Top Gear estuvo en una España vacía
Aunque probablemente todos los aficionados a este programa británico sobre automóviles ya lo sepan, e incluso hayan estado durante el rodaje del capítulo, Top Gear dedicó el segundo episodio de la vigésima temporada a recorrer desde Gibraltar hasta (casi) Madrid. Con su peculiar humor e imaginación –que ha cautivado incluso a quienes no somos muy aficionados a este tipo de programas–, Jeremy Clarkson, James May y Richard Hammond se ha paseado en «superdeportivos asequibles» por el aeropuerto de Ciudad Real, por un par de urbanizaciones recién construidas pero sin habitantes y por alguna que otra autopista ruinosa que nadie utiliza.
La imagen de España para los británicos es la de la crisis financiera, la del despilfarro y la urbanización desaforada, la de las infraestructuras brillantes pero ya insostenibles. En realidad bastante fiel a lo que vivimos. Me ha sorprendido que no hayan caído en los tópicos (bueno, la horrible paella de May) y hayan mostrado a España no como un país atrasado (que en muchos aspectos lo es y podían haber hecho mucho daño por ese camino) sino como uno moderno aunque ruinoso.
Digo esto porque famosas son las polémicas que Top Gear tuvo a su paso por México –con incidente diplomático incluido– o más recientemente por Italia (todavía recuerdo al gruista vago o los baches de las calles de Roma). Creo que resulta injusto tomarse tan en serio estas críticas. Ellos mismos no dejan títere con cabeza cuando hablan de las tradiciones inglesas y de su industria del automóvil. Son los primeros en criticar, a veces ferozmente, a su propio país.
Pero volviendo al tema de España: ¿Se habrá cambiado en el imaginario mundial a los toreros y las sevillanas por ladrillos y pistas desiertas?