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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
16 de junio de 2008

‘Can’t Go Back’

Sí, Primal Scream vuelven. Lo harán el 14 de julio con el primer sencillo de ‘Beautiful Future’ llamado ‘Can’t Go Back’. Buenísimo. Para mi gusto de lo mejor que han hecho desde los tiempos del ‘Xtrmntr’. Juzguen ustedes mismos:

Primal Scream – Can’t Go Back

16 de junio de 2008

Símbolos religiosos y derechos fundamentales

La noticia sobre la anulación por parte del Tribunal Constitucional turco de la ley que permitía el uso del velo en las universidades se ha quedado ya vieja, el tema de los símbolos religiosos en los lugares públicos sigue candente en toda Europa. Bien es cierto que Turquía no puede considerarse culturalmente como Europa y que la lucha de los estamentos oficiales a favor del laicismo de la nación de Atatürk es una historia de tiras y aflojas constante, pero me sirve como percha para lanzar mis reflexiones.

Pienso que ningún poder público puede obligar a nadie a ser laico. Creo que hasta ahí todos estamos de acuerdo. Un estado democrático en el que se respeten los derechos humanos debe defender la igualdad entre sus ciudadanos sin importar, entre otras cosas, su credo religioso. Otra cosa bien distinta son los instrumentos de un Estado. Mi idea es que cualquier institución de carácter público (especialmente las Administraciones que gestionan los servicios a la ciudadanía y sobre todo aquellas que lo hacen en el campo de la educación) ha de ser escrupulosamente neutral, tanto política como religiosamente.

El caso «occidental» más polémico sobre uso del hiyab en las escuelas ocurrió en Francia, donde incluso se aprobó en 2004 una ley para prohibir su uso y el de otros símbolos religiosos en los centros educativos. En mi opinión se trata de un asunto de laicidad mal entendida y de forzar una hipócrita «igualdad de derechos». Precisamente los derechos están en poder elegir, del mismo modo que un judío debe poder entrar en un colegio con una kipá o un cristiano con un crucifijo o una medallita visible. Nunca he entendido qué hay de malo en llevarlos. El problema vendría si con esa indumentaria provocara algún perjuicio a los demás o atentara contra las leyes o la dignidad humana, algo que desde luego no creo que sea el caso. Vamos hacia una sociedad multicultural, así que cuanto antes respetemos y comprendamos los símbolos de los demás, mejor. Mientras, el papel del Estado ha de ser de neutralidad y de respeto ante todas las creencias. No podía ser de otro modo.

15 de junio de 2008

La Teoría M

La Teoría M fue propuesta por el físico Edward Witten y se trata de una hipótesis muy complicada de entender y de explicar, pero lo voy a intentar. En cualquier caso os recomiendo que veáis el documental de la BBC ‘Universos Paralelos’, donde la explican bastante bien.

La Teoría M surge del propósito de unificar en una sola ley física todo el comportamiento del universo. Einstein dedicó sin éxito una parte de su vida a encontrar esa norma universal. Esta hipótesis se basa en la teoría de las supercuerdas, según la cual las partículas elementales que forman la materia y la energía no son puntuales, o para ser más exactos, no «existen» en un sólo punto, sino que se «mueven» siguiendo patrones que serían similares a las vibraciones que produce una cuerda de una guitarra. Estas vibraciones sólo serían posibles en un universo de más de cuatro dimensiones (espacio-tiempo). Por esta razón, los físicos que defienden esta teoría asumen que vivimos en un mundo con al menos seis dimensiones más, imperceptibles por ser extraordinariamente minúsculas. El problema es que no existe una sola teoría unificada de supercuerdas, sino que son cinco variantes, cinco formulaciones. La búsqueda de la teoría del todo se iba al traste.

La única manera de unificar estas cinco variantes es relacionándolas entre ellas de manera «coherente». Es aquí donde surge la Teoría M. Lo más interesante es que, si la Teoría M fuese cierta, viviríamos en un mundo con múltiples universos de muy diferentes formas y el big bang sería el resultado del «choque» de dos de estos universos. Ir más allá sería inútil, yo al menos no he conseguido entender mucho más. La Teoría M supone poner a prueba todo el conocimiento científico hasta la fecha, forzando a menudo en exceso las leyes físicas y matemáticas hasta el punto de que es necesario un nuevo lenguaje matemático para poder reflejar los complejísimos cálculos teóricos que requiere.

Mi conclusión es que no sabemos absolutamente nada de lo que hay «ahí fuera» ni lo de que ocurre a escala subatómica. Todo se vuelve extraño, tan extraño que se necesitan teorías extrañas para intentar explicarlo. Por otra parte, los científicos también son personas, y de vez en cuando les da por dar rienda suelta a sus fantasías, aportando soluciones fantasiosas. En la realidad, en el mundo tangible no sabemos nada a ese nivel. Por mucho que la inteligencia humana pueda atisbar un mundo en el que hay que redefinirlo todo, a la vez esa intuición de una nueva física asusta y fascina a partes iguales.

