Hace no mucho tiempo hablé sobre ‘Las Llaves de Casa’, una estupenda película del realizador italiano Gianni Amelio. Ahora he tenido la ocasión de ver ‘La Estrella Ausente’ (2006). Poco o nada tiene que ver una con la otra más allá del concepto del viaje como forma de conocimiento interior, de transformación. Esta transformación es más evidente aún en ‘La Estrella Ausente’.
Vincenzo es un ingeniero de altos hornos que se queda en paro tras vender sus instalaciones a unos empresarios chinos para trasladarlas a su país. Pero la fundición tiene un problema que Vincenzo detecta un tiempo después. Para solucionarlo decide viajar hasta China con una pieza de recambio para intentar repararla. Le acompañará Liu Hua, la intérprete de la empresa. Pero evidentemente China no es un país sencillo para un europeo y las cosas pronto comenzarán a torcerse. Los malentendidos y el extraño carácter de sus gentes convertirán el viaje en una odisea.
‘La Estrella Ausente’ tiene muchos aciertos y prácticamente ningún defecto. Aunque a priori pueda resultar un argumento disparatado e inverosímil (¿para qué un ingeniero en paro por culpa de una empresa china decide viajar por su cuenta y riesgo al país para subsanar un defecto en una máquina?) se revela como un gran acierto, al igual que el opaco pasado del italiano, del que no sabemos absolutamente nada de su vida anterior. Amelio retrata con impresionante maestría el tránsito a la modernidad de una sociedad tan compleja como la china. Una modernidad que tiene un precio y donde los nuevos modos de vida se abren paso a través de las grietas de una cultura milenaria. En definitiva un apasionante y alucinante viaje a las entrañas de un país todavía muy desconocido para nosotros.
Cine social. En los últimos meses han pasado por aquí muchas películas de diferentes orígenes que pueden incluirse en este subgénero. Ken Loach es sin duda uno de los mayores exponentes de este cine en Europa. O al menos lo era. Aunque ‘El Viento que Agita la Cebada’ (2006) me pareció magnífica, la decadencia de este realizador británico es más que palpable y algunas de sus últimas obras como ‘Pan y Rosas’ (2000), ‘La Cuadrilla’ (2001) o ‘Felices Dieciséis’ (2002) poco tienen que ver ya con aquellos largometrajes que removían conciencias aquí y allá. El caso de ‘En un Mundo Libre’ (2007) lamentablemente no es una excepción.
La película cuenta la historia de Angie y Rose, dos trabajadoras de una empresa de trabajo temporal que se dedica a contratar mano de obra inmigrante en sus países de origen. De buenas a primeras se ven en la calle y deciden montar una agencia de trabajo clandestina. Angie se debate entre comerciar sin escrúpulos con seres humanos para ganar dinero y su necesidad de ayudarlos de forma altruista. En cambio Rose quiere legalizar la empresa y duda de los métodos de trabajo de Angie. Pronto la empresa ilegal comenzará a tener serios problemas con las mafias…
Me ha parecido una película frívola (tal vez fría), superficial y que en ningún momento consigue engarzar un par de argumentos que conmuevan al espectador ni ninguno de sus personajes protagonistas se gana la complicidad del espectador. La sensación final es que se ha desperdiciado una buena historia, un argumento que da mucho de sí y que Ken Loach la dirige con rutinaria desgana.
A menudo visitamos en rmbit cinematografías de países lejanos o exóticos como Taiwán, Irán, Afganistán o Eslovenia. En esta ocasión rizamos el rizo con la primera película originaria de Mongolia que tengo ocasión de ver. La realizadora Byambasuren Davaa está dando a conocer la vida tradicional de su país a través de sus trabajos. Aunque residente en Alemania, Davaa se traslada hasta las estepas de su tierra natal para rodar unos largometrajes que tienen casi más de documental que de ficción. De hecho, la familia protagonista de ‘El Perro Mongol’ (2005) (rara traducción, porque su título debería ser ‘La Cueva del Perro Amarillo’) son actores aficionados que posiblemente sólo lo hayan sido para esta ocasión.
