Santa Maria in Cosmedin de Roma
Lo malo de no ir suficiente informado a visitar lugares históricos es que a la vuelta uno se arrepiente de no haber profundizado más en esa visita. La iglesia de Santa Maria in Cosmedin es una de las más populares de Roma, pero no precisamente por lo que atesora en su interior, ni por su arquitectura. En una de las paredes de su pronaos se encuentra desde el siglo XVII la tapa de cloaca más famosa del mundo, conocida como la Bocca della Verità (Boca de la Verdad). Cada día cientos de turistas meten la mano en su boca desgastada esperando no ser mordidos por sus mentiras.
Cuando estuvimos, no pasamos de ser uno más en la cola, a la que llegamos justo en el límite de la hora de cierre. Tras la foto de rigor entramos en el templo para salir por la sacristía, que hacía las veces de tienda de recuerdos. Pero en ese breve trayecto nos fijamos en su interior. No era, desde luego, como las otras iglesias que habíamos visto. Más nos recordaba a una sinagoga, como las que habíamos visto en Toledo, con un artesonado de madera y unas paredes sin apenas decoración. Estaba bastante oscura y no nos detuvimos demasiado. La tienda/sacristía estaba presidida por un antiguo mosaico del siglo VIII que, según se contaba, provenía de la vieja basílica vaticana de San Pedro.
Pero había un par de cosas más que a priori no encajaban. Los vigilantes que controlaban la cola del exterior, donde se agolpaba todo el mundo, tenían aspecto y nombres árabes, según podíamos leer en sus acreditaciones. También el letrero de «Templo Católico de Rito Griego Melquita» llamó nuestra atención. Era evidente que no estábamos ante una iglesia más de Roma. Ya en el hotel buscamos por internet y encontramos una entrada dedicada a la Iglesia Greco-Católica Melquita. Se trata de una antigua secta cristiana oriental escindida durante varios siglos (desde 1052 hasta 1829) del catolicismo oficial. En la práctica es un fósil viviente de la antigua religión cristiana de rito bizantino, pero no ortodoxa, sino católica. Su origen está en Siria y Egipto y uno de los idiomas litúrgicos, además del griego o el latín, es el árabe. Es posible que los cuidadores provinieran de alguno de estos lugares. Es, en definitiva, una de las iglesias católicas orientales que aún se mantienen con un millón y medio de fieles aproximadamente.
Además, por lejano que nos parezca, tiene cierta relación con España. Según la Wikipedia: «La iglesia Melquita y a la cabeza su Patriarca es además Protectora de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, Belén y Nazaret cuyo Gran Maestre es en la actualidad Francisco de Borbón y Escasany, V Duque de Sevilla.»
Por último, una cita literaria. Santa Maria in Cosmedin aparece en la novela ‘El Último Catón’, de Matilde Asensi:
—¿Santa María in Cosmedín? —preguntó Glauser-Röist, poniendo cara de no saber de qué le estaba hablando.
Farag sonrío.
—¡Es increíble! —dijo—. ¿Hay un templo en Roma que tiene un nombre griego? Santa María la Bella, la Hermosa… Creí que aquí todo sería en italiano o en latín.
—Increíble es poco —murmuré, paseando arriba y debajo de mi pequeño laboratorio—, porque, además, resulta que es una de mis iglesias preferidas. No voy tan a menudo como me gustaría porque queda lejos de casa, pero es el único templo de Roma en el que se celebran oficios religiosos en griego.
—No recuerdo haber estado allí nunca —comentó la Roca.
—¿Ha metido la mano alguna vez en la «Boca de la Verdad», capitán? —le pregunté—. Sí, ya sabe, esa efigie terrorífica cuya boca, según dice la leyenda, muerde los dedos de los mentirosos.
—¡Ah, sí! Claro que he visitado la «Boca de la Verdad». Es un lugar imprescindible de Roma.
—Bueno, pues la «Boca de la Verdad» está situada en el pórtico de Santa María in Cosmedín. Gentes de todas partes del mundo descienden de los autocares que abarrotan la plaza de la iglesia, hacen cola en el pórtico, llegan a la efigie, meten la mano, se hacen la foto de rigor y se van. Nadie entra en el templo, nadie lo ve, nadie sabe que existe, y, sin embargo, es uno de los más hermosos de Roma.
—«El templo de María está bellamente adornado» —recitó Boswell.