El documental ‘Universos Paralelos’ de la BBC:

Otro documental que he encontrado sobre la Teoría M y la teoría de cuerdas:

14 de junio de 2008

‘The Knack… and How to Get It’

Ya he hablado más de una vez sobre el free cinema británico y sobre Richard Lester, su principal exponente. Lester renovó el cine musical con la excelente primera película de los Beatles ‘A Hard Day’s Night’ en 1964. Un año después, en 1965, dirigió ‘The Knack… and How to Get It’. De aquélla conserva prácticamente todo el lenguaje visual, convirtiendo la película en un estupendo conjunto de gags visuales disparatados y gamberros. El deseo y la sensación de crear un cine genuinamente joven y fresco flota a lo largo de todo el metraje.

‘The Knack… and How to Get It’ cuenta la historia de una chica de provincias (interpretada por la musa del «swinging London» Rita Tushingham) que llega a Londres. Nada más llegar se encuentra con tres jóvenes que comparten piso: el acomplejado profesor Colin (Michael Crawford), el ligón arrogante Tolen (Ray Brooks) y el artista que lo pinta todo de blanco Tom (Donal Donnelly), con los que vivirá disparatadas aventuras. Como curiosidad, hacen su primera aparición en la pantalla Charlotte Rampling, Jacqueline Bisset y Jane Birkin. El guión está basado en la obra de teatro de Ann Jellicoe.

Lester se posiciona claramente a favor de la juventud rompedora de los sesenta y analiza la que seguramente fue la postura generalizada de sus mayores. No en vano, la juventud de los sesenta supuso un avance de gigante con respecto a sus padres. Fueron tiempos de choques generacionales y Richard Lester los refleja con ironía en esta película. Aparte del valor puramente cinematográfico, la película influyó decisivamente en las generaciones posteriores. La banda norteamericana The Knack, autor de ‘My Sharona’, deben su nombre a esta obra. Y posiblemente Oasis, en el vídeo de ‘Don’t Look Back in Anger’, hace un guiño a Lester con la secuencia de las chicas haciendo cola.

13 de junio de 2008

Los «listos» no creen en Dios

Por pura casualidad he encontrado un artículo que, más allá de su propio texto, invita a la reflexión. En él, un tal Richard Lynn, profesor emérito de la Universidad del Ulster, hace unas declaraciones que por lo menos son polémicas. Lynn es conocido por haber hecho estudios según los cuales la inteligencia depende de la raza y del sexo, indicando que los europeos del norte (holandeses y alemanes) son los que poseen un mayor coeficiente intelectual medio. Al situarse en posiciones más meridionales, el coeficiente desciende. En otro estudio definió a las mujeres como menos inteligentes que los hombres.

La última de este hombre es un estudio en el que concluye que a mayor inteligencia, menor creencia en Dios. En un principio podría considerarse que esto tiene cierta lógica. Lynn, que dice haber realizado su trabajo en base a análisis de ciudadanos de 137 países, no parece tener en cuenta las inevitables influencias culturales que posiblemente distorsionen los resultados. Me refiero a que en naciones de la órbita comunista, donde el ateísmo era la «religión oficial», existirá un mayor número de ateos (con todo tipo de coeficientes intelectuales). Por contra en otros como España, Italia o América Latina, donde el catolicismo hunde profundamente sus raíces, existirá un mayor número de creyentes, independientemente de su inteligencia. Vamos, que el componente cultural creo que influye decisivamente sobre los resultados.

Otra pega que le veo a este estudio es una vieja polémica: ¿Qué es la inteligencia? ¿Se puede medir? ¿Depende la mayor o menor formación académica del individuo en los resultados de los tests?. Sea como fuere, entrar en terrenos tan pantanosos como inteligencia o pobreza, o clasificar a sus países por la «teórica» mayor o menor inteligencia de sus ciudadanos me parece muy peligrosa, además de irrelevante, porque la diferencia media en el CI entre los países «listos» y los «tontos» es de muy pocos puntos. Imaginemos que en España se hiciera lo mismo en nuestras ciudades y supiéramos cuales son las ciudades «más inteligentes». ¿Tendría algún sentido? ¿Sería un estudio válido teniendo en cuenta que posiblemente en cada nuevo ensayo podríamos obtener resultados diferentes?

12 de junio de 2008

La decepción europeísta

Estamos asistiendo en los últimos meses a algo que resultaría insólito en los tiempos dorados de la construcción europea allá por los primeros años noventa. Aquella fue una época de grandes pactos políticos, de voluntad de avanzar hacia una unión cada vez mayor, hacía una utopía que entonces parecía posible. Pero todo aquello ha terminado y yo, que hasta hace muy poco estaba a favor de una unión política, cultural y económica y de un sentimiento europeísta bien entendido, estoy sufriendo una decepción. Siempre entendí a Europa como el necesario contrapunto a la hiperpotencia de los Estados Unidos, la otra cara de la moneda. Otra forma de ver el mundo, otro estilo, más social y preocupado por sus ciudadanos.

