Nuestro Leonardo se apellida Torres Quevedo
En España tenemos un grave defecto: no reconocemos a nuestros genios. Sólo en raras ocasiones, y siempre en el terreno de las artes, aquellos que se adelantaron a su tiempo con audacia y valentía recibieron su merecida fama. Uno de los casos más flagrantes de olvido es el del cántabro Leonardo Torres Quevedo. Probablemente muchos no lo conozcan, pero sin duda fue una de las mentes más preclaras de la ciencia y la técnica española.
Sólo por citar un ejemplo de su obra desconocida, Torres Quevedo ideó y construyó el transbordador que cruza el abismo de las cataratas norteamericanas del Niágara. El teleférico fue inaugurado en 1916 y aún hoy sigue funcionando. Es conocido como el Spanish Aerocar. Pero su aportación a la técnica no termina en este u otros medios de transporte. También es considerado como el primero en experimentar con el movimiento por control remoto a través de ondas hertzianas con un invento llamado «telekino». Ocurrió en 1903 y es el precursor de los sistemas de radiocontrol.
Aunque Torres Quevedo fue reconocido en su época y recibió varios galardones, parece que en años sucesivos su recuerdo se fue apagando. Motivos para recordarle no faltan. Además de los inventos ya citados, fue defensor del idioma esperanto, precursor de las máquinas de cálculo, del puntero láser. Mejoró las técnicas de proyección, las de las máquinas de escribir, desarrolló autómatas como «el ajedrecista» y muchos más.