Miedo o connivencia
No hago más que confirmar a cada nueva sentencia de un juzgado o un tribunal que los medios de comunicación son el cuarto poder y tal vez el más poderoso de todos, ante el que nada puede hacerse. Ni siquiera juzgarse sus errores y difamaciones. El último caso lo leí hace poco. Supongo que conoceréis el asunto de la falsa noticia que publicó el diario El Mundo hace unos meses según la cual Juan Carlos Rodríguez Ibarra, entonces presidente de la Junta de Extremadura, había prestado un despacho a Rafael Vera para informar al PSOE sobre el 11-M. Sobre las motivaciones de ese supuesto favor o qué se pretendía hacer, sólo el delirante Pedro Jota puede explicarlo. Ibarra presentó una demanda contra el diario El Mundo por difamaciones y difundir informaciones falsas.
La cuestión es que el otro día, la Audiencia Provincial de Badajoz desestimó el recurso de apelación presentado en este tribunal contra la decisión de un Juzgado de Mérida desestimando la demanda de Ibarra. La Audiencia concluye que no se ha podido demostrar que las informaciones del diario fueran ciertas y por tanto Ibarra no abonará las costas del pleito.
Todo esto me lleva a la reflexión. Estamos asistiendo casi a diario, últimamente en la COPE, a descalificaciones continuas que van más allá de la libertad de expresión, y que atacan directamente al honor de determinados políticos y personajes públicos. Lo mismo ha ocurrido con el chaparrón que algunos han tenido que soportar estoicamente ante las informaciones falsas de El Mundo. Han sido muy pocos quienes se han enfrentado a esta maquinaria calumniadora y en la mayoría de los casos se han archivado las causas. Por suerte Ibarra no se ha amilanado y acudirá al Tribunal Constitucional.
Tengo la incómoda sensación de que en España, mentir desde determinados medios de comunicación es gratis o sale muy barato. Pero lo peor no son las personas atacadas, sino los seguidores de esos medios, porque terminarán viviendo en un país paralelo muy alejado de la realidad y a la vez muy conveniente para determinadas opciones políticas. ¿Dónde está la Justicia? ¿Es miedo al más poderoso de los poderes o es un «dejar hacer»? Ni una cosa ni la otra me tranquiliza.