El georgiano (o kartuli) es un idioma y un alfabeto (en realidad son varios tipos) que está emparentado lejanamente con el armenio que ya vimos. Su origen está en la rama caucásica. Se trata de la lengua de este tipo con más hablantes. Como curiosidad, muchos expertos piensan que existe parentesco entre el georgiano y el euskera, aunque no son más que teorías. Como ocurre en muchas otras lenguas existían multitud de dialectos que fueron unificados y estandarizados en tiempos modernos.
Las muestras más antiguas de alfabeto georgiano primigenio o asomtavruli fueron encontradas en una iglesia ortodoxa de Palestina hacia el 430 después de Cristo y el origen de su fisonomía actual no está claro, aunque se cree que está inspirado en el alfabeto griego. Hacia el siglo IX se desarrolló una variante llamada nuskha-khucuri, que a su vez sirvió hacia el siglo XIII como base para el mkhedruli, que es el que utiliza actualmente. Al principio, el mkhedruli sólo era empleado para escribir textos religiosos. En el siglo XIX, el líder nacionalista Ilia Chavchavadze promovió la utilización de la lengua y el alfabeto frente a la creciente influencia rusa. Se puede decir que con él, el georgiano entró en la era moderna.
Hoy día, tras el fin de la ocupación soviética, el georgiano es el idioma oficial de la república de Georgia, y su alfabeto normalizado es utilizado en todos los aspectos de la vida, desplazando al ruso y sirviendo a su vez como bandera y símbolo de la independencia de este pequeño país caucásico.
El 9 de octubre de 1989 yo tenía once años. Aquella tarde-noche, en el ‘Telediario’ de las nueve, el entonces presentador Luis Mariñas abría con una noticia que no tenía que ver con el «telón de acero», ni con la perestroika, aunque venía de aquella convulsa zona. Según la agencia de noticias soviética TASS, el 27 de septiembre, un objeto volador no identificado aterrizó en una ciudad del centro de Rusia llamada Voronezh. De él, según este relato, salieron tres seres de unos tres metros, con pequeñas cabezas y tres ojos. Junto a ellos lo que parecía ser un robot. En el mismo lugar del aterrizaje, un parque de la ciudad, jugaban unos niños que fueron los testigos principales de tan extraño acontecimiento. Pero los hechos no quedan ahí. Según relataron, uno de los supuestos extraterrestres disparó a uno de los niños, que desapareció, volviendo a «reintegrarse» cuando los seres regresaron a su nave.
Lo cierto es que desde el primer día aquel asunto me resultó de lo más increíble. Casi tan increíble como la repercusión que la noticia había tenido en prácticamente todos los medios de Europa. En España, aparte del ‘Telediario’, el programa ‘Informe Semanal’ dedicó uno de sus reportajes al OVNI de Voronezh, con el título de ‘Extraterrestres en la Perestroika‘. Gracias a YouTube he podido recuperar aquellas emisiones. Pero no sólo la televisión, también diarios de tirada nacional como El País reproducían la noticia el 10 de octubre de 1989:
La agencia Tass informa que científicos soviéticos estudian el aterrizaje de un ovni. El artefacto apareció a 500 kilómetros de Moscú
Científicos del Laboratorio de Geofísica de Voronezh, a 500 kilómetros al sureste de Moscú, han confirmado el reciente aterrizaje de un objeto volante no identificado, y han hallado «pisadas de alienígenas que dieron un pequeño paseo por el parque» de esa ciudad, informa hoy la agencia Tass. «Una gran bola o disco brillante fue visto sobrevolando el parque. Luego aterrizó, se abrió una escotilla y salieron una, dos o tres criaturas con formas humanas, así como un pequeño robot», dice Tass, citando a «testigos presenciales». Según estos testigos, señala la agencia oficial soviética, los extraterrestre medían «tres o cuatro metros de alto, pero tenían unas cabezas muy pequeñas». «Hemos identificado el lugar del aterrizaje mediante sistemas de biolocación», declaró a Tass Genrij Silanov, jefe del Laboratorio de Geofísica de Voronezh. «Detectamos un círculo de 20 metros de diámetro. Encontramos una misteriosa piedra de color rojo oscuro», dijo Silanov. El análisis mineralógico de la roca mostró que en la Tierra no existe una análoga. El método de biolocación fue empleado igualmente para detectar las huellas de las criaturas que bajaron del OVNI, según Silanov. El investigador manifestó que el camino que identificaron por medios científicos como el recorrido de los alienígenas, coincide con la descripción de los testigos, así como otras circunstancias del aterrizaje.
