No es nuestra generación
He pensado mucho si de verdad merecía la pena escribir sobre algo que está ya tan trillado. El próximo día 3 de abril se celebrará en Valladolid la gala de entrega de los Premios de la Música que otorga anualmente la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música. Leí hace unos días en Público un artículo muy recomendable con el que no podía estar más de acuerdo. Trataba sobre la endogamia que sufre este tipo de ceremonias, donde generalmente lo que se premia es el clientelismo y los favores de los amigos más que promocionar realmente la música y crear un mercado dinámico y refrescante.
Ya sabemos que la gran industria del disco en España siempre mira para otro lado antes que afrontar los problemas. Prefiere convertirse en un dinosaurio al margen del mundo y no abrir la puerta a lo que es ya la realidad del nuevo panorama del pop y el rock español (que no son precisamente El Canto del Loco y similares).
Me he repetido mucho cuando digo que las cosas están cambiando. Cambian los formatos, las formas de promoción, los estilos. La música pop es por definición cambio, riesgo, novedad, romper con el pasado o al menos modificarlo. La música española ha vivido después de la Movida una bifurcación. No es que esa división mainstream/underground no existiera antes, pero a partir de aquí se agravó aún más. Por un lado aquellos que eran rentables económicamente se salvaban, el resto debía sobrevivir en un submundo que en un principio fue bastante amateur, pero que con el desarrollo de internet está llegando a públicos antes impensables.
Los primeros tuvieron el poder y la gloria mediática a finales de los ochenta, durante los noventa y en la primera mitad de la década actual. Son los que ostentan el poder «tradicional», los que pregonan la crisis de la música, la lucha contra el p2p y demás historias por todos conocidas. Pero me da la sensación que de algunos años para acá las nuevas generaciones reclaman otra cosa. No pueden ver en las teles generalistas ni escuchar en las radiofórmulas lo que se bajan de internet. Las «viejas glorias» de los ochenta y noventa les suenan a chino y quieren otra cosa.
Este poder mediático tiene fisuras, cada vez más y por aquellos lugares menos insospechados. Ahí tenemos el gran exponente de los últimos tiempos. Ha sido gracias a internet que pudimos ver a La Casa Azul competir como candidato a Eurovision, o gracias a los festivales de verano podemos escuchar hablar en la caja tonta de bandas que ni los locutores saben pronunciar, pero que queda chachi hablar de ellos. También algunos medios escritos de ámbito general como el diario Público, el digital Soitu.es y otros más tímidamente como El País en algunos de sus suplementos (Babelia, El País Semanal o el discutible EP3) o El (in)Mundo apuestan por los independientes. Otra fisura son las sintonías de los anuncios publicitarios. Cada vez más se opta por temas de bandas independientes, aunque pocas sean nacionales…
Con todo esto quiero decir que el espectáculo lamentable y decadente que se ofrecerá el jueves en Valladolid será más de lo mismo. Supongo que como el año pasado, será retransmitido por La 2 de TVE para cumplir el trámite y pasará sin pena ni gloria por las pantallas (4% de audiencia en 2007, por debajo de la media de la cadena). ¿A quién le puede interesar? A la mayoría de jóvenes desde luego no y a mucho no tan jóvenes que crecimos con la explosión indie del 93-95 también. Esa no es nuestra generación.