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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
2 de marzo de 2008

Digital o analógico

He aquí el dilema. Hace diez o quince años no nos lo hubiéramos planteado, pero últimamente estoy leyendo artículos en prensa y en internet que invitan a la reflexión. No hay duda de que la información digital, por el mero hecho de serlo, es «menos exacta» que la analógica. Es más simple, menos rica en detalles. La culpa de esto la tiene el muestreo, que es el proceso básico por es que se convierte una información no cuantificable en algo cuantificado y en consecuencia codificable por una máquina. Para ello se parte del original analógico y se extraen muestras que es lo que se almacena y procesa. Si la toma de muestras se realiza con mucha frecuencia, tendremos una información de más calidad y si esta frecuencia de toma de datos es menor, estará más «desdibujada» respecto al original.

El principal inconveniente de los datos analógicos es que son poco versátiles y existe gran dependencia del soporte que la contiene. Una cinta de bobina abierta, un vinilo, un negativo fotográfico o un rollo de película son lo que son. Su contenido es también su soporte. Una de las virtudes de la era digital es que todo se puede copiar, cortar, pegar o reproducir en muchos soportes distintos sin que se deteriore y sin riesgo de pérdida de calidad.

Hasta hace poco, a nivel de usuario básico, nadie ponía en cuestión que lo digital era mejor que lo analógico. Claro, que partíamos de niveles de calidad muy bajos. Tan bajos como aquellas cintas de cassette grabadas con nuestra música favorita. Su sonido no era muy bueno porque posiblemente era una copia de una copia de una copia. Funcionamiento secuencial, ruidos de arrastre, reproductores grandes y un sinfin de inconvenientes. Por eso cuando llegó el mp3 y los primeros reproductores (recuerdo los Diamond Rio ¡con 128 Mb! en 1999) se recibió como una revolución. Y no era para menos.

Por lo todo lo visto antes, podemos decir que el dilema de lo analógico contra lo digital, para la mayoría de la gente se convierte en lo engorroso contra lo versátil, y para una minoría de ¿puristas? en calidad contra ruido. De este último grupo han surgido muchos reproches contra la industria discográfica, acusándoles de acabar con la música porque la producción de los nuevos discos se realiza a más volumen que antes, es más compacta y uniforme y tiene menos matices. Es lo que se ha llamado «la guerra del volumen» («the loudness war«). Yo sinceramente creo que lo que pasa es que la forma de la producción está cambiando, y lo hace al ritmo de la demanda del público. Cada vez escuchamos menos nuestra música favorita en casa tranquilamente. Ahora los iPods y otros reproductores nos permiten llevarla por la calle y se demanda que esté grabada más alta y tenga un sonido más compacto para no tener que tocar la tecla del volumen cada dos por tres.

Pero no nos desviemos del tema. Hace ya un tiempo leí las equivalencias entre los soportes analógicos más populares y sus homólogos digitales. Por ejemplo, un negativo fotográfico de 35 mm en blanco y negro tiene una resolución equivalente a unos 30 megapíxeles en una digital. Si es en color se reduce hasta los 12 megapíxeles. Es decir, necesitamos una cámara digital de esas características para acercarnos a la calidad de la analógica. En el sonido las diferencias son cada vez menos evidentes, aunque cualquier oído medio (como el mío) puede distinguir una grabación en mp3 de un CD. Diferenciar un CD de un vinilo es mucho más difícil y entran en juego otros muchos factores (tocadiscos, aguja, altavoces, etc). Hasta la fecha es en la imagen en movimiento donde aún existe un abismo. Sólo con la llegada de la alta definición digital, el vídeo ha podido hacerle algo de sombra al celuloide en las producciones profesionales, pero aún queda un largo camino por recorrer.

Mi conclusión es que lo mejor es combinar y no excluir. Yo tengo vinilos, CDs y mp3, cada uno en su momento y su situación. Aunque no soy muy exigente con el sonido ni muy minucioso, me gusta que se oiga lo mejor posible sin importar si es analógico o digital. Además, si uno escucha buena música o ve buen cine, ¿de verdad nos fijamos tanto en esos detalles? ¿Qué sería de nosotros sin la tecnología digital que nos permite compartir música y películas a través de internet?



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