‘El Perro Mongol’ narra la historia de una familia de pastores nómadas que se desplazan por las amplias praderas de los valles de Mongolia. Su modo de vida, amenazada por la llegada del progreso y la irresistible llamada de la gran ciudad, es duro y complicado. El aislamiento entre los poblados y la escasez de seres humanos hace que la relación con los animales sea algo natural y que los más ancianos cuenten leyendas sobre ellos en las que se mezclan las creencias budistas sobre la reencarnación y las animistas.
La gran baza con la que juega Byambasuren Davaa son los niños, que son los que realmente establecen la complicidad con el público y arrancan más de una sonrisa. Porque ‘El Perro Mongol’, a pesar de todo, es una película amable y simpática y que elude siempre cualquier atisbo de dureza. Y no sólo eso, sino que esa amabilidad no resulta en ningún momento impostada. Esa es otra de las claves de la película: la naturalidad. No hay nada a lo largo del metraje que nos haga pensar que lo que estamos viendo no es un documental. Como guinda quería referirme a la estupenda fotografía, aunque con esos paisajes no es difícil… Os la recomiendo.
Muchos piensan que la vanguardia audiovisual es reciente y que es fruto de la cultura de la imagen en la que vivimos. Uno tiene que replantearse algunas de estas creencias cuando descubre trabajos como el ‘Poème électronique’ que realizaron conjuntamente el compositor de música contemporánea Edgar Varèse y el archiconocido arquitecto Le Corbusier en 1958.
Sí, 1958, cuando aquí en España nadie tenía televisor y el color, más que para experimentar, era para usarlo en las superproducciones de Hollywood. Esta pieza fue ideada para el pabellón Philips (por cierto, impresionante edificio diseñado por Le Corbusier y Iannis Xenakis) de la Exposición Mundial de Bruselas de aquel año. Durante su exhibición en el evento se colocaron 425 altavoces por todo el pabellón que acompañaban a la proyección.
La temática de ‘Poème électronique’ combina elementos de todas las épocas, símbolos, imágenes impactantes e icónicas de forma que generan en el espectador diferentes sensaciones. La pieza está dividida en siete partes claramente diferenciadas. Es una síntesis del arte, de la historia, de la tecnología que funciona como una máquina de ritmo perfecto. Como algunos expertos han dicho, puede considerarse como un precedente del pop art, de la psicodelia y, por supuesto, del videoarte.
Que Europa camina con paso firme hacia una cada vez mayor interculturalidad no es ningún secreto. Gentes de todo el mundo acuden al viejo continente para ganarse la vida, trayendo consigo sus culturas de origen. Muchas veces esa convivencia en el país de acogida no es fácil y en otras produce historias como la que trata Fatih Akın en ‘Al Otro Lado’, una producción germano-turca realizada en 2007. El propio origen de Akın está, al igual que el de otros muchos alemanes, en Turquía.
La historia de ‘Al Otro Lado’ es una historia que se narra a partir de las muertes que sufren los personajes protagonistas y entre las que pivota todo el argumento. Un profesor de universidad alemana de origen turco, su padre, una prostituta turca, su hija activista que lucha por los derechos humanos en Turquía, la amiga alemana de ésta y su madre. Todas estas vidas se entretejerán hasta componer un puzzle con el denominador común de la integración, tanto de los turcos en Alemania como de los alemanes en Turquía.
A Fatih Akın se le pueden reprochar algunos aspectos. Me ha resultado una película algo fría, con una puesta en escena excesivamente aséptica y encorsetada, bien desarrollada, pero con un argumento forzado y difícil de creer. El tema de los saltos temporales y de las vidas cruzadas me ha parecido poco original y previsible. Aún así el resultado es entretenido y sus dos horas de duración se hacen amenas. ‘Al Otro Lado’ obtuvo el galardón al mejor guión en el Festival de Cannes de 2007.
