Publicidad de ayer y de hoy
Pienso que la publicidad es un fiel reflejo de una sociedad. Tanto en la forma como en el fondo y en los temas tratados. He estado viendo unos vídeos con anuncios de 1990, 1991 y 1992 y está claro que el arte de la publicidad es efímero. Del centenar o más anuncios, sólo unos diez no están «pasados de moda» y podrían ser válidos hoy día. Parece que no ha pasado tanto tiempo, pero muchos de ellos resultan ser tan ridículos que parece mentira que en su día los tomáramos en serio.
Los códigos del lenguaje publicitario han cambiado radicalmente en los últimos años. Quizás el punto de inflexión habría que situarlo hacia 1992 o 1993, en la era post-olímpica, cuando España entró realmente en la escena internacional. Antes de esa fecha, la publicidad no era espectacular a ojos de un espectador actual, no tenía efectos digitales y en general, vista hoy, me parece demasiado seria y encorsetada. No seria en cuando a la temática, sino más bien en la escenificación. Los mensajes transmitidos eran todavía muy básicos.
Me da la impresión de que la publicidad se ha ido «juvenilizando» (perdón por la palabra inventada) y ahora incluso infantilizando. Me viene a la mente el anuncio de un monovolumen de Citroën. La publicidad parece ahora dirigida al sector más joven de la población que es tal vez la más permeable a los mensajes. También se insiste en el impacto y la brevedad recurriendo a imágenes espectaculares que consigan llamar la atención de entre la masa de publicidad que crece día a día. Otra cosa que ha variado es el fondo. Antes el producto era el rey. Ahora no se publicita el producto, sino un estilo de vida, una sensación, una idea, un valor añadido más allá del mero objeto físico. El producto queda solapado e incluso no sale en pantalla.