Ya me había dado cuenta antes, pero a raíz de leer la noticia de que un «okupa» cibernético había registrado los nombres elegidos por los nuevos ministerios para sus direcciones web (llamados nombres de dominio de segundo nivel) me he dado cuenta del caos que hay montado en la internet ministerial. Para muestra, un botón: mientras el Ministerio de la Presidencia es www.mpr.es, Presidencia del Gobierno es www.la-moncloa.es, el Ministerio del Interior es www.mir.es o el de Vivienda es www.mviv.es. Es decir, no existe una estandarización, ni los nombres de los dominios son muy significativos. Lo único en común es la «m» de ministerio, y quizás fuera lo que sobra. Lo mejor (y más intuitivo) es utilizar la estructura de dominios de internet que ya está prefijada por la ICANN. De este modo se utilizaría un dominio de segundo nivel del tipo «gob» (como el otros países de habla hispana), relegando al tercer nivel el nombre del organismo gubernativo.
Siguiendo esta pauta, la Presidencia del Gobierno sería www.gob.es, el Ministerio del Interior sería www.interior.gob.es o bien interior.gob.es, el de Vivienda sería vivienda.gob.es, el de Igualdad igualdad.gob.es, el Ministerio de Presidencia presidencia.gob.es y así con todos. Los que engloben varios departamentos, como el nuevo Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Medio Marino podría entrarse por cualquiera de estos: medioambiente.gob.es, mediorural.gob.es o mediomarino.gob.es, redireccionando posteriormente a una sección de la web ministerial.
Además de estar bien organizado, cumplir ciertos estándares no escritos y ser más fáciles de recordar, evitaríamos los episodios de «okupación» cibernética y también que el ministerio de turno tenga una abreviatura como nombre de dominio que ya exista. Sin ir más lejos, el Ministerio de Igualdad según esa lógica debería ser www.mig.es o www.mi.es. Este último no puede asignarse, ya que la ICANN no permite nombres de dominio de dos letras. Y www.mig.es es una web de diseño catalana.
Aunque existe un Reglamento que permite a la Administración «expropiar» los dominios .es que se sospecha que pudieron ser registrados con mala fe, en la práctica no es un procedimiento sencillo y puede llevar mucho tiempo. Veremos en qué queda todo esto.
Ladytron es una de mis bandas favoritas de la última década. También, por lo que veo, se han hecho un hueco en los gustos de mucha otra gente. Han pasado ya tres años desde que publicaran el magnífico ‘Witching Hour’ (que comenté aquí), en el que viraron el rumbo de su sonido hacia aguas más turbulentas. El próximo 3 de junio publicarán ‘Velocifero’, un trabajo en el que los de Liverpool siguen avanzando por el mismo camino que su predecesor.
Hasta la fecha siempre han sido muy consecuentes con su evolución. ‘Velocifero’ ofrece más sintetizadores, bases programadas, más guitarras y más presencia de Mira, la chica búlgara con aspecto «severo», que canta cuatro temas ella solita (dos en su lengua materna: ‘Black Car’ y ‘Kletva’). Ladytron siguen conservando pegada y talento para esas melodías ochenteras tan pegadizas, que al fin y al cabo es lo que buscamos en ellos.
Se nota la producción de Alessandro Cortini, productor, por ejemplo, de algunos trabajos de Nine Inch Nails. Su sonido se ha vuelto un poquito (no mucho) más áspero que en ‘Witching Hour’ y en cierto modo más intimista y reflexivo. Su primer sencillo ‘Ghosts’ se publica el 12 de mayo, pero ya podéis escuchar buena parte del disco en el MySpace de la banda. Además allí podréis descargaros ‘Black Car’, el primer tema del álbum.
La coproducción germano-austríaca ‘Los Falsificadores’ (2007) es una de las películas europeas del momento. En parte por haber ganado el Oscar a la mejor película en habla no inglesa y sobre todo por el buen hacer de su director Stefan Ruzowitzky. La materia prima, el libro en el que está basado el guión, también daba para una buena historia. Y es que ‘Los Falsificadores’, a pesar de parecer una trama de ficción, refleja fielmente las memorias de Adolf Burguer, un judío eslovaco condenado a morir en un campo de concentración nazi. Lo único que pudo salvarlo fue su habilidad artística.
El régimen de Hitler lo reclutó junto con otros judíos presos para poner en marcha la Operación Bernhard. Esta operación secreta absolutamente verídica trataba de fabricar billetes falsos de libras y dólares para inundar el mercado y provocar la bancarrota de los sistemas financieros británico y estadounidense. De no haber sido por el inteligente retraso que provocó Burguer, quizás el final de la segunda guerra mundial hubiera sido muy diferente.
La historia es ya de por sí atractiva, pero Ruzowitzky la sabe dirigir en el tiempo justo (menos de 100 minutos), con las palabras justas y los planos justos. Nada sobra y nada falta. La trama se desarrolla con una asombrosa agilidad sin descuidar los detalles ni la crueldad propia de los campos de concentración. Buena parte del peso de la película recae sobre su protagonista Salomon Sorowitsch, interpretado por el magnífico actor Karl Markovics, que borda su papel.
La vida, la muerte, la lucha por la supervivencia… Todo choca en una historia repleta de dilemas morales. ¿Estaríamos dispuestos a ayudar al enemigo a ganar la guerra a cambio de salvarnos y vivir un futuro quizás incierto?