El cine británico tiene ya una larga tradición acerca de los temas sociales. Desde los tiempos del free cinema de Tony Richardson, el desarraigo, la orfandad, la violencia, la explotación ha tenido cabida en la cinematografía de las islas. En muchas ocasiones, estos argumentos tienen un fuerte carácter generacional, de defensa de una identidad propia y genuina. En ‘This is England’ nos encontramos con un ejemplo de manual. Dirigida en 2006 por Shane Meadows, se trata de un film duro que destruye estereotipos sobre el movimiento skin, sobre todo visto desde España.
Corre el año 1983. Shaun es un chico de 12 años que vive en un barrio obrero marginal con su madre. Su padre ha muerto recientemente en la guerra de Las Malvinas. Cierto día se encuentra con unos skins con los que rápidamente entabla amistad. Todo va bien hasta que un viejo amigo de uno de ellos, Combo, sale de cárcel. En seguida sus ideas nacionalistas y racistas provocarán una brecha insalvable en el grupo.
Meadows traza un fidedigno retrato de la tribu de los skinhead y de la sociedad fracturada que los rodea. Lejos de maniqueísmos, demagogia y malentendidos plantea la dolorosa ruptura ideológica entre los sharp skins (de izquierdas y antirracistas) y los nuevos skinheads (violentos y de extrema derecha). Pero a pesar de esta polarización cada vez mayor, el espectador acude también a una narración cuyos personajes están repletos de contradicciones y de matices que los hacen creíbles. El trasfondo que el director ha elegido es el de la guerra de Las Malvinas. Para nada es casual e invita a la reflexión sobre lo absurdo de la violencia institucionalizada que suponen los conflictos bélicos. Una interesante contraposición frente a la violencia marginal de barrio. Ambos producen, a la postre, una desestructuración social que sólo conduce al dolor y al odio.
Cualquier blog ultra-friki, de cultura basura, de serie Z o como lo queramos llamar que se precie ha tenido que dedicar uno de sus posts a una película de título ‘Dünyayı Kurtaran Adam’. Dicho así, a nadie le dirá nada. Ni siquera si hacemos la traducción del turco al castellano (‘El Hombre que Salva el Mundo’) nos dirá nada. Dentro de los círculos trash se la conoce como el «Star Wars turco» por su plagiante parecido con la saga de George Lucas.
Durante décadas, el cine comercial turco se alimentaba de estas versiones locales cutres de los grandes taquillazos del cine de Hollywood. El «Star Wars turco» es, por tanto, sólo la punta de iceberg. Por ejemplo, de aquella misma época data ‘Badi’, también conocido como el «E.T. turco», o ‘Seytan’ («El Exorcista turco»). Según he leído por ahí, la autarquía cultural en la Turquía de aquellos tiempos hizo que los productores locales idearan estas versiones patrias para regocijo de turcos y extranjeros.
Es relativamente fácil conseguir la película a través de descarga p2p. Yo la tengo y le he echado un vistazo rápido, pero sin enterarme de nada. Sólo puedo decir una cosa: es posiblemente la película más descaradamente mala que haya visto nunca y hace que Ed Wood parezca Stanley Kubrick. Lo de descarado viene de la afición por el plagio. ‘El Hombre que Salva el Mundo’ tiene escenas cortadas y pegadas de la Star Wars auténtica y muchos pasajes de su banda sonora son también plagios de otras superproducciones norteamericanas.
Cosas de internet: después de pasar sin pena ni gloria durante alguna década de otra, ahora la red está plagada de referencias a esta obra de culto del cine basura. No hay más que buscar por Google o por YouTube turkish Star Wars para darnos cuenta de ello. Así es como he encontrado estos vídeos:
Y no nos podemos olvidar de ‘Badi’, el «E.T. turco»:
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