Pero la oleada de gobiernos derechistas que han ido triunfando a lo largo y ancho del viejo continente está cambiando las tornas. El miedo a la inmigración, al deterioro económico y, en definitiva, al egoismo del «yo primero» han hecho que los europeos sean (seamos) cada vez más reaccionarios. En contra de lo que pueda parecer, el liberalismo económico se va instalando en la Unión en forma de directivas que obligan a privatizar y liberalizar los monopolios públicos que controlaban los servicios esenciales como la electricidad, las comunicaciones y otros. Sin embargo, el sector de la agricultura y la ganadería sigue siendo sagrado y subvencionado, impidiendo que los productos importados de los países pobres puedan acceder a un mercado tan cerrado.

Después de la economía le toca el turno al estado del bienestar y a las políticas sociales. Se restringen las directivas sobre inmigración extracomunitaria, se coartan derechos fundamentales en aras de las leyes antiterroristas y, la gota que colma el vaso, se propone que la jornada laboral máxima pase de las 48 a las 65 horas semanales sin aumento de los salarios. Una medida inútil para lucha contra la competitividad de los países asiáticos. Podría hablar mucho sobre este tema, pero no creo que merezca la pena. Está todo dicho.

Por todo esto la imagen que tengo de la Unión Europea se ha deteriorado mucho. Y parece que no soy el único. En internet hay varias iniciativas, medio en broma medio en serio que invitan a quemar una bandera europea (‘Burn EU Flag’) y colgar el vídeo en tu blog o la plataforma contra las 65 horas semanales (en la que algún simpático internauta se ha dedicado a votar «sí» masivamente). Ojalá en Irlanda, que hoy vota en referéndum la aprobación del Tratado de Lisboa, triunfe el «no».

11 de junio de 2008

The Silver Apples

Hasta hace no mucho tiempo pensaba que Kraftwerk eran los primeros en mezclar electrónica y música popular. Eso era hasta que descubrí a los Silver Apples. Inexplicablemente, y aunque había oído hablar de ellos, nunca me había puesto a escuchar ninguno de sus discos. El descubrimiento ha sido muy revelador, más que por lo musical, por el valor que tienen como pioneros. Se puede decir que The Silver Apples abrieron una nueva puerta que muchos otros cruzaron después.

Para hablar de los orígenes de la banda tenemos que remontarnos hasta finales de los años sesenta. La psicodelia, las drogas, la expansión mental, la sensación de entrar en una nueva etapa de la humanidad y el creciente poder cultural de los movimientos juveniles estaba en su momento álgido. Los Beatles habían sorprendido al mundo con experimentos como ‘Revolution 9’, incluido en el álbum blanco de 1968. En este tema explotaron las técnicas de «copiar y pegar» loops, sonidos repetitivos y distorsiones que se atisbaban en el vanguardista y asombroso tema ‘Tomorrow never knows’ incluido en ‘Revolver’ (1966). Esa sería en definitiva la filosofía de muchas otras bandas que vinieron después. Una de las que siguió esta senda y la llevó hasta sus últimas consecuencias fue The Silver Apples.

El grupo se formó en la misma Nueva York de 1967 que vio nacer a The Velvet Underground. Danny Taylor (percusión) y Simeon (todo lo demás) no eran, desde luego una banda al uso. Su fama de excéntricos y su absoluto caracter experimental hizo que no fueran muy apreciados en su tiempo. El alma era sin duda Simeon, un personaje muy especial que había creado un instrumento electrónico, llamado como él mismo, que sería la marca de la casa durante su breve historia artística. Consistía en un extraño artefacto compuesto por osciladores de sonido y ochenta y seis conmutadores manuales que producían los sonidos electrónicos más sorprendentes escuchados hasta el momento. El mecanismo era accionado con las manos, los pies e incluso con los codos y las rodillas. Salvando la distancias, podría considerarse el simeon como un primitivo sintetizador.

Sólo grabaron dos trabajos, su debut ‘Silver Apples’ (1968) y ‘Contact’ (1969), pero quizás sea la banda que, siendo más desconocida, ha influido a más artistas en todas las décadas siguientes. En los setenta al movimiento del krautrock alemán e indirectamente al embrión de lo que sería después Kraftwerk, en los últimos setenta y primeros ochenta a bandas como Joy Division y sus herederos, y en los noventa al indie de factura electrónica (Stereolab o Broadcast, por citar los ejemplos más «luminosos»). En la actual década son citados por Portishead como una influencia decisiva en su reciente trabajo ‘Third’ (2008).



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