Medidas de seguridad tranquilizadoras
De nuevo se repite la misma historia. Alguien es capaz de burlar las medidas de seguridad antiterroristas y consigue subir a un avión con explosivos. Una vez en vuelo, el presunto suicida intenta en vano activar su carga. De nuevo, el mundo se ha librado de una tragedia. De nuevo el presunto terrorista es un hombre culto y con dinero, esta vez nigeriano, o sea, de piel negra. Y la próxima vez quizás sea blanco. Las formas y la técnica del terrorismo del siglo XXI son casi infinitas, o al menos pueden serlo. Y mientras, algunos estados proponen medidas que, lejos de ser eficaces, tranquilizarán a los pasajeros y a la opinión pública y crearán una ilusión de seguridad hasta que se produzca un nuevo atentado o intento de atentado. De nuevo todo se pondrá en duda, se aumentarán las medidas de seguridad y así sucesivamente. Se entrará en una espiral de paranoia de la que ya vemos su comienzo. Todo será en vano.
Los escáneres de última generación que han comenzado a instalarse ya en algunos aeropuertos pueden detectar cualquier objeto sospechoso que se encuentre adosado al cuerpo, pero jamás podrán detectar las intenciones terroristas y suicidas de quien puede hacerse con los mandos de un avión y lanzarlo contra cualquier objetivo. De hecho, la última generación de atentados es de ese tipo. No utilizaron explosivos. En cambio, donde sí se usaron explosivos fue en los desgraciados atentados del 11 de marzo de 2004 en los trenes de Cercanías de Madrid. Con buen criterio, las autoridades no reforzaron las medidas de seguridad en las estaciones de tren ni se instalaron escáneres que desnudaban a los pasajeros. Y entonces fueron 192 víctimas mortales. Las acciones terroristas, sin embargo (y afortunadamente), no se han repetido.
¿A dónde quiero llegar con todo esto? A que son infinitamente más importantes y más eficaces los servicios de inteligencia (nacionales e internacionales) y la investigación policial que las supuestas medidas de seguridad tan visibles en algunos medios de transporte. Esta implantación no es más que un fracaso de aquellos. Una medida de impotencia que no impedirá que en el futuro puedan producirse nuevos hechos que ojalá jamás ocurran.