El cine afgano (o sobre temática afgana) no es precisamente de los más conocidos ni de los más prolíficos de Asia, pero poco a poco y gracias sobre todo a la financiación extranjera, está comenzando a dar títulos notables. Hace unos años nos sorprendió ‘Osama’ (2003), una producción afgano-japonesa-irlandesa dirigida por Siddiq Barmak. El segundo título del país centroasiático (aunque técnicamente la película es mayoritariamente iraní y está rodada en farsi) que veo es ‘A las Cinco de la Tarde’ (2003). Quizás lo que más sorprenda es la juventud de su directora, Samira Majmalbaf, que con tan sólo 24 años ha conseguido hacerse un hueco en el difícil mundo del cine, mucho más en los países islámicos.
Majmalbaf, que ha vivido en Kabul, conoce bien las atrocidades que durante años han sufrido las mujeres bajo el yugo de los talibán. Y así lo refleja en ‘A las Cinco de la Tarde’, su penúltima película. Se cuenta la historia de Nogreh, una joven que sueña con cambiar el futuro de su país después del final de una etapa oscura. A pesar de sus sueños, mantendrá los pies en la tierra a sabiendas de que su intención de convertirse algún día en presidenta de Afganistán es eso, sólo un sueño. Viajará junto con su padre y su hermana viuda por un Kabul en ruinas, buscando algo para comer.
Majmalbaf pinta en su película un fresco repleto de contrastes. Por un lado los más tradicionalistas que añoran a los talibán, y por otro los que buscan el cambio para convertirse en un país moderno. Dos caras que, sin bien sólo quedan reflejadas tangencialmente, en realidad está implícito en muchas de las escenas del film. El otro leitmotiv es el de la hipocresía internacional, tratada con cierta ironía en una de las secuencias clave de la película, cuando Nogreh conversa en un torpe inglés con un soldado francés de la ISAF sobre política.
‘A las Cinco de la Tarde’ puede resultar algo árida para las miradas poco entrenadas y recuerda algo a las producciones de Jafar Panahi o de Abbas Kiarostami. Por eso lo mejor es olvidarnos de los prejuicios y dejarnos llevar por la historia. Al final merece la pena.
El exitoso y admirado cineasta surcoreano Kim Ki-Duk dirigió en 2006 ‘Time’. Lo que se nos presenta en esta película es una nueva fábula sobre el mundo contemporáneo, trasladado a uno de sus clásicos microcosmos, quizás menos microcosmos que en otras ocasiones (recordemos el templo de ‘Primavera, Verano, Otoño, Invierno… y Primavera’, el domicilio de un rico empresario en ‘Hierro-3’ o el barco pesquero en ‘El Arco’) ya que esta vez la acción transcurre en una gran ciudad.
Kim Ki-Duk, poético y desgarrador a partes iguales, denuncia la homogeneización de la sociedad, de los habitantes de las grandes urbes, la complejidad del mundo moderno y, una vez más, de las relaciones de pareja. A todo esto hay que unirle otra de las obsesiones de Ki-Duk: el paso del tiempo y la influencia que ejerce sobre los protagonistas de sus películas. Y todavía hay un ingrediente más: la tecnología, y cómo distorsiona el natural discurrir de la naturaleza, representado por el poder de la cirugía estética.
See-hee y Ji-woo son una joven pareja. Ante la perspectiva de que él la abandone por otra, decide someterse a una operación de cirugía para cambiarse el rostro y conseguir romper con la monotonía. Pero a él le costará aceptarla…
¿La apariencia física influye en nuestra personalidad, forma parte de ella? ¿Recoceríamos a alguien tras cambiar su aspecto? Como en un moderno teatro de máscaras, los protagonistas son ellos mismos y quienes fueron en el pasado, una pesada losa que tendrán que arrastrar siempre. Aún habiendo roto todas las fotografías, el pasado es lo que nos queda, y eso no hay bisturí que pueda solucionarlo.
Ya hace unos meses me enteré de que los estudios de cine de Hollywood quieren eliminar el grano de las ediciones en blu-ray de sus producciones. Me explicaré un poco más: todos, cuando vamos (íbamos) al cine, nos fijamos en que la textura de la película no es totalmente lisa y homogénea, sino que tiene una especie de «rugosidad». Eso es lo que se llama el grano (en inglés film grain) de la emulsión química, y es debido a los pequeños cristales de sales de plata que forma parte de la superficie fotosensible de la película. Este grano depende de muchos factores: el tipo de película utilizado (cuanto más «rápida» sea la película, o sea, menos tiempo de exposición necesite, mayor será el grano) o las condiciones de filmación (a menos iluminación, más grano) entre otras.
