Un espectáculo llamado Eurovisión
En los momentos en los que estoy escribiendo este artículo se están celebrando las semi-finales de la edición 2006 del Festival de la Canción de Eurovisión, que este año tiene lugar en Atenas. Treinta y siete son los países que participan este año. Mi intención inicial era hacer una especie de ‘quiniela’ con mis canciones favoritas, pero no tengo mucho tiempo para escucharlas todas y seleccionarlas, así que para hacerlo mal, prefiero no hacerlo. De las semi-finales saldrán los países que disputarán el sábado la gran final.
Como siempre, o mejor dicho, como los últimos quince años, Eurovisión es el escaparate de lo kisch y lo estravagante. Esto se está comenzando a notar en el tono de los participantes. Cada vez más países utilizan el humor o la puesta en escena como forma de llamar la atención del público europeo que vota, en detrimento de la calidad musical. Como espectáculo, el festival gana, pero musicalmente y salvo excepciones, hace años que está muerto.
Las votaciones de los telespectadores es, a priori un método justo, pero en la práctica se ha demostrado que importa más la geopolítica que la música. Buena prueba de ello son las votaciones entre países vecinos o afines (no se me olvidan los 12 puntos que dió Andorra a España en uno de los últimos festivales). Pero bueno, si lo que se busca es espectáculo, aquí está el espectáculo. Mejor dicho, el sábado por la tarde en La Primera de TVE.