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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
8 de octubre de 2006

El discutible retorno de Dover

Portada del último disco de Dover

La banda madrileña Dover tuvo, como casi todos, su minuto de gloria. En su caso, ese minuto se alargó hasta casi un año. Toda una temporada sonando en las radios comerciales, en las alternativas, en los bares de copas, en los antros más heavies. Dover consiguió en aquel año 1997 lo imposible: poner de acuerdo a casi todos. Movió masas como muy pocos han conseguido en tan poco tiempo. Pero como está sobradamente demostrado, también se puede morir de éxito. Quizás esto fue lo que le ocurrió al grupo de las hermanas Llanos.

En mi caso particular, descubrí a Dover en mayo de aquel año 1997, justo cuando se publicó su segundo disco ‘Devil Came to Me’ (Subterfuge Records) y he de reconocer que me gustaron bastante. Pocos meses después, ya en verano, comenzó a sonar en todas partes y la bola de nieve fue creciendo, hasta el punto de que llegaron a estar sobreexpuestos. Repetían una y otra vez ‘Devil Came to Me’ o ‘Serenade’ hasta la naúsea. Hacia septiembre, tenía tal sobredosis de Dover que no volví a escucharlos nunca más… Y hasta hoy.

En 1999 publicaron su siguiente trabajo, ‘Late at Night’ (EMI-Odeón-Chrysalis), con algún tema de cierta pegada como ‘DJ’, pero desde luego no con el éxito del anterior. A este le siguió ‘The Flame’ (Capitol-EMI-Odeón, 2003), también con éxito discreto, que puede deberse más a la intercia que a los méritos del propio disco.

Y llegamos a 2006. Ahora lo que mola no es el rock guitarrero y cafre, sino mezclar las máquinas con la electricidad. Dover ha sufrido una indigestión de Radio 4, Bloc Party, The Radio Dept., Franz Ferdinand, LCD Soundsystem o Delorean. Además, está indigestión les ha provocado alucinaciones. Cristina Llanos ahora parece una mezcla de Karen O y Debbie Harry. Se han convertido en unos advenedizos que se apuntan a las modas sin rubor y sin reparos. Han vislumbrado una luz en el callejón sin salida en el que se había metido después de ‘Devil Came to Me’. Y esa luz era el reflejo de una bola de espejos…

Reconvertir su carrera coherentemente era algo prácticamente imposible. Así que se han sacado de la manga un asunto discotequero del que quizás renegaron en el pasado. Cambio de estética, de música y de todo para apuntarse a la moda ochentera. Y todo esto sin un ápice de vergüenza. Dicen que es como partir de cero. Sí, pero con el mismo nombre, añado yo. Y es que la marca Dover vende por sí misma. Un talismán comercial demasiado valioso como para deshacerse de él.



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