Durante los días siguientes, el caso siguió coleando en los medios, hasta que se extinguió por completo. Nada se volvió a saber del tema. Tanto entonces como ahora me hice un montón de preguntas: ¿era cierto lo ocurrido? ¿tendría una explicación racional? ¿por qué los medios se hicieron tanto eco de aquello?
Cabe recordar que la agencia TASS, propagadora de la noticia, era hasta entonces un medio respetable y que pertenecía al aparato de la Unión Soviética. La opacidad informativa del gigante comunista comenzaba a abrirse al mundo. Los países del este estaban de moda y todo el mundo estaba mirando hacia ellos. Pero también no era menos cierto que la URSS se estaba resquebrajando, y la necesidad quizás de desviar la atención hacia noticias más extraordiarias, hizo que durante 1989 y 1990, la agencia TASS y otros medios soviéticos propagaran teletipos sobre Yetis siberianos (en aquella época tuve un recorte de una noticia sobre este tema pinchado en mi tablón durante una buena temporada), OVNIs y otros hechos fuera de toda explicación.
Como era de suponer, el teletipo enviado a los medios eran tan espectacular como poco contrastado. Durante los días siguientes a la publicación de la noticia, numerosos periodistas e investigadores se desplazaron hasta Voronezh para buscar y entrevistar a los niños testigos y a los científicos que habían realizado las pruebas en el lugar del aterrizaje. Se comprobó que los miembros del Laboratorio de Geofísica de Voronezh no eran tales, sino aficionados al fenómeno OVNI. Todos los elementos del caso fueron mutando y confundiéndose entre sí. Los testigos iniciales ya no eran los que decían ser y el lugar de aterrizaje tampoco era el mencionado en un principio. Las pruebas materiales desaparecieron o tuvieron explicación, como la piedra que dejaron los extraterrestres, que resultó ser de óxido de hierro.
¿Era todo una invención o había un poso de realidad? Voronezh es una ciudad de unos 900.000 habitantes que debe buena parte de su prosperidad a la fábrica de aviones de Voronezh Pridacha, a 5 kilómetros. Fue el lugar donde se construyó y probó el Tupolev Tu-144, un avión supersónico para vuelos comerciales similar al Concorde, el Ilyushin Il-86 o el Ilyushin Il-96. A 7 kilómetros al suoeste se encuentra la base aérea militar de Voronezh Malshevo. La base sería un punto estratégico de despegue y aterrizaje de bombarderos nucleares en caso de guerra.
Es curioso, porque otros acontecimientos relacionados con los OVNIs también ocurrieron en lugares cercanos a bases militares (el caso más famoso es el de Roswell), lo que quizás nos hace pensar en algún tipo de experimento de origen terrestre, adornado después por la fantasía popular y utilizado por las autoridades soviéticas para desviar la atención de otros hechos más graves.
Una de las series de documentales que he estado viendo últimamente es ‘Un Arquitecto en una Ciudad’ (‘Promenades d’Architecte’), una producción francesa realizada entre 2003 y 2005 por France 5 y el SCÉRÉN-CNDP (una entidad estatal dedicada a producir recursos para la enseñanza). Aquí en España la emitión el canal temático Viajar en el año 2006.
La principal originalidad de este espacio es que un arquitecto francés de renombre desgrana y ofrece su punto de vista sobre una ciudad. En un principio los documentales se limitaban a diseccionar ciudades francesas, pero pronto se amplió el espectro hacia el resto del mundo. Las ciudades elegidas son de lo más variadas y pertenecen a los cinco continentes. Desde Berlín a Shangai, pasando por Dubai, Nueva York o París. Así hasta completar una decena de urbes.
El contenido de cada uno de los capítulos varía bastante de uno a otro, aunque supongo que depende de los gustos de cada uno y del arquitecto. Por ejemplo el episodio de Venecia me parece demasiado abstracto, al contrario que los de Londres o Berlín, que son mucho más concretos y detallados.
Me parece que es una idea muy buena y que nuestra cadena estatal debería copiar y adaptarla a nuestras ciudades. No sería por falta de arquitectos de renombre. Lo más parecido que recuerdo fue una serie que presentaba el humorista y arquitecto Peridis en TVE y que no me viene a la memoria su título. Conocer los rudimentos del buen urbanismo es la base para que todos exijamos ciudades más humanas y no nos den «gato por liebre», como desgraciadamente pasa a menudo.
