‘Vete y Vive’
Viendo los primeros minutos de ‘Vete y Vive’ me temía que me enfrentaba a otra película más de falsa compasión y ONGs de diseño en plan ‘Babel’, pero afortunadamente no dejé de verla y seguí adelante. No me arrepentí, porque esta producción franco-israelí dirigida por el rumano afincado en el país galo Radu Mihaileanu en 2004, a pesar de su convencional comienzo, consiguió atraparme e interesarme ofreciendo muchos momentos de buen cine. No en vano, Mihaileanu ha realizado también otras excelentes y muy recomendables películas como la genial ‘El Tren de la Vida’ (1998).
El tema que nos propone es bastante original y creo que nunca antes se había mostrado en una película. Los falashas (exiliados en amárico) son etíopes (y por tanto de raza negra) pero de etnia judía. En 1984, el gobierno Israelí con la colaboración de los Estados Unidos llegó a un acuerdo con Etiopía para que aquellos que lo desearan pudieran regresar al país hebreo como judíos de pleno derecho y dejaran de vagar por un país que los perseguía. Se llamó Operación Moisés. La vida de los falashas en Israel no fue nada fácil, con graves problemas de integración y con el rechazo de los judíos más ortodoxos que no los consideraban como auténticos judíos.
En el caso concreto de ‘Vete y Vive’ se cuenta la historia de un niño que se hace pasar por judío para poder escapar de la miseria y el hambre en su campo de refugiados. Abandona a su madre y se encamina hacia una aventura en un mundo nuevo donde vivirá en sus propias carnes el racismo y la intolerancia religiosa. A lo largo de una década y media de estancia en Israel tendrá una sola obsesión: reencontrarse con su madre.
Mihaileanu es un maestro en conmover al espectador y llevarlo a su terreno. Es muy fácil empatizar con los protagonistas y nunca utiliza trucos baratos. Es, en ese sentido, una película sencilla y honesta, sin grandes pretensiones ni políticas ni artísticas. Lástima que el trabajo de los actores no sea todo lo bueno que requiere una cinta de esta envergadura. La película lleva implícito un alegato contra todos los tipos de intolerancia, pero en ningún caso es ese el objetivo del film, sino más bien pasar dos horas y pico agradables frente a la pantalla, aprendiendo y disfrutando de una obra notable.