El Walkman, treintañero y obsoleto
El 1 de julio de 1979, Sony puso a la venta en el mercado japonés el primer Walkman, el TPS-L2. Aquel modelo inauguraría una serie de exitosos aparatos y un nuevo concepto: llevar la música a todas partes. Un concepto que llega hasta nuestros días con sus herederos naturales los reproductores mp3. Este primer y legendario Walkman, una caja plateada, azul, fue sólo el primer paso… O quizás el segundo, porque hay cierta polémica sobre el origen de esta idea revolucionaria. En 1972, el inventor germano-brasileño Andreas Pavel desarrolló el Stereobelt (el «cinturón estéreo»), que patentó en 1977. Aunque Pavel ofreció su invento a algunos de los principales fabricantes de electrónica de consumo de la época (Philips, Grundig y Yamaha), estos lo rechazaron asegurando que nunca nadie se pondría auriculares en público para escuchar música. Un error antológico. Sony le copió, aunque no lo reconoció hasta 1986. Desde entonces el inventor recibe royalties por cada Walkman vendido, pero nunca consiguió que se le reconociera la autoría del sistema. La compañía japonesa llegó en 2003 a un acuerdo extrajudicial (supongo que multimillonario) para terminar con el litigio.
Sony consiguió lo que las compañías a las que visitó Pavel con su Stereobelt no veían claro. Hoy nos parece de lo más normal. Todo el mundo lleva cascos por la calle, pero en 1979 ponerse un auricular de diadema en público a la vista de todos era algo inaudito. Por supuesto sólo era algo cultural. Tras una enorme campaña de marketing, en unos pocos años comenzaron a verse a lo largo y ancho del planeta a practicantes de footing y a paseantes con esos auriculares y un cordoncito conectado a una caja.
Yo tuve mi primer Walkman Sony en 1990. Era un aparato de lo más sencillo. No tenía sintonizador de radio y su tamaño era bastante reducido, prácticamente del tamaño de las cassettes. Lo tuve conmigo muy poco tiempo, aunque le di un uso intensivo. Al año siguiente me compré otro Walkman Sony, esta vez con radio. Unos años después me pasé a Aiwa, un aparato muy bueno y robusto que me acompañó hasta que tuve mi primer reproductor mp3 en 2001. De hecho lo seguí utilizando para escuchar la radio hasta hace cuatro o cinco años.
Visto con ojos de 2009, el Walkman de cassette estaba lleno de incovenientes. A la ya escasa calidad de sonido de las cintas había que unirle su gran consumo eléctrico puesto que tenía que mover un motor con todas sus partes mecánicas. Y es precisamente la mecánica lo que lo hacía mucho más frágil y sensible a los golpes que los actuales reproductores mp3. En ocasiones, las cintas se reproducían más lentamente de lo normal por falta de fuerza en el motor (sobre todo las de 90 minutos, que tenían que soportar más arrastre). Personalmente era una cosa que no soportaba y uno de los motivos por los que dejé de escuchar cassettes en el Walkman y a cogerles un poco de manía.
Buscando en la hemeroteca de La Vanguardia, me he econtrado con un curioso artículo publicado en el ejemplar del día 17 de marzo de 1981 y que se titulaba «Con la música en la oreja» y con el llamativo subtítulo de «El estéreo del bolsillo, la nueva moda en todo el mundo occidental»:
Con la invención de este curioso «gadget», la industria japonesa ha desatado una verdadera revolución, probablemente sin proponérselo. En principio se trata simplemente de la puesta a punto, evolucionada, de un aparato lector de cassettes, de bolsillo, conectado a un auricular ultraligero. Todo ello miniaturizado al máximo y capaz de llevar directamente al oído, en estéreo, la clase de música que elija el usuario, sin que trascienda el sonido al exterior. Y tan perfectamente logrado que es una auténtica joya de la técnica sonora.