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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
6 de julio de 2010

San Pedro 2010: Preocupante degradación

Cada año que pasa me parecen peor. Ya escribí el 30 de junio de 2009 un artículo acerca del nuevo «estilo» que el Ayuntamiento de Zamora quería imprimir a las Ferias y Fiestas de San Pedro convirtiéndola en un villorio de tres al cuarto. Ese estilo pasaba por fomentar la creación de peñas, una forma de animación barata y fácil, donde (y esto no está mal del todo) se fomentaba la participación de los propios ciudadanos en la organización de la fiesta, pero que también ofrece una pobre imagen de la ciudad a los turistas y a los que un día nos tuvimos que marchar fuera pero que siempre volvemos por estas fechas.

La degradación –y esta vez no sabemos si es por la crisis o por otra cosa– es galopante y preocupante. No sólo por el asunto de las peñas, sino también por la dudosa calidad de las actuaciones musicales, de las verbenas y del resto de eventos, algunos con una participación más bien escasa. A pesar de que aquí en Cáceres las cosas no son tampoco muy bollantes, sí que han ofrecido eventos fuera de sus fiestas más que interesantes o muy originales. Muchos de ellos podrían copiarse y ofrecer algo de aire fresco. Como digo siempre, no es un tema de dinero, sino de imaginación y de creatividad.

Y algo que a mí me ha causado muy mala impresión es la inclusión de marcas privadas dentro de los eventos de las fiestas, convirtiendo estos acontecimientos en campañas publicitarias. Es lo que ha ocurrido con la actuación del payaso Ronald McDonald en la plaza de la Constitución, el icono más reconocible de la popular cadena de hamburgueserías. Y otro año más, Cadena 100 (del grupo COPE) ha patrocinado varios eventos. Ha sido la radio oficial, a pesar de que no es, ni de lejos, la más escuchada de la ciudad (ni siquiera la emisora musical más escuchada). Por último, otros patrocinios pasan por ejemplo, por la zapatería Cien Pies, quienes también han puesto nombre a algún evento.

Visto lo visto, ¿cuánto tiempo tardaremos en ver vaquillas por las calles vareados por fornidos, borrachos y vociferantes mozos de pueblo?. Tiempo al tiempo. Y es que el «Vaca Prix» ya nos sabe a poco…

5 de julio de 2010

La sentencia del Estatuto y el «agravio» de los no catalanes

La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el recurso que en su día presentó el Partido Popular contra el Estatuto de Cataluña me ha pillado en plenas vacaciones. Tan desconectado de la actualidad estaba que no he conocido la noticia hasta dos días después. Y lo cierto es que el fallo ha sido probablemente la opción más favorable de todas las que se barajaban. Finalmente, el alto tribunal ha optado por declarar inconstitucional en parte 13 artículos y sólo uno en su totalidad. Se trata del correspondiente a la creación de un órgano autonómico para los jueces al margen del estatal. Recordemos que el recurso presentado hace ya cuatro años se realizaba ni más ni menos que sobre 114 artículos.

Al hilo de este asunto, hoy leía en El País varios artículos interesantes sobre lo que supone la forma de entender España entre catalanes y entre el resto de españoles. Su título era «¿Qué le pasa a Cataluña?» y subtitula «La sociedad catalana recibe hastiada y molesta el fallo». También muy descriptivo. En él se aluden a los diferentes episodios de incomprensión e incluso de rechazo entre catalanes y el resto de españoles. Ayer también se ofrecía también una encuesta en el mismo sentido. La postura de Cataluña no se entiende fuera de allí. Y no es cosa ya de políticos, sino de ciudadanos, del sentir a pie de calle. Eso es precisamente lo interesante (y para algunos lo grave). El dato concreto: El 61% de los catalanes considera la sentencia del TC como un agravio y el 55% del resto de España considera justo lo contrario.

