Sin duda lo mejor que tiene la película ‘Matrix’ es que te hace pensar cuando sales del cine. ¿Quién no se ha planteado, aunque sea por un momento, qué es la realidad después de verla? Los filósofos también se lo han planteado. Desde Demócrito o Platón hasta Descartes, a lo largo de la historia de la filosofía, muchos son los que han elaborado teorías sobre qué es la realidad, como la percibimos o si ésta puede falsearse.
En el pasado siglo, el teórico norteamericano Hilary Putnam elaboró partiendo de las ideas de su colega Jonathan Dancy una teoría bastante controvertida. La hipótesis conocida como ‘Cerebro en una cubeta’ fue definida por Dancy en su obra ‘Introducción a la Epistemología Contemporánea’ (1985):
«Usted no sabe que no es un cerebro, suspendido en una cubeta llena de líquido en un laboratorio, y conectada a un computador que lo alimenta con sus experiencias actuales bajo el control de algún ingenioso científico técnico (benévolo o maligno, de acuerdo a su gusto). Puesto que, si usted fuera un cerebro así, asumiendo que el científico es exitoso, nada dentro de sus experiencias podría revelar que usted lo es; ya que sus experiencias son, según la hipótesis, idénticas con las de algo que no es un cerebro en la cubeta. Como usted sólo tiene sus propias experiencias para saberlo, y esas experiencias son las mismas en cualquier situación, nada podría mostrarle cuál de las dos situaciones es la real.»
Putnam la desarrolló y la convirtió en una teoría aún más siniestra y de pura ciencia-ficción en ‘Razón, Verdad e Historia’ (1988):
«En lugar de tener sólo un cerebro en la cubeta, podemos imaginar que todos los seres humanos (o todos los seres con sensaciones) son cerebros en la cubeta (o sistemas nerviosos en la cubeta en el caso en el que seres con sólo sistemas nerviosos cuenten como seres con sensaciones) ¿Por supuesto, el científico malvado tendría que estar afuera, o no? tal vez no haya ningún científico maligno, tal vez (aunque parezca absurdo) el universo consista solamente de maquinaria automática atendiendo una cubeta llena de cerebros y de sistemas nerviosos. Ahora supongamos que esta maquinaria automática esta programada para darnos a todos una alucinación colectiva en lugar de un cierto número de alucinaciones aisladas. Así cuando me parece que le hablo a usted, a usted le parece estar oyendo mis palabras… Ahora quiero hacer una pregunta que parecerá muy tonta y obvia (al menos para algunas personas, incluyendo algunos filósofos muy sofisticados), pero que nos llevará a verdaderas profundidades filosóficas con cierta rapidez. Supongamos que toda esta historia fuera realmente verdadera, ¿podríamos, si fuéramos cerebros en la cubeta de este modo, decir o pensar que lo somos?»
¿Realmente, como dicen Dancy y Putnam, no sabríamos distinguir entre realidad percibida y realidad inducida en una situación así? Yo soy muy escéptico al respecto. La tramposa teoría de lo «no comprobable» juega siempre con ventaja. «Ahí fuera» es un lugar donde la imaginación puede campar a sus anchas. Podremos imaginar el más fabuloso de los mundos, sabiendo de antemano que jamás lo comprobaremos ni tendremos indicios de su existencia. Aún así, como hipótesis es de lo más atractiva e inspiradora.