Con la llegada de los equipos profesionales para la filmación de cine digital (en realidad vídeo de muy alta calidad que «emula» en cierto modo la textura de la película química y su forma de procesado), este grano comenzó a perderse. No tanto en las proyecciones convencionales de cine, para las que se convierte el original digital en celuloide, sino en las conversiones a los nuevos formatos de alta definición.
Hasta la fecha, debido a la baja definición de los formatos, el «problema» del grano de la película no existía, pero en el blu-ray ya comienza a apreciarse, y parece que a algunos no les gusta demasiado. El tema es más una cuestión de gustos que algo técnico. O mejor dicho, es una cuestión de fidelidad al original. O yo al menos lo veo así. ¿Queremos una conversión más perfecta pero menos fiel al original, menos auténtica o no? De momento parece que Hollywood lo tiene claro.
El cine taiwanés se está convirtiendo, al igual que otros muchos aspectos, en el «cine libre» chino. La isla cuenta con una autonomía de hecho respecto al gigante asiático y goza de una libertad de la que no disfrutan los ciudadanos de la China continental. Esto está provocando que muchos realizadores traten aquí temas prohibidos por las autoridades. Es por ejemplo el caso de ‘Blue Gate Crossing’ (2002) dirigida por Chin-yen Yee.
La historia de ‘Blue Gate Crossing’ es la de dos amigas, Ker-rou y Yueh-chen, compañeras de instituto de 17 años. Cierto día, Yueh-chen le propone a Ker-rou que le presente a un chico que le gusta. Pero esta tarea, que en un principio puede parecer ingrata, le sirve a ésta para demostrar su amor por Yueh-chen. Con una lealtad férrea Ker-rou consigue que ambos se conozcan, a la vez que revela sus inclinaciones.
El tema de la homosexualidad femenina, muy poco tratado en el cine asiático, sale a relucir en una trama que destaca por su sutileza, por su franqueza en la exposición de un tema inicialmente tan polémico y por la búsqueda siempre de una lectura positiva. Chin-yen Yee consigue un extraño ambiente de inocencia a la vez que no renuncia a un fuerte contenido dramático. La puesta en escena es sencilla y poco o nada tiene que ver con otras producciones del extremo oriente. Se puede decir que su factura es perfectamente occidental, pero sin dejar de un lado un leve barniz poético y de cierta trascendencia que puede verse sobre todo al final de la película, cuando la protagonista se pregunta para sí misma antes del fundido a negro: «…después de 2 años, 5 años o quizás más tiempo ¿Qué tipo de adultos seremos?». En definitiva, una historia aparentemente naïf que encierra todo un mundo de complejidades y sentimientos encontrados.
No es usual que un realizador japonés «juegue» a ser francés. El caso de Nobuhiro Suwa es una de esas excepciones. Suwa dirigió ‘Una Pareja Perfecta’ (‘Un Couple Parfait’) (2005) después de otras obras como ‘2/Duo’ (1997), ‘M/Mother’ (1999) o ‘H Story’ (2001), todas ellas filmadas en Japón.
‘Una Pareja Perfecta’ es la minuciosa radiografía de un divorcio. Es así como creo que se puede definir más acertadamente. Una instantánea que deja ver el interior de los personajes principales. Y más que los paisajes exteriores, Suwa perfila con la cámara los paisajes emocionales del matrimonio protagonista, una pareja a punto de llegar a los cuarenta que decide divorciarse. Sus miedos, sus deseos y sus contradicciones se verán acentuados cuando son invitados a la boda de unos amigos.
La complejidad de las relaciones sentimentales, la soledad, las decisiones equivocadas o las falsas apariencias son algunos de los temas que pueden entreverse a lo largo del metraje. Nobuhiro Suwa se vale de un lenguaje cinematográfico como mínimo controvertido que consiste en prescindir del clásico plano-contraplano. Prefiere dejar que la escena completa fluya frente a la cámara sin cortes y sin apenas movimientos. Elimina de este modo cualquier implicación subjetiva en la trama.
Esto, que algunos pueden tildar de capricho, es quizás el gran punto débil de la película. Dispersa el dramatismo y desconcentra al espectador. De hecho, algunas de estas secuencias son intrascentes y hacen que la narración pierda fuelle. Yo diría que añade un «ruido argumental» innecesario. Sin embargo, lo que yo no considero un defecto es el tratamiento sobrio de las imágenes, carente de toda poesía visual, salvo tal vez algunas escenas que más sirven como recurso funcional que como mero ejercicio estilístico. Esta puesta en escena me parece muy acertada para el tipo de historia que se pretende contar.
‘Una Pareja Perfecta’ obtuvo el premio del jurado en el Festival de Cine de Locarno en 2005.
