‘Wendy and Lucy’ (2008) es una humilde película independiente norteamericana (esto sí es verdadera independencia y no ‘Juno’) que posiblemente no tenga una gran distribución comercial en España. Independencia es libertad para contar lo que sea de la forma que sea, lejos de los estándares de la industria. Es difícil que veamos las miserias de la América profunda de un país como los Estados Unidos, del que normalmente siempre vemos su fachada bonita y lustrosa.
La película cuenta la historia de Wendy, una chica que viaja en su coche junto a su perra Lucy hacia Alaska en busca de una vida mejor. Los problemas comienzan cuando su coche se estropea. Wendy no tiene dinero para arreglarlo. Durante un incidente en un supermercado pierde a su mascota, así que antes de continuar su camino por otros medios comienza a buscarla. Nada más sabemos de su vida, ni por qué abandonó su ciudad. A pesar de todo, la cinta transmite una cierta esperanza.
Tanto formal como narrativamente, ‘Wendy and Lucy’ no hace concesiones. No hay paisajes bonitos, no hay diálogos ingeniosos ni encuadres de cámara prodigiosos. Tampoco lo pretende. Se trata de una película mínima, dirigida con extraordinaria sensibilidad por Kelly Reichardt, y protagonizada con fortuna por la actriz de Hollywood Michelle Williams. En definitiva, es una de esas cintas incómodas pero que hay que ver. Wendy pasa a engrosar la lista de heroínas contemporáneas al estilo de ‘Rosetta’ y ‘Lilja 4-Ever’. Recomendable el artículo publicado en El País hace unos días sobre esta película y sobre el nuevo cine independiente norteamericano.
Cine y gastronomía. Dos conceptos que siempre se han llevado bien. Todos recordamos películas como ‘La Gran Comilona’, ‘Como Agua para Chocolate’ o ‘Mondovino’ entre muchas otras. En esta ocasión para hablar de ‘Estómago’ (2007), que es una comedia, hay que añadir un ingrediente siniestro. En esta coproducción italo-brasileña dirigida por Marcos Jorge, la comida es el concepto principal, que vehicula la historia y la condiciona definitivamente a través de su protagonista, un prodigio de interpretación del actor João Miguel.
Raimundo Nonato es un joven recién llegado del campo a la ciudad en busca de trabajo. Casualmente va a parar a un restaurante. Como no tiene dinero, el dueño le propone lavar los platos. Y una cosa conduce a otra. El talento natural del joven para la cocina es evidente y pronto se convertirá en el principal activo del local. Su carrera como chef irá en aumento hasta que un crimen le llevará a la cárcel. Allí hará uso de nuevo de sus armas culinarias para ganarse la confianza de sus compañeros de celda.
‘Estómago’ tiene un guión sólido e imaginativo. Una base sobre la que se construye con mucha habilidad una película sencilla y humilde en los medios, pero poderosa en su esencia. La estructura de dos hilos paralelos, uno la de los inicios de Raimundo y otro recluido ya en la cárcel, en un principio no me pareció muy acertada, pero al final tuve que cambiar de opinión… También hay que destacar el trabajo de los actores. El resultado es una convincente fábula sobre el poder de la comida y su uso despiadado como un arma de doble filo. ‘Estómago’ obtuvo la Espiga de Oro en la SEMINCI de Valladolid de 2008.
El pasado mes de octubre comentaba aquí, o más bien criticaba, todo lo que rodeaba al estreno de la película ‘Tiro en la Cabeza’ (2008) del realizador Jaime Rosales. Ahora es el momento de meterse a fondo con la película. Lo primero de todo es reconocer el valor de Rosales como narrador diferente, como desafiador de las reglas clásicas del cine. Ya lo vimos con la descarnada ‘La Soledad’ (2007), que hasta se llevó por sorpresa el Goya a la mejor película. ‘Tiro en la Cabeza’ supone un giro de tuerca más en este peculiar estilo de hacer cine. El espectador se convierte en un voyeur. En un principio podría pensarse que el punto de vista de la cámara es quizás el de un equipo de vigilancia que sigue los pasos al protagonista. Un protagonista que, si no supiéramos que es un terrorista, podría pasar por un ciudadano normal y corriente, que hace vida normal, que tiene amigos, novia… Sólo cuando llega el desenlace final conocemos el verdadero rostro del personaje.
