¡Sí, Ministro!
No se puede decir que el género de la comedia política sea muy habitual. Mucho menos si la situamos en una teleserie. Sólo los británicos con su peculiar humor podían conseguirlo con resultados tan buenos como en ‘Sí, Ministro’ (‘Yes, Minister’). Ideada por Antony Jay y Jonathan Lynn, fue emitida por la BBC 2 entre las temporadas de 1980 y 1984. Por lo que he leído fue muy popular entonces y casi se convirtió en un fenómeno social que alcanzó incluso a la primera ministra, Margaret Tatcher, que no se la perdía nunca. No tengo noticia de que se haya emitido en España, pero los 21 capítulos pueden conseguirse en DVD.
‘Sí, Ministro’ es una típica comedia de situación británica que narra las desventuras de James Hacker, un funcionario con gran experiencia en el mundo de la gestión administrativa que es nombrado Ministro de Asuntos Administrativos (aquí sería algo así como el Ministro de Administraciones Públicas). A lo largo de todos los episodios luchará por dirigir su propio ministerio, enfrentándose a sus, en teoría, subordinados. Por un lado el maquiavélico y sibilino Secretario Permanente Sir Humphrey Appleby, un perro viejo que sabe mover los hilos para calmar las ansias reformistas de su superior y que todo siga como está y por otro Bernard Woolley, el Secretario Privado Principal del Ministro. El paralelismo con la vida política británica de la época es evidente, con multitud de guiños a la actualidad nacional de aquel tiempo. Algunos años después tuvo una continuación llamada ‘Sí, Primer Ministro’ (‘Yes, Prime Minister’).
El estilo no puede ser más inglés. Jerez en botellas de cristal tallado, chimeneas, despachos victorianos, funcionarios trajeados, taxis londinenses y la tan típica mezcla de vídeo para las escenas de interiores y cine para las exteriores. Eso sí, la serie sólo es recomendable para aficionados a la política y a los tejemanejes e interioridades de un Gobierno. El resto sólo verá diálogos aburridos y escenografía obsoleta.