El Roland TB-303
Hay veces en las que un aparato, un cacharro para hacer música trasciende lo puramente técnico para pasar a ser un objeto de culto. Ocurrió con en su día, por ejemplo, con las guitarras Fender en los años cincuenta y sesenta. Los últimos años ochenta estuvieron marcados por un procesador de bajos electrónicos fabricado por Roland, el TB-303. Muchos se preguntarán que tiene de particular este artefacto que no tenga otro. Pues básicamente porque producía un sonido único y extraño, que para nada era el que los fabricantes buscaban. Concebido inicialmente como un sintetizador de bajos, su sonido poco conseguido hizo que fuera un fracaso para la compañía Roland, quien lo comercializó a lo largo de poco más de un año, entre 1982 y 1983. Sólo se vendieron diez mil unidades.
Tendrían que pasar todavía unos años para que el TB-303 se conviertiera en un instrumento de culto. Tal y como se cuenta en un excepcional artículo publicado en la Dance De Lux del verano de 1998, Phuture fundarían, sin saberlo, el acid house al manipular uno de estos aparatos. El propio artífice del sonido acid, Spanky, contaba su descubrimiento:
«La descubrimos por pura casualidad. En aquella época intentábamos hacer algo lo suficientemente bueno como para que Ron Hardy lo pusiera en The Music Box, pero no éramos capaces: nuestras líneas de bajo no mantenían el ritmo. Hasta que una noche Pierre (la otra mitad de Phuture) me llevó a casa de un tío llamado Jasper que conseguía que las líneas de bajo se mantuvieran al mismo ritmo que la percusión usando una TB 303. Al día siguiente, después de llamar a medio Chicago encontré una en el otro extremo de la ciudad. Lo llamé acid porque me sonaba al viejo acid rock con un beat de fondo. […] Con ese sonido no podíamos llamarlo house porque no sonaba como el house, así que el estilo se quedó con lo de acid house».
El resultado fue ‘Acid Trax’, el primer tema acid house publicado en 1987 y a su vez el primer himno pastillero para discotecas, origen del famoso «verano del amor» (del que este año se cumple el veinte aniversario), del «bakalao» y de todo lo que ha venido después, para bien y para mal…