Ante esto no hay fácil solución. Dos posiciones a nivel popular muy enfrentadas y que supone ya un quebradero de cabeza en la construcción de un estado y en el desarrollo de lo que se ha llamado el estado de las autonomías y que da la impresión de estar ya más que agotado. Mucho más cuando el pueblo ya no está de acuerdo con una sentencia que sin duda está escrupulosamente basada en nuestra Constitución. Los catalanes tienen todo el derecho del mundo a considerar que la Constitución de 1978 ya no sirve. El problema surge cuando el resto no piensa lo mismo. Difícil cuestión…

23 de junio de 2010

Las camisetas del mundial de fútbol de Suráfrica

Cada cuatro años las grandes marcas deportivas mundiales se frotan las manos con motivo del campeonato mundial de fútbol. Se venderán grandes cantidades de camisetas de las selecciones nacionales favoritas. Ni que decir tiene que estas son las más deseadas por las marcas. A pesar de todo muy pocas cambian. En el último mundial ya hicimos el recuento de quién llevaba qué equipación. Las diferencias no son muchas, aunque el liderazgo pasa de Puma, que ahora queda en tercer lugar, a Adidas. Desparece una marca, Lotto, y también aparecen otras que sólo visten a una selección cada una. Es el caso de Umbro, Brooks, Joma o Legea. Para los más curiosos ésta es la lista de las marcas del mundial:

  • Adidas: Sudáfrica, Argentina, Japón, España, Alemania, Francia, México, Paraguay, Nigeria, Dinamarca, Grecia y Eslovaquia.
  • Nike: Brasil, Australia, Croacia, Holanda, Portugal, Corea del Sur, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Serbia.
  • Puma: Italia, Paraguay, Uruguay, Costa de Marfil, Ghana, Camerún y Suiza.
  • Umbro: Inglaterra.
  • Joma: Honduras.
  • Brooks: Chile.
  • Legea: Corea del Norte.

En cuanto a mi camiseta favorita, tengo pocas dudas: Grecia, con su camiseta «monocroma» (sólo lleva blanco y azul) me parece un diseño discreto y a la vez elegante. Lástima que la tipografía que este año ha elegido Adidas sea horrible, con esas eles que parecen jotas invertidas. Aunque lo cierto es que tampoco Nike ha acertado con el suyo… En segundo lugar me quedaría con la de la selección de Holanda, también bastante sobria. He aquí las dos:

14 de junio de 2010

¿Es exportable el modelo económico noruego?

Ya sé que con este titular algunos pensarán que bastante tenemos con solucionar lo nuestro. De acuerdo. Pero el otro día leí un reportaje en El País sobre la economía noruega. Como sabréis, el país nórdico es el estado con el IDH más alto del mundo. Un país cuya economía está muy diversificada y donde el sector público tiene un peso claramente determinante y se encuentra presente en todos los aspectos de la vida de los noruegos y de sus empresas. Puede parecer contradictorio que, mientras el país tiene una de las reservas de gas y petróleo más cuantiosas de Europa, también sea puntero en nuevas formas de producción de energía (especialmente la eólica y la hidráulica) y produzcan toda su energía a través de estos métodos. Ya lo vimos con el caso de la central de energía osmótica, promovida por la empresa estatal de electricidad Statkraft.

Socialmente, Noruega es un país incontestable. Cuenta con todas las ayudas por parte del Estado imaginables y algunas inimaginables. Por ejemplo, a los estudiantes universitarios se les asigna una paga de unos 600 euros mensuales durante el tiempo que dure su carrera. Esa cifra aumenta si tiene que desplazarse a otro lugar del país. La inmensa mayoría de los servicios son públicos (incluso las tiendas que venden alcohol de alta graduación o Vinmonopolet son propiedad del Estado). Y por cierto, las empresas también tienen sus obligaciones para con sus empleados, como reservar el puesto de trabajo durante el tiempo necesario (a veces incluso años) a la madre que acaba de tener un hijo. Es evidente que el dinero para pagar todo eso no sale de la nada. Los noruegos tienen una presión fiscal que va del 20% para las rentas más bajas, al 50% para las más altas. Pero, y esto es una de las claves, se confía en el sistema. Tanto el Estado en los ciudadanos como viceversa.

A pesar de los muchos cambios de los diferentes gobiernos, tanto la mayoría de izquierdas (Partido Laborista e Izquierda Socialista) que ha gobernado el país la mayor parte de estos años (de hecho lo hace ahora mismo) como de derechas (Partido Conservador) han mantenido intactas todas estas políticas indiscutiblemente progresistas y sociales. Apenas ha habido cambios desde el fin de la segunda guerra mundial.