La película está intencionadamente descuidada. La cámara siempre está fija, lejana, usando teleobjetivo y montada sobre trípode, por lo que se meten en el plano autobuses y camionetas de reparto, señores mayores, empleados de banca, que aparecen desenfocados y que a veces cubren la pantalla por completo. Otras tomas se ven completamente negras hasta que descubrimos una ventana que se enciende. También es curioso que hemos de seguir la narración sin saber en ningún caso lo que dicen los personajes. Los vemos hablar, gesticular, discutir, pero no los oímos. En su lugar se ha preservado el sonido ambiente de la ciudad o simplemente un silencio absoluto.
A pesar de todas estas limitaciones autoimpuestas, podemos seguir el transcurrir de la historia sin mayor problema y al no tener ni música incidental ni diálogos audibles, neutraliza el posible dramatismo artificioso, dando paso a un final de una naturalidad aterradora por lo realista. Mucho más impresionante que si se hubieran utilizado las reglas clásicas del drama. En definitiva, una película diferente que no todo el mundo comprenderá ni soportará, pero que se convertirá en un pequeño clásico del cine español más heterodoxo. Recomendable sólo para ojos entrenados. Por cierto, curioso trailer también, porque no tiene nada que ver con las imágenes de la película.
Esto de vender a un módico precio o «regalar» un DVD con la prensa está siendo una moda a todas luces rentable. El fuego lo abrió Público hace un año y medio los viernes con Cine Público, películas en su mayoría bastante interesantes. Sobre estas entregas ya he hablado aquí alguna vez. Después vinieron otros. El País, por un euro, incorporaba un DVD con una película de Hollywood de «serie media» los viernes y los sábados. El diario de PRISA vuelve ahora con una nueva colección que lleva anunciando desde hace unas semanas.
Bajo el título de «Que Vuelve el Erotismo», El País presenta diez películas de calidad muy desigual con el denominador común de la temática sexual. De hecho casi todas ellas estuvieron prohibidas en España durante los últimos años de la dictadura. Tal es el caso de las polémicas ‘Portero de Noche’, ‘Historia de O’, ‘Calígula’ o ‘El Imperio de los Sentidos’. Otras son menos conocidas, como es el caso de una de las primeras obras de Russ Meyer, ‘Vixen!’ o la del holandés Paul Verhoeven ‘Delicias Turcas’. La colección se completa con el ‘Casanova’ de Fellini, ‘2046’, la obra maestra de Wong Kar-wai, ‘Bolero’ y ‘Tamaño Natural’, la única obra española de la lista.
Mi opinión es que, habiendo visto la mayoría de ellas, hay un poco de todo. Las hay malas sin paliativos, mediocres (la mayoría) y algunas bastante buenas. Os recomiendo ‘Portero de Noche’, ‘El Imperio de los Sentidos’, ‘Casanova’ y, a años luz por encima de todas, ‘2046’, la mejor sin duda alguna. Tengo muchas ganas de tenerla en DVD porque en cualquier gran almacén la tienen por más de 10 euros, así que merece la pena…
Antes de ver ‘Vicky Cristina Barcelona’ ya estaba afilando los cuchillos para destripar al pobre y querido Woody. Es lo que tiene ser una figura eminente del séptimo arte. Es verdad que las últimas obras del de Manhattan no están a la altura de las circunstancias, pero no es motivo para justificar determinadas críticas que he leído por ahí y que tienen mucho más de político que de cinematográfico. Como seguidor de la obra de Allen, y después de haber visto prácticamente todas sus películas, sigo pensando que ‘Un Final Made in Hollywood‘ (2002) es su última cinta auténticamente genial.
En otras manos, ‘Vicky Cristina Barcelona’ sería una pieza digna y a tener en cuenta, pero siendo Woody quien está detrás de la cámara nos sabe a muy poco. Y eso que la película es entretenida, simpática, ágil, delirante en algunos momentos y el trabajo de los actores me ha parecido muy bueno, sobre todo los papeles de Javier Bardem y de Penélope Cruz, pero falta ese plus que maestros como Woody Allen saben agregarle para que destaque sobre el resto. Así, sin ese toque, se queda en una fantasía mediterránea con tópicos (aunque no tantos como se pudiera pensar) hecha para yanquis reprimidos. Un producto destinado a ser visto en los cines cosmopolitas de la fría ciudad de los rascacielos y que sirva de acicate para que oleadas de neoyorkinos se acerquen por la capital catalana.
