Contra las nuevas medidas de ¿seguridad? aeroportuaria
El tema de la seguridad aérea y las medidas antiterroristas ha sido actualidad en los últimos días. Bueno, realmente en los últimos años. Desde el 11-S las autoridades, sobre todo anglosajonas, comenzaron a tomar una serie de medidas que rozan lo paranoico. El último episodio de esta lucha absurda es la rebelión de algunos pasajeros contra la nuevas normas de la TSA (Transport Security Agency, el organismo estatal encargado de la seguridad de los aeropuertos estadounidenses) que incorpora cosas como el famoso escáner corporal. Bajo la denominación de Opt Out Day, los ciudadanos se organizaron a través de una página web para negarse a pasar por el escáner.
Lo cierto es que no sabemos ya a dónde se llegará. Probablemente el siguiente paso es un aparato que nos lea la mente para ver si tenemos intenciones terroristas. Recordemos que los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York no se realizaron con explosivos. Contra las intenciones suicidas de un terrorista no existe ningún medio de detección.
En cuanto al escáner corporal, creo que es una magnífica manera de derrochar el dinero por parte de las administraciones y un negocio redondo para los fabricantes. Pronto quedarán obsoletos porque se descubrirá una nueva amenaza que estos aparatos no detectan. Siempre se irá por detrás. A este respecto, en el Diario de América (aunque es un diario de tendencias republicanas) me encuentro con un artículo bastante acertado publicado el pasado día 24:
«Hay una naturaleza en constante evolución de los planes terroristas», decía Pistole [John Pistole es el director de la TSA] al Comité de Interior del Senado. «Está claro que tenemos que ir un paso por delante de los terroristas».
¿Un paso por delante? No es así como funciona la TSA. Los objetos con hojas o cortantes entre el equipaje de mano quedaron prohibidos tras el 11 de Septiembre, así que Richard Reid embarcó en el vuelo 63 de American Airlines con un explosivo adaptado en su zapato. El pasaje desde entonces ha tenido que quitarse los zapatos para superar la seguridad, así que a los terroristas de Heathrow en 2006 se les ocurrió el plan de utilizar explosivo líquido. La Agencia respondió limitando los líquidos a pequeños envases precintados dentro de bolsas de mano, pero entonces Abdulmutalab introdujo explosivo en polvo oculto en su ropa interior. Ahora son las exploraciones o palpaciones hasta de las regiones más recónditas del pasaje por parte de la Agencia de Seguridad del Transporte, de forma que terroristas afincados en Yemen ocultaron explosivos en el interior de cartuchos de impresora y los enviaron por correo ordinario a direcciones de Chicago. La TSA respondía rápidamente anunciando que «los cartuchos de tinta y los tóner de un peso superior a las 16 onzas quedan prohibidos a bordo de la aviación comercial tanto entre el equipaje facturado como entre el equipaje de mano». ¿Quién viene estando un paso por delante de quién exactamente?
Por tanto, lo que parece es que todas estas medidas son de cara a la galería. Estos gestos a muchos ciudadanos les dan una sensación de (falsa) seguridad. Muchas veces el terror a sufrir un atentado a bordo de un avión puede con todo lo demás y nos entregamos sin condiciones a aquello que se nos imponga. Pocos son los que reflexionan sobre estos temas y muchos menos los que toman medidas razonables y no se dejan llevar por esta oleada de sinsentidos.