadora (y envidiable) capacidad de movilización de los jóvenes, con el apoyo de los partidos de izquierda y de los sindicatos, han puesto contra las cuerdas al gobierno Villepin. Los jóvenes quizás han ganado esta batalla, pero desgraciadamente, el mercado y el liberalismo acabará tarde o temprano imponiéndose.