En definitiva, una película alegre, sin complicaciones, bien producida, muy cuidada y que se ve bien, pero que no aporta nada nuevo a la carrera de Allen. ‘Vicky Cristina Barcelona’ nos confirma que la carrera del genio va hacia un inevitable declive. Una pena… Por cierto, el doblaje al castellano es de juzgado de guardia. Si la véis, hacedlo en versión original subtitulada.
Pocas veces una película tiene unos minutos iniciales tan angustiosos como ‘La Escafandra y la Mariposa’ (2007). El protagonista sufre síndrome de cautiverio: sólo puede mover los ojos, no puede hablar ni comunicarse con el exterior, pero está perfectamente consciente y sabe lo que ocurre a su alrededor. La cinta es una producción francesa dirigida por Julian Schnabel, un realizador bastante interesante que se llevó el galardón al mejor director del Festival de Cannes por este trabajo. Los dos conceptos centrales de la cinta son, como indica su título, la escafandra, una metáfora de la situación de aislamiento del personaje principal, y la mariposa, el contrapunto positivo, la imaginación, la capacidad intacta de creación y recuerdo.
Jean-Dominique Bauby es un fotógrafo de moda juerguista y mujeriego que sufre una embolia que lo lleva a quedar postrado en una cama, aislado del mundo exterior. No puede comer ni respirar por sí mismo. Esta nueva vida lo sumirá en el desánimo y en sus deseos de morir. Pero pronto se dará cuenta de que aún tiene muchas de sus facultades en perfecto estado y que utilizará para luchar por mejorar su estado, por hacer de esa reclusión forzada un lugar mejor. Durante esa pugna descubrirá nuevas facetas de su personalidad.
‘La Escafandra y la Mariposa’ destaca por su tratamiento visual, para mí algo gratuito, pero que no deja de ser soprender: planos descuadrados, desenfocados, distorsionados, cámaras flotantes… Pero sin duda lo mejor de la película es su guión, sólido y coherente, que sabe mezclar con habilidad y talento sueños, anhelos y fantasías con la realidad de forma que nada chirríe ni parezca forzado. Además, los toques de humor aportan distensión y refrescan una historia bastante desasosegante (impagable el episodio sobre la peregrinación a Lourdes). Y claro, el guión no es nada sin el buen trabajo de los actores, que también es sensacional, sobre todo los papeles del protagonista, Mathieu Amairic. Para terminar, en su banda sonora podemos escuchar temas de U2, Tom Waits, Velvet Underground o Joe Strummer. En definitiva, una película más que interesante.
Hay películas que con ver los diez primeros minutos es fácil saber lo que nos deparará el resto. Y la previsibilidad no es precisamente algo que me guste. Esto es lo que me ha ocurrido con ‘Riparo’ (2007), una producción italiana dirigida por Marco Simon Puccioni. Hacer cine social es más difícil de lo que pueda parecer, porque se corre el riesgo de fabricar un panfleto político o caer en los tópicos más mediocres y hacer el ridículo. Por suerte en este caso hay cosas salvables, pero también otras que no tienen un pase.
La historia que se cuenta es la de dos mujeres que forman pareja. Después de un viaje a Túnez descubren a un polizón en su coche. Se trata de un joven marroquí a la búsqueda de mejores expectativas en Europa. Deciden alojarlo en su casa y encontrarle un trabajo. La presencia del inmigrante será el detonante que destapará todos los problemas de la pareja.
Puccioni ha querido hacer una película social, y cuando digo social, es social al completo, ofreciendo todo el repertorio de cuestiones candentes de actualidad. A saber: la homosexualidad, las injusticias laborales, la inmigración… y porque el metraje es limitado, porque la cosa podía haber sido peor. El resultado es una obra que me ha parecido poco creíble, bordeando peligrosamente los peores vicios del cine denuncia, pero que al final es resultón y entretenido. Sin más.
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