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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
17 de noviembre de 2010

La productividad de los funcionarios

La noticia sobre la posibilidad de relacionar salario de los funcionarios a su productividad ha caído sorprendentemente mal entre nuestro colectivo. Me sorprende porque es una medida que ya contiene el Estatuto Básico del Empleado Público, aprobado en 2007. Bajo el concepto de «evaluación del desempeño», el artículo 20 dice lo siguiente:

1. Las Administraciones Públicas establecerán sistemas que permitan la evaluación del desempeño de sus empleados.
La evaluación del desempeño es el procedimiento mediante el cual se mide y valora la conducta profesional y el rendimiento o el logro de resultados.
2. Los sistemas de evaluación del desempeño se adecuarán, en todo caso, a criterios de transparencia, objetividad, imparcialidad y no discriminación y se aplicarán sin menoscabo de los derechos de los empleados públicos.
3. Las Administraciones Públicas determinarán los efectos de la evaluación en la carrera profesional horizontal, la formación, la provisión de puestos de trabajo y en la percepción de las retribuciones complementarias previstas en el artículo 24 del presente Estatuto.
4. La continuidad en un puesto de trabajo obtenido por concurso quedará vinculada a la evaluación del desempeño de acuerdo con los sistemas de evaluación que cada Administración Pública determine, dándose audiencia al interesado, y por la correspondiente resolución motivada.
5. La aplicación de la carrera profesional horizontal, de las retribuciones complementarias derivadas del apartado c del artículo 24 del presente Estatuto y el cese del puesto de trabajo obtenido por el procedimiento de concurso requerirán la aprobación previa, en cada caso, de sistemas objetivos que permitan evaluar el desempeño de acuerdo con lo establecido en los apartados 1 y 2 de este artículo.

Ahora bien, la aplicación de metodologías que midan el desempeño de las activades propias del funcionario no parece sencilla. Es evidente que han de cumplirse ciertas condiciones como son la imparcialidad y la objetividad. Los parámetros han de ser evaluables cuantitativamente, cifras objetivas, y también cualitativamente, aspectos subjetivos, medidos quizás por un equipo externo a través de algún tipo de examen de conocimientos administrativos. A la hora de ser productivos ha de contar la preparación adicional del funcionario y sus habilidades.

Otra de las polémicas es la de los horarios. Yo siempre estuve en contra de considerar como un parámetro más para medir la productividad el cumplimiento de los horarios. Por una razón evidente: más horas en la oficina no significan más trabajo. Al contrario. Una jornada laboral excesiva puede provocar un alargamiento excesivo de las tareas a cumplir. También está claro que va en contra de las tendencias sobre conciliación laboral y familiar. Pero nada de esto sirve si no hay un claro compromiso de los superiores (que, por supuesto, también habrán de ser evaluados). Además de organizar y coordinar el trabajo del departamento, habrá de ser la primera instancia de medición de la productividad. Aquel que está más cerca es que más certeramente puede evaluar. Aunque siempre existirá un factor subjetivo o de simpatías que distorsionen los resultados.

Es obvio que organizar un sistema de evaluación no es sencillo ni rápido si lo queremos hacer con un mínimo de rigurosidad. Y un parámetro del que puede depender nuestro sueldo ha de serlo. Eso no significa que no pueda hacerse. En otro orden de cosas, tampoco hemos de olvidar que el dinero no es el único incentivo posible para incrementar la productividad o el buen funcionamiento de un departamento (si es injusto puede ser claramente perjudicial). Existen métodos para motivar a un equipo de trabajo que va más allá de lo monetario (ya sean reconocimientos laborales personales, facilidades o descuentos en servicios públicos, días de permiso, etc) y que arrastren a un grupo a querer superarse día a día.

Lo malo es que, si llega a implantarse, lo más probable (visto lo visto) es que no se haga bien, que sea injusto, mal medido o falseable. Eso sí podría acabar con la función pública. Veremos, si finalmente se implanta algún sistema, como resulta. Sería importante acercarnos a cómo lo hacen otros países de nuestro entorno, sobre todo Francia, de gran cultura funcionarial y un régimen similar al español.



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