‘Juntos’ (2000) es el segundo largometraje del realizador sueco Lukas Moodysson. Si ya vimos hace un tiempo el impresionante drama ‘Lilja 4-Ever’, ahora he tenido la oportunidad de ver su otra faceta: la comedia. Porque ‘Juntos’ es una comedia, con toques amargos, pero una comedia. Al verla no he podido evitar recordar ‘Yo soy Curiosa’ (1967) de Vilgot Sjöman, de la que ‘Juntos’ podría ser su «nieta» cinematográfica. En el fondo se tratan los mismos temas: la búsqueda de un modo de vida alternativo, la huida de la mediocridad o la dificultad de las relaciones humanas.
La película comienza con la noticia de la muerte de Franco, que es recibida con alborozo entre los miembros de una comuna libertaria de Estocolmo. El teóricamente ideal modo de vida de los jóvenes que la habitan comienza a resquebrajarse cuando reciben a tres nuevos habitantes, familiares de uno de los miembros. Pronto saldrán a flote las rencillas y contradicciones de un sistema que dista mucho de ser perfecto.
En ‘Juntos’, Moddysson refleja el declive del idealismo hippy ocurrido a mediados de los setenta. Es sintomático que la película comience con la noticia de la muerte de Franco. Con ella se inicia el fin de una etapa política. La izquierda, incluso el comunismo se democratiza hasta integrarse en el sistema. España, el último reducto de resistencia clandestina, de izquierdas y revolucionaria se disuelve. Pero ‘Juntos’ es por encima de todo un canto a la tolerancia, al respeto al diferente y a la confianza en el ser humano.
Aunque formalmente algunos han querido ver similitudes con el movimiento Dogma, yo más bien lo veo como un homenaje, un guiño a la estética cinematográfica de los setenta con cierta pose retro. A crear este clima setentero ayudan los zooms, que harían palidecer a Valerio Lazarov, la cuidadísima ambientación y, por supuesto, la banda sonora, con muchos éxitos suecos de la época incluyendo Abba.
Al final Moodysson consigue de nuevo engancharme y encantarme con una película espontánea, directa, entrañable y muy entretenida. Vamos que es modélica en todos los sentidos y que recomiendo a todo el mundo.
A pesar de que conocemos ya muchas filmografías de realizadores coreanos, el cine del país asiático nos da todavía sorpresas muy agradables. ‘I’m a Cyborg but That’s Ok’ (2006) es una de esas sorpresas que uno se encuentra mientras busca otras cosas. El cine de Corea del Sur pasa por ser uno de los más originales y con más talento de lo que llevamos de siglo. No hay más que recordar la asombrosa obra de Kim Ki-Duk (‘Hierro-3’, ‘Primavera, Verano, Otoño, Invierno… y Primavera’ o ‘El Arco’ por ejemplo). Ahora he de añadir a este particular olimpo el nombre de Park Chan-wook. Aunque su filmografía ya es dilatada, hasta ahora desconocía su existencia. Son muchas las virtudes que las alumbran, pero sin duda por encima de todo está la sensibilidad y el talento para saber combinar drama, poesía, tecnología y los aspectos más mundanos de la vida.
Al igual que su colega Kim Ki-Duk, Chan-wook cocina sus películas combinando con sensibilidad y talento el drama, la poesía, la tecnología y los aspectos más mundanos de la vida. Los ingredientes de ‘I’m a Cyborg but That’s Ok’ (creo que aquí se tradujo como ‘Soy un Cyborg’) se mezclan perfectamente para dar un resultado mágico y que atrapa al espectador. En un principio, lo desquiciado del argumento me hizo temer un desarrollo decepcionante, pero Chan-wook sabe bien mantener el pulso narrativo, agregando fuertes dosis de romanticismo, de mala leche o de humor. Otra cosa a destacar es la interesante (y muy natural) unión entre tecnología y tradición, tan a la orden del día en Corea.
La película cuenta la historia de Cha Young-goon, una joven que, tras pasar por una infancia solitaria y traumática, cree ser un cyborg. Su madre decide internarla en una institución psiquiátrica donde conocerá a multitud de personajes extravagantes. Uno de ellos, Park Il-soon, gran jugador de ping pong, se interesa pronto por ella. Establecerán una curiosa relación repleta de fantasía.
Aparte de todo lo mencionado, el realizador Chan-wook se olvida de los complejos cinematográficos para mezclar estilos hasta confeccionar una película inclasificable, humorísticamente violenta a veces, intencionadamente dulzona otras y sarcástica siempre. Visualmente ‘I’m a Cyborg but That’s Ok’ también rompe todos los esquemas tradicionales y sorprende la audacia de muchas de sus secuencias con el mérito de que ninguna de ellas parezca forzada. Una pequeña maravilla que merece la pena ser vista.
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