Pero, ¿Es exportable este modelo tan idílico? Evidentemente tal cual no. En el caso de España tenemos muchas cosas que los noruegos envidiarían. Más de las que nos imaginamos. La calidad de vida, nuestro particular –y desgraciadamente cada vez más precario– estado del bienestar (especialmente la sanidad), ha sido la envidia de algún que otro país. Pero también es cierto que nuestro carácter, nuestra idiosincrasia y nuestra forma de ver la vida poco o nada tiene que ver con las de aquellas latitudes. Asuntos como la corrupción, la economía sumergida, la picaresca que trata por todos los medios de engañar al Estado (porque creemos en base a falsas percepciones que éste nos engaña a nosotros), la poca cultura empresarial y, en general, la falta de criterio en muchos temas, hacen que sea muy complicado tomar iniciativas al estilo nórdico.

El Gobierno del PSOE ha intentado a lo largo de estos seis años aprobar leyes que nos acerquen a los logros sociales no ya nórdicos, sino del otro lado de los Pirineos. Los resultados han sido dispares. Leyes que fomenten la igualdad entre hombres y mujeres, matrimonio homosexual, reforma de la ley del aborto, la ley de dependencia o la de libertad religiosa son solo algunos ejemplos que han tenido sonada contestación en los sectores conservadores, muchos de ellos lastrados por un catolicismo que tiene mucha culpa de nuestro retraso social. Al hilo de esto, Noruega es uno de los países con menos apego a la religión del mundo, situándose en el cuarto lugar por detrás de Suecia, Vietnam y Dinamarca (apenas un 10% asiste regularmente a oficios religiosos) y las celebraciones de esta índole son eminentemente privadas.

Es posible que dentro de treinta, cuarenta o cincuenta años estemos preparados para adoptar medidas que realmente vayan en beneficio de la libertad de todos, del bienestar de ciudadanos y trabajadores y donde el sentido de comunidad y de solidaridad hagan de este un país algo mejor. ¿Una Utopía digna de Tomás Moro? Quizás, pero sin duda es la dirección que tenemos que seguir. Al menos mis ideales van por ahí.

8 de junio de 2010

Esperado fracaso

Todo apunta a que la huelga general que está teniendo hoy lugar entre los empleados públicos está haciendo aguas por todas partes. No hay ningún dato que indique que el paro haya sido no ya total ni masivo, sino simplemente que se haya notado en algo. Por aquí sólo algunos sindicalistas con banderas de sus diferentes organizaciones que a lo largo de la mañana han pululado de aquí para allá sin demasiado éxito. De hecho, a pesar del malestar que han provocado las medidas de recorte del Gobierno contra nuestros sueldos, no conozco a nadie que haya secundado el paro ni a nadie que conozca a alguien que hoy no haya ido a su puesto de trabajo.

Desde primera hora me estado preguntando sobre el por qué de esta baja afluencia. Las respuestas parecen bastante evidentes. Por un lado, la mayoría consideramos que la huelga es una medida inútil y que sólo sirve para perder un día de sueldo y complementos. Para alguien como yo eso supone más o menos dos meses de los futuros recortes. Pero, y esto ya no lo comparto, el principal motivo de que la huelga haya fracasado es la poca o nula confianza en los sindicatos. Las campañas que muchos medios de comunicación han vertido sobre ellos han hecho mella en mucha gente trabajadora que ya no considera a las organizaciones sindicales como sus legítimos representantes.

Por mi parte, ya sabéis que hay formas más inteligentes de protestar. La principal de ella es la huelga de consumo, que eso sí que afecta a los mercados, comprando sólo aquellos productos indispensables para la vida diaria. Adiós a los caprichos, a los gastos superficiales, a la compra de discos y libros y reducir al mínimo el gasto en ocio. Creo que si muchos siguieran como yo esta medida sería infinitamente más efectiva que una simple huelga. No es una idea mía, ya hay unos cuantos grupos en Facebook y gente como Attac ya apoya medidas de este tipo como la huelga de consumo convocada para el próximo 15 de junio o incluso un par de ellas dirigidas especificamente para que la secunden los empleados públicos. La más numerosa de ellas ya tiene más de 400 seguidores.

