Visita del Papa a España: No mezclemos las cosas
Tengo la impresión personal de que la religión (sea cual sea esta) ha ganado territorio e importancia en las últimas dos o tres décadas a nivel mundial. Los diferentes credos se han enarbolado como seña de identidad de un pueblo, de un territorio o de una forma de entender el mundo. En Europa es algo evidente. Se recupera el cristianismo frente a las religiones importadas, principalmente el islam. Muchos establecen la peligrosa dualidad cristianismo=mundo desarrollado occidental y islamismo=bárbaros que vienen de fuera. En este sentido no distaría mucho del comportamiento de «occidente» en otras y aciagas etapas de la historia. Pero por lo visto nunca vamos a aprender.
Pero no nos salgamos del asunto que ha provocado esta reflexión. La visita del Papa a Santiago de Compostela y a Barcelona ha levantado la polémica en unos y en otros. En muchos casos es una polémica interesada y se mezclan (intencionadamente o no) conceptos que nada tienen que ver. La llegada de cualquier personalidad de importancia planetario es siempre bienvenida. Su influencia proyectará los lugares por donde pase en todo el mundo. Como dijo Jordi Hereu, alcalde de Barcelona, es una cuestión de publicidad. En el caso de Benedicto XVI no podía ser menos. El Estado y el resto de los poderes públicos han de garantizar con todos los medios a su alcance que el desarrollo de este evento se produzca con la mayor normalidad posible, encargándose de la coordinación y, sobre todo (mucho más cuando prevén grandes masas de personas) de la seguridad. Todo ello al margen del tipo, ideología o cariz de la personalidad visitante.
En el caso del Papa, nada tiene que ver la aconfesionalidad del Estado para que el Gobierno y los demás organismos se vuelquen para que todo salga como está previsto. Como es el caso, Ratzinger no llega a España como jefe de estado, sino como líder de la Iglesia Católica. Pienso que el Gobierno no está obligado a asistir a ninguno de los eventos que se celebren (yo desde luego no lo haría). No importa que pertenezcan a un estado tradicionalmente católico, ni que se tire de estadística diciendo que el 73% de los españoles lo sea. Eso, si queremos separar Iglesia y Estado, no puede ser un argumento. Cada uno que profese la fe que crea conveniente, que el Estado ha de ser neutral ante todas ellas (o favorecerlas del mismo modo a todas como dice la Constitución).
Otro tema polémico es el de las protestas antipapales. Y no entiendo por qué. Ejercer la libertad de expresión es poder manifestar cualquier idea siempre que no atente contra la dignidad o el honor. Es verdad que esa línea es muy borrosa y dada a las interpretaciones. Por supuesto, también entra dentro de ese derecho criticar a los que critican. Es parte del juego. La clave de todo ello está en el respeto mutuo y en criticar con argumentos comprobables. Pero eso es ya mucho pedir, sobre todo para algunos…
Yo no estoy ni a favor ni en contra de la visita. Como dije antes, es un hecho importante, pero nada más. Ni lo seguiré por televisión ni le dedicaré más tiempo. Para mí no es más que un acto religioso y, como agnóstico, no me produce rechazo, sino más bien indiferencia.