El problema no es el «botellón»
He escrito ya sobre el tema un par de veces, pero creo que en esta ocasión la cuestión es algo diferente. Al ver las imágenes de los estacazos entre jóvenes y policías en Madrid me ha venido a la mente sin querer los disturbios de hace un tiempo en Barcelona. He visto a jóvenes lanzando ladrillos por pura diversión, destrozando mobiliario urbano, lunas de coches. En definitiva dando rienda suelta a su instinto destructivo. También he visto a una policía (en especial la Policía Municipal) dura en exceso, sobre todo en las distancias cortas, dando patadas a quien desde el suelo no podía defenderse. ¿Por qué ocurre esto?
En primer lugar quisiera decir que veo poca relación entre el «botellón» y la violencia, aunque se comienzan a percibir peligrosos lazos que los unen, especialmente en Madrid. Muchas otras ciudades celebran el botellón de forma festiva y respetuosa, incluso en recintos habilitados para ello en lugares accesibles pero convenientemente apartados, por ejemplo el recién inaugurado «botellódromo» de Granada. El asunto me conduce de nuevo hacia la educación (sí, otra vez) y la cultura de comunidad. No sé por qué, los valores del respeto que normalmente se cumplen en otras ciudades (con sus más y sus menos), en grandes urbes como Madrid saltan por los aires a la menor chispa.
La solución por supuesto no es fácil, pero quizás una campaña amplia en los medios para concienciar, la habilitación de espacios adecuados y, por supuesto, una vigilancia discreta por parte de las fuerzas de seguridad pueda ser un buen comienzo. Y por supuesto contar con la opinión de los propios afectados, tanto vecinos de las viviendas que sufren ruidos y desperfectos, como de los jóvenes. Creo que se debería probar. El valdalismo nunca puede escudarse detrás de los que simplemente quieren tomar algo al aire libre. Creo que la convivencia y la diversión pacífica es perfectamente posible, pero para llegar a ella hay que pactar y tener voluntad para hacerlo.