Vivimos en una sociedad en la que nos gusta sacarle punta a todo. No importa de qué asunto se trate; siempre habrá alguien que le busque las vueltas al asunto y retuerza cualquier argumento con tal de favorecer sus ideas. Uno de esos temas «polémicos» es el del género y las dichosas discusiones a cuenta del masculino, el femenino, las profesiones, que si «españoles y españolas» o sólo «españoles» y una larga hilera de disquisiciones estériles por el estilo.
Según mi opinión, estamos justo en un punto de inflexión sobre este asunto. Hace unas décadas nadie discutía que palabras como «jueza» no debían existir. Sin embargo hoy está admitido por todas las Academias del español. Imagino que lo mismo ocurrirá con otras palabras, cuyo femenino ahora nos suena extraño pero que por el uso terminará por imponerse. Otras, por las extrañas razones y caprichos de los hispanohablantes (que son los que finalmente deciden), desaparecerán o quedarán sólo en ámbitos reducidos. Es ley de vida.
En cualquier caso me parece bien que se fomente un lenguaje no sexista (en lo que afecta a este tema) y que al final la «selección natural» haga su trabajo. En el caso de los masculinos genéricos (decir niños para niños y niñas) no veo con malos ojos el uso de los dos géneros, tal y como nos tiene acostumbrados el lehendakari Ibarretxe. Al fin y al cabo, las lenguas se inventaron para entendernos entre nosotros. El uso de uno o dos géneros no va a interferir en esta tarea. Dejemos que las cosas ocupen su lugar.
Como supongo que todos sabéis, hoy se celebran los doscientos años desde que el pueblo de Madrid se rebeló contra la invasión francesa. Durante muchos años, el nacionalismo franquista (bueno, y mucho tiempo antes también) exaltó esta revolución popular contra los invasores como un gran hito dentro de la historia española y demostración de la «raza» de este pueblo aguerrido. Supongo que es cierto que fue aguerrido, pero también fue fácilmente manipulable por las autoridades.
Las tropas de Napoleón fueron brutales en su avance por la península, arrasando y violando a su paso, pero no menos brutal fueron las acciones de las guerrillas españolas, que actuaban sin ley ni medida. Se puede decir que las dos Españas afloraron por primera vez durante esta contienda. Los conservadores o defensores del viejo régimen absolutista y religioso y los que abogaban por un estado constitucional moderno. Por tanto no podemos caer en maniqueismos de franceses contra españoles. El asunto es más complejo porque aquellos años dirimieron temas muchos más trascendentales que la mera expulsión de unos invasores.
Esta complejidad pudo verse con toda su intensidad después del fracaso del «conato constitucional» de Cádiz de 1812 (con el inédito acuerdo entre ilustrados liberales y absolutistas). Nuestra primera constitución sólo duró dos años. El fin de la guerra supuso el retorno de los Borbones en 1814. Fernando VII abortaría todos los intentos de liberalizar el país. Una vez más, la lucha del pueblo llano, ignorante y que sin duda actuaba de buena fe, sirvió como herramienta para que los poderosos provocarán una involución. España volvió al absolutismo que duraría hasta la muerte del monarca en 1833.
Después de toda esta parrafada me pregunto, ¿Realmente hay algo que celebrar? ¿Quizás el nacimiento de una conciencia nacional, y por tanto de patriotismo español y del cainismo?
En los últimos días han surgidos varios asuntos en torno al diario Público sobre los que quería hablar. Desde su lanzamiento el 26 de septiembre del año pasado, el periódico dirigido por Ignacio Escolar ha despertado adhesiones y odios a partes iguales. En mi caso, la expectación se volvió rápidamente decepción, aunque a lo largo de estos meses también me ha proporcionado algunas sorpresas agradables. Sin duda, la principal de ellas es la colección de cine de los viernes. Además de tener una película por un euro, incluido el periódico, la selección de DVDs es muy de mi gusto, porque combina cierta comercialidad con propuestas alternativas. Hace unas pocas semanas se anunció que la colección se ampliaba con nuevos títulos como ‘El Señor Ibrahim y las Flores del Corán’, ‘Smoking Room’ o ‘El Abrazo Partido’.
Otro de los motivos por lo que Público es noticia es por la portada de ayer 30 de abril. Es la primera vez que un videojuego es portada de un diario en papel de ámbito nacional (y supongo que local también). Como era de esperar, media blogosfera (en especial lo más jugones) ha dedicado sus entradas de hoy al tema, sin escatimar en elogios. No digo que no sea una buena idea, pero las portadas llamativas a las que suele acostumbrarnos Público (esta sobre GTA4 no es una excepción) son, en mi opinión, un mero reclamo para la venta más que un intento altruista de cambiar el modo que la sociedad «no iniciada» tiene sobre los videojuegos.
Y el tercer motivo surge con la publicación el pasado día 29 de abril de la primera ola del Estudio General de Medios correspondiente a 2008 [PDF]. Público consigue la nada despreciable cifra de 188.000 lectores. Aunque está muy lejos los 396.000 de La Razón, no hay duda de que ha afianzado una posición que muy pocos esperaban (yo entre ellos). Lo que también se ha demostrado es que no ha quitado lectores a El País (líder indiscutible que además aumenta sus lectores), sino que ha incorporado a nuevos lectores que antes no leían o no se interesaban por la prensa escrita.
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