Las imágenes HDR se están poniendo de moda entre los aficionados medios (como yo) a la fotografía. El abaratamiento de las buenas cámaras digitales con prestaciones más que decentes y el avance de la tecnología de procesamiento de imágenes hace que cualquiera con un mínimo de interés pueda realizar fotos casi de profesional. HDR son las siglas de High Dynamic Range, algo así como «alto rango dinámico». Las imágenes HDR tienen la propiedad de ser el resultado de un procesamiento en el que idénticas fotografías con diferentes niveles de exposición (más claras o más oscuras) se mezclan hallándose un término medio en el que cada zona de la imagen tiene el nivel óptimo de exposición. Este tipo de fotografía ha sido (y está siendo usado) en publicidad junto a otros procesamientos más complejos.
He leído mucho sobre el tema y he llegado a dos conclusiones:
Es necesaria una cámara que permita realizar fotografías simultáneas con diferentes nivel de exposición (técnica llamada bracketing) y que sólo cámaras digitales avanzadas (y caras) lo permiten. En su defecto también es válido disponer de una cámara fotográfica que permita guardar las imágenes sin compresión (RAW o NEF) para sacar de este «negativo digital» varias fotografías con diferentes exposiciones. La tercera opción es contar con un trípode y hacer manualmente varias tomas regulando manualmente el tiempo de exposición. En teoría con este tercer modo se consigue algo parecido al bracketing. En mi caso me decanto por las imágenes en RAW (concretamente NEF) porque mi cámara lo permite.
También necesitaremos un software especializado. Cualquier aplicación que permita abrir y manipular archivos RAW. En mi caso será Adobe Photoshop CS2. También una aplicación que lleve a cabo todo el procesamiento para el ensamblado de la imagen HDR. Hay muchas, aunque por su sencillez de uso recomiendo utilizar Photomatix. Photoshop también lo permite, aunque no lo he probado.
Como dije antes, a partir de una sola imagen RAW se pueden obtener varias manipulando la exposición. Eso lo haremos con Photoshop CS2. En el diálogo de apertura del archivo nos pide ya los ajustes. Grabaremos unas cuantas imágenes cada una de ellas a diferente nivel de exposición (en los controles deslizantes de la derecha). En mi caso guardaré siete fotografías (a -3 EV, -2 EV, -1 EV, 0 EV, 1 EV, 2 EV y 3 EV) en formato TIFF sin compresión para obtener mejor resultado.
Una vez que tenemos la «materia prima» para nuestra fotografía HDR, abrimos el Photomatix y con él todas las imágenes que hemos creado. En el menú «HDR» elegimos «Generate». Pulsamos OK en todos los cuadros de diálogo (son opciones que no son muy relevantes para nuestro caso). El tiempo de generación de la imagen puede ser largo si no disponemos de una CPU muy potente. En cualquier caso es cuestión de segundos o de pocos minutos, dependiendo del tamaño y la calidad de las imagenes de origen. Después de este proceso obtenemos una foto de colores chillones y muy contrastada. Aún queda un último paso. Volvemos al menú «HDR» y ahora seleccionamos «Tone Mapping». En la vista previa ya podemos hacernos una idea de cómo va a quedar nuestra imagen. En los controles deslizantes de este cuadro de diálogo podemos hacer los últimos retoques antes de exportar la imagen. Ya sólo nos queda guardarla en el formato que queramos. ¡Ya tenemos nuestra fotografía HDR!
La foto de Cáceres que he hecho esta misma tarde y que he utilizado como ejemplo (pinchar para ampliar) está comprimido y reducido a un tercio de su tamaño original, pero puede apreciarse el toque de irrealidad y de ausencia de sombras. La verdad es que con unos pocos pasos se pueden conseguir buenos resultados…
El amárico es una lengua que lucha por sobrevivir contra viento y marea. Con su peculiar alfabeto silábico, el idioma amárico es hablado en Etiopía, un cero a la izquierda en la geopolítica mundial. Asediado por guerras étnicas y religiosas, su ancestral lengua está en franco retroceso debido al avance del árabe. El origen de esta lengua es semítico, al igual que otras de su entorno como el hebreo o el árabe. Su desarrollo y expansión es parejo a la secta cristiana de los ortodoxos etíopes.
Para fomentar el uso del amárico en la informática y en la sociedad de la información se creó en 1991 el Ethiopian Computing & Information Technology Association en la Universidad de Colorado que vela por el desarrollo y preservación de esta lengua en el mundo tecnológico. Pero ser un alfabeto silábico supone un hándicap, ya que los teclados de ordenador son alfabéticos. Esto se soluciona con unas plantillas y un software especial que permite conmutar de unos caracteres a otros.
