En Barcelona (VIII): Raval multiétnico, paseo entre tumbas y cena en Les Quinze Nits
Esa noche teníamos planeado salir a cenar a Les Quinze Nits sin que nos desanimara la cola bastante voluminosa que se formaba casi de continuo a la entrada. Para llegar a Las Ramblas cruzamos por el Carrer Nou de la Rambla, una calle que comienza en la Avenida del Paralelo y que en tiempos debió ser sórdida, pero que ahora parecía bastante transitada, y hasta hay una comisaría de los Mossos d’Esquadra. Recordé que a apenas dos calles de allí se sitúa la acción del estupendo documental de José Luis Guerín “En Construcción” que narra la transformación del barrio del Raval, contada por boca de los operarios, albañiles y los vecinos del barrio directamente afectados. De hecho, el campanario del monasterio románico de Sant Pau del Camp, uno de los puntos de referencia del documental, la podíamos ver desde la ventana del hotel, aunque cubierto por una malla verde de obra.
A un lado y a otro montones de establecimientos de kebaps, djawarmas y tiendas especializadas en comida árabe, paquistaní y otras delicias africanas u orientales. También alguna que otra tienda de diseño informal pero de decoración muy cuidada y exquisita. Por sus aceras transita gente de todo tipo: locales, inmigrantes con sus túnicas blancas y gorros al estilo paquistaní, y turistas, muchos turistas. Poco antes de desembocar en Las Ramblas está el Palacio Güell de Gaudí, pero cubierto por unos paneles de obra, señal inequívoca de que está prevista su restauración en breve. El portal, que es lo más interesante del edificio, no lo pudimos ver.
Nuestra llegada a Les Quinze Nits tuvo que esperar un poco. Aún queríamos recorrer algunas callejuelas de la Ciutat Vella para ir a la Plaza de la Villa de Madrid, donde hace unos años se descubrió un cementerio romano de los siglos I al III. El ayuntamiento ha tenido una buena idea dividiendo la plaza en dos niveles. El superior, que es la línea del suelo actual, y el inferior, donde puede verse una vía sepulcral con tumbas a ambos lados. Esta vía es transitable, pero el acceso estaba provisionalmente vallado. De todos modos si os pasáis por aquí os sorprenderá. Y si lo hacéis cuando ya ha oscurecido, mucho más.
El camino para llegar a la plaza también fue una pequeña aventura. Saliendo desde la Plaza Real, e intentando caminar en dirección paralela a Las Ramblas, el entramado estaba formado por un laberinto de pequeñas placitas con terrazas y callejones oscuros (al estilo de lo que ya habíamos visto en días anteriores) que daban un poco de miedo. Por alguno de ellos ya habíamos cruzado otros días. Nuestra ruta discurrió por las calles de Ferrán, Raurich, Plaza de Sant Josep Oriol, Plaza del Pi, Petritxol, Portaferrissa y d’En Bot.
Ya de vuelta nos pusimos a la cola. Pero apenas estuvimos un par de minutos. Un camarero rápidamente nos pregunto si queríamos cenar dentro del restaurante o en la terraza. La pregunta nos hizo dudar un momento, pero elegimos dentro. Fuera no había sitio y suponíamos que la espera sería más larga. El local era agradable, amplio y bien decorado. Las camareras, de una raza oriental casi indeterminada eran simpáticas aunque les costaba entendernos. El tipo de cocina de Les Quinze Nits es mediterránea y combina todas las tradiciones culinarias del Mare Nostrum, desde el pescado hasta las carnes pasando por la pasta o los vegetales. Todo con una elaboración bastante correcta y una presentación excelente. Coincidimos en que la calidad-precio era buena, aunque quizás las raciones servidas de alguno de los platos eran un poco escasas.
Tras una agradable sobremesa bajamos a tomarnos algo en la cervecería Canarias, donde estuvimos dos días antes. Para no variar estábamos exhaustos y ya empezábamos a soñar con la cama. En medio de una repentina y fugaz lluvia tomamos el camino del hotel.
NOTA: No, hoy no hay fotos. Durante ese tiempo no hice ninguna.