3 de junio de 2010

El buen títere

Parece evidente que el gobierno español ha abandonado ya definitivamente su política. Tal y como dije hace unas semanas, el temerario viraje ideológico de Zapatero y su equipo hacia la derecha se ha consumado. El último episodio es el de la reforma laboral, un eufemismo usado para el establecimiento de recortes en los derechos y condiciones laborales de los trabajadores. La habrá con o sin acuerdo de los sindicatos. Se quiera o no. Porque, no nos engañemos, el sector empresarial y los mercados financieros no aceptarán otra cosa. La parte débil, o sea la mayoría, tendrá que aceptar con lo que le impongan. Más o menos lo mismo que le ha ocurrido al propio Presidente. Las instancias supranacionales que controlan la economía mundial y dicen lo que está bien, lo que no y las cosas que gustan y las que no, ya le han dado el ultimátum. Y Zapatero, como un buen títere, obecede y dice «sí, bwana», aunque eso vaya en perjuicio de todos los ciudadanos y en beneficio de unos caprichosos intereses que deciden a su antojo si lo que ven les gusta o no. Seguro que los ricachones y los mandamases se lo repetirán de nuevo cuando se reuna en Sitges dentro del club Bildelberg.

Lo peor de todo es que casi nada de lo que hagamos tiene ningún efecto. Ni huelgas generales, ni protestas, ni manifestaciones, ni iniciativas bienintencionadas pero inútiles. La llamada sociedad de consumo sólo tiene un talón de Aquiles. Ese punto débil es precisamente el consumo. Nada puede perjudicar más a los mercados que la ausencia del consumo o su reducción drástica hasta límites de pura supervivencia. Una especie de harakiri del neoliberalismo que, está claro, nos afectará a nosotros mismos, pero que creo necesaria para provocar una reflexión.

Ahora comprendo, y casi comparto, las violentas protestas griegas contra bancos e instituciones internacionales. La desesperación no conoce límites y quizás estos actos vandálicos sirvan al menos para llamar la atención sobre una situación que poco a poco se vuelve más y más insostenible. Y a medida que, en sucesivas reformas laborales, los derechos laborales se recorten, los sueldos bajen, los despidos se abaraten, los horarios de amplien y las vacaciones se reduzcan, las cosas irán a peor. Nuestros ojos lo verán dentro de no mucho tiempo. O eso, o cambiamos de una vez las reglas del juego para que las palabras justicia, libertad y derechos humanos dejen de ser las palabras vacías en las que se han convertido, y que muchos desvergonzados pronuncian a diestro y siniestro sin rubor alguno.

2 de junio de 2010

Impresiones sobre Eurovision 2010

El pasado sábado se celebró en Oslo la edición de 2010 del Festival de la Canción de Eurovisión. Debido a mi insana y extraña afición por este evento, cuando daban las nueve de la noche estaba delante del televisor viendo y escuchando todas y cada una de las canciones de los veinticinco países participantes. Como siempre, la mayoría de los temas eran olvidables, algunos incluso insufribles y otras se prestaban al humor (aunque no fuera esa la intención de su intérprete). Pero también tuve la impresión de que hubo buenos temas, quizás mejores que otros años. Vamos, que las buenas eran mejores, o al menos más originales, frescas y acordes con nuestros tiempos. Una frescura que parecía perdida definitivamente atrapada entre el acartonamiento de esquemas pasados y caducos.

Muchos jugaron con la evidente sensación de déjà vu ochentera, como Francia o Dinamarca (ambos temas por encima de la media del festival), otros a participar con canciones compuestas por personajes de renombre, como en el caso de Serbia con ‘Ovo je Balkan’, un tema de Goran Bregović y, como en el caso de la ganadora, la alemana Lena, a convertirse en uno de los temas más contemporáneos e inmediatos presentados en Eurovision. Tanto que los más veteranos seguidores del evento, incluido José Luis Uribarri, no entendieron. ¿Ha llegado el relevo estilístico?

Pero no podía pasar por alto la gran anécdota de Eurovision 2010. Me refiero a la ya famosa intervención del espontáneo Jimmy Jump durante la actuación del participante español Daniel Diges. Son muchas las webs que explican quién es este hombre y qué es lo que reivindica. La noche del sábado apareció con una barretina en alusión a Cataluña, aunque no parece que fuera un asunto político. La intromisión provocó lo que nunca había ocurrido antes, que un concursante participara dos veces. A juzgar por el 15º puesto que obtuvo al final, esto ni benefició ni perjudicó al correctísimo Diges y a su convencional ‘Algo pequeñito’.

Y para terminar, mis favoritas (dentro de lo que cabe, por supuesto) del festival de este año. Por este orden: Francia con Jessy Matador y ‘Allez! Olá! Olé!’, Alemania con Lena y ‘Satelllite’, Dinamarca con Chanée & N’evergreen y ‘In a moment like this’ y Turquía con maNga y ‘We could be the same’.






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