Muchos de nosotros aún no habíamos nacido, pero se ha repetido tanto por los medios de comunicación que es como si lo hubiéramos vivido. Hoy se cumplen 30 años de las primeras elecciones democráticas que se celebraban en España desde el tremendo año 1936. Con estos comicios se cerraban también los seis meses más delicados de la Transición. A finales de 1976, los ciudadanos habían aprobado en referendum iniciar una serie de cambios legislativos muy profundos que desembocarían en la elaboración de la Constitución de 1978. Nada de esto hubiera sido posible si la sociedad no tuviera un deseo de cambio por encima de cualquier otra cosa. Treinta y ocho años de franquismo habían incubado más que odio por su pasado, una inquietud por avanzar y construir un nuevo futuro que facilitó mucho las cosas.
Las elecciones del 15 de junio de 1977 se celebraron, por única vez, en un día laborable, miércoles para más señas. A ellas concurrieron multitud de partidos, algunos de ellos realmente pintorescos y exóticos. Pero para todos las ganas de hacer cosas, la emoción de la libertad, la ingenuidad de participar en una nueva experiencia era la tónica dominante. Todo lo contrario que ahora, donde las campañas electorales son más que previsibles y cada gesto y cada palabra han de ajustarse a un guión preestablecido.
Aquella primera campaña electoral tuvo también su espacio en televisión, donde los principales partidos contaban sus bondades a sus potenciales votantes. Sorprende ver unos espacios televisivos tan diferentes a los de hoy.
La globalización y la facilidad de comunicación del siglo XXI es un arma de doble filo. Por una parte nos permite acceder a informaciones y culturas a las que nunca hubieramos tenido acceso de no ser por la tecnología. Pero por otra parte es un potente homogeneizador cultural.
Además, los modernos medios de transmisión de la información, como internet, son medios técnicos han de simplificar la realidad para poder ser transmitida. Esta simplificación está hecha a medida del mundo angloparlante, causada por la hegemonía anglosajona en la vanguardia científica. El ejemplo más paradigmático, aunque no el único, es el del idioma. Desde que se diseñaron los primeros protocolos complejos de comunicaciones allá por los años cincuenta, los científicos estadounidenses sólo pensaron en el inglés, ignorando cómo transmitir información en otros idiomas más complejos y que normalmente tienen peculiaridades (nuestra «ñ» o las tildes son buenos ejemplos).
Imaginemos ahora que nuestar lengua materna no utiliza el omnipresente alfabeto latino y que sólo es hablado por unos centenares de miles o pocos millones de personas como mucho. Algo tan habitual como utilizar un ordenador se convierte en una pesadilla. Existen varias lenguas en la actual sociedad de la información que no utilizan nuestro alfabeto. No me refiero a las mayoritarias (el chino, el japonés, el coreano, el griego, el hebreo, el árabe o el sánscrito) sino a aquellas que luchan por sobrevivir. A estas lenguas minoritarios con alfabetos propios voy a dedicarle una pequeña serie de entradas.
El primero de ellos es el armenio. La lengua armenia no tiene un origen claro y aún es motivo de discusión entre los lingüistas. De hecho actualmente forma una rama aparte dentro del tronco indoeuropeo. Una hipótesis apunta a un origen helénico. Otras optan por una procedencia iraní, otras por la turca. Lo cierto es que hoy día el armenio es una lengua muy viva hablada por unos siete millones de personas no sólo en la propia Armenia, sino también en Nagorno-Karabaj, Rusia, Georgia, Irán, Irak, Siria, Líbano o Turquía.
Tras su separación de la Unión Soviética en 1991, Armenia recuperó buena parte de su cultura casi olvidada durante la ocupación rusa. Entre ellos por supuesto la lengua, uno de los principales pilares identitarios de cualquier pueblo. Pero se trata de un país pobre, con pocos recursos y que cuenta poco dentro del mundo de hoy día. La prueba más patente de ello es que apenas existen teclados de ordenador con los caracteres armenios, así que a alguien se le ha ocurrido vender por internet unas pegatinas para pegarlas sobre las teclas. Para el mundo de la tecnología que, como todos hoy día, se mueve por grandes volúmenes, Armenia no existe. Otra muestra: La traducción de Microsoft Windows XP al armenio se publicó hace dos meses. Como veremos lo mismo ocurre con los demás alfabetos que vamos a ver.
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