La Memoria Histórica desentierra a Ino
Estos días es noticia aquí en Cáceres algo que ocurrió hace 62 años. Fue entonces cuando Victorino Pereda Ortega, alias Ino, cayó en una emboscada de la Guardia Civil. Corría el año 1945 y la represión franquista contra los perdedores y aún defensores del orden constitucional pasaba por sus momentos más duros. Ya quedaban pocos «maquis» en los montes de España. Ino era uno de ellos. Nacido en Tormes (Burgos), fue miembro del PCE y participó activamente en la guerra civil. Tras el fin de la contienda, se unió a la guerrilla antifranquista de Cáceres hasta que fue abatido en el pueblo de Roturas de Cabañas.
La represión no terminó con su muerte. Fue enterrado a la puerta del cementerio de la localidad por orden del cura para que fuera pisado al entrar al camposanto. Su mujer fue en varias ocasiones detenida acusada de colaborar con la resistencia. Las autoridades franquistas jamás revelaron el paradero del cuerpo de Ino. A su familia se le dijo que posiblemente había huído a Francia.
Han tenido que pasar más de seis décadas para que, tras las investigaciones minuciosas de Ángel Serrano, nieto de Ino, se consiga localizar el paradero de los restos del guerrillero y lograr que puedan exhumarse. El hallazgo es el resultado de consultas a los vecinos supervivientes de la zona, a los archivos y registros de Cáceres y sobre todo al Archivo de la Guerra Civil de Salamanca. El pasado día 21 de julio por fin se desenterró a Ino con la ayuda de especialistas del Foro por la Memoria Histórica.
Con la llegada del verano se reanuda la macabra «campaña» de excavaciones en la que no sólo se recuperan huesos, sino también la dignidad y la memoria de quienes nunca se le fue reconocida y que lucharon por el orden y la ley vigentes. Me sigue pareciendo increíble que 32 años después de la muerte de Franco aún se estén desenterrando cuerpos de personas que, en su mayoría, se sabe perfectamente el lugar en el que están. Sólo cuando cada uno esté en el lugar que se merece se podrán cerrar las heridas que, en contra de lo que muchos dicen, nunca se han cerrado.