Italia y el racismo populista
Italia ha sido siempre bastante indolente respecto a su clase política. Y esta apatía para con sus gobernantes se retroalimenta al ver en el poder a personajes tan discutibles como Silvio Berlusconi. En un país donde el voto es obligatorio y los comicios duran dos días, es raro llegar al 85% de participación (recordemos el 75% de participación en las últimas elecciones generales españolas en un sólo día, festivo y con voto voluntario). A esto hay que unir la pléyade de partidos, decenas de ellos. En las últimas elecciones once formaciones llegaron al congreso. Algunas, como la Liga Norte, que son los socios del actual gobierno de Berlusconi, tienen una ideología derechista, federalista (antiguamente independientista). El propio partido de Berlusconi es Forza Italia, que gobierna en una ¿sólida? coalición llamada El Pueblo de la Libertad, que a su vez es una amalgama de 16 partidos de diferente pelaje y con nombres de lo más extraño. Uno de ellos es la Alianza Nacional de Gianfranco Fini, antiguo líder de los neofascistas (el Movimiento Social Italiano). Como es de suponer, no es una formación precisamente progresista.
Con estos mimbres, unido al personalismo de Silvio Berlusconi, al histrionismo del personaje, su chusco sentido del espectáculo y el exceso populista dan como resultado leyes como la que se ha aprobado recientemente y que los ha llevado a las portadas de los medios de toda Europa: pena de cárcel por estancia ilegal. No ya deportación (que pudiera ser una opción más inteligente dentro de su lógica), sino cárcel. O sea, masificar todavía más las cárceles italianas, que no están precisamente vacías, con personas que no han cometido más delito que cruzar una frontera. La cosa es aún más paradójica cuando esto se quiere aplicar también a los gitanos rumanos que, guste o no, son ciudadanos de la Unión Europea.
Ante este panorama, afortunadamente el Parlamento Europeo ha rechazado de plano las medidas del gobierno italiano. Y no sólo en el sector de la izquierda, sino también en el de la derecha europea. Lo que no está tan claro son las medidas que se debatirán próximamente acerca del retorno de inmigrantes ilegales a sus países de origen aún cuando no se conozca su nacionalidad.
Si tenemos una visión más general, el fenómeno de la inmigración ilegal, como ya he dicho muchas veces, es una tendencia imparable. Los últimos indicadores de la economía mundial con la subida del precio de los alimentos básicos o el aumento de las sequías harán que sea imposible poner coto a quienes buscan una vida mejor. Es muy posible que, si no se trabaja en buscar soluciones inteligentes y rápidas (seguramente muy caras e impopulares), pronto lamentemos las consecuencias. Solucionar de verdad los problemas en los países de origen pasa por ser el punto de partida. Pero yo no soy un político, ni conozco nada del tema. Dejemos que sean ellos los que solucionen las cosas… si es que están a la altura de sus cargos.
En definitiva, aunque Italia sea un país a la deriva, no dejemos que su rumbo nos arrastre a los demás hacia el abismo…