‘Oorlogswinter’
Comentaba cuando vi ‘Tobruk’ que la estética de las superproducciones a la europea casi nunca suele gustarme. Al igual que en sus homólogas norteamericanas, estas grandes producciones pecan siempre (casi siempre) de pretenciosidad, de humo que no nos deja ver la verdad del cine, o sea el guión y los actores. Despues de visionar ‘Oorlogswinter’ (algo así como ‘El Invierno de la Guerra’), la sensación es un poco esa. Se trata de una producción holandesa de 2008 dirigida por Martin Koolhover que sigue los patrones narrativos y estéticos más convencionales e inofensivos, siguiendo a pies juntillas los manuales ortodoxos del cine. No en vano se trata de una de las películas seleccionadas por la academia del cine de aquel país para postularse como candidata para recibir el Oscar a la mejor película de habla no inglesa de este año. Y es que ‘Oorlogswinter’ parece ideada precisamente para eso.
Segunda guerra mundial. Enero de 1945. Michiel es un niño que vivirá de cerca la guerra al ocupar el ejercito nazi el pueblo holandés en el que vive junto a su familia. Su padre, el alcalde, intentará ayudar por todos los medios con sus influencias a los vecinos frente a la amenazante presencia alemana. En este conexto aparece Jack, un piloto de la RAF cuyo avión se ha estrellado en un bosque cercano a causa del fuego alemán. Michiel tomará contacto con él e intentará ayudarlo moviendo los hilos de una débil y precaria resistencia. Pero evidentemente, el intento de mantener oculto a Jack le traerá muchos y graves problemas.
Si hay que destacar algo de ‘Oorlogswinter’ es la perfecta ambientación, sobre todo a la hora de reflejar los bonitos (y también angustiosos y terribles) bosques nevados holandeses. También el trabajo de los actores puede considerarse impecable, especialmente el niño protagonista. Pero a partir de aquí asistimos a una sesión de cine convencional, con algo de tensión pero sin demasiado nervio. Es entretenida, pero con unos giros de guión tan forzados como poco creíbles. Una película curiosa y que se deja ver si no somos muy exigentes.