La incómoda función educativa del Estado
Hay muchos otros ejemplos, pero el asunto que me ha llevado a esta reflexión es el revuelo que entre algunos ha provocado el anteproyecto de la ‘Ley de Medidas Sanitarias para la Protección de la Salud y la Prevención del Alcoholismo entre los Jóvenes’ (mal llamada «ley antibotellón»). En este anteproyecto se limitará y restringirá la publicidad y la venta de alcohol entre los jóvenes. Algo que es desde luego muy loable.
Como digo hay muchos otros casos similares que me hacen pensar en por qué el Estado intenta «reeducar» a unos jóvenes que no han sido educados por sus propios padres. Creo que ese es el principal problema. El bombardeo de mensajes de uno y otro lado que reciben los más pequeños por televisión, internet y otros medios enseña modos de vida contra toda lógica y realidad. Lo peor de todo es que sus padres también se han contagiado de ese aura de infantilismo permanente, de falta de responsabilidad y de búsqueda de la comodidad frente a las obligaciones que le son naturales. Moderación, justicia, equilibrio, respeto y esfuerzo son conceptos fundamentales y no son precisamente los que los niños y jóvenes aprenden con sus familias.
La obligación de todo Estado occidental y de corte social es preocuparse por sus ciudadanos y por tanto, legislar en consecuencia. La cuestión es que jamás van a poder suplir con normas lo que es función de los padres ausentes, así que me temo que, a pesar de la buena fe con que se idean, toda ley en este sentido será en vano. La culpa no es de los jóvenes, es de una sociedad donde la falta de madurez es lo normal.