Francia es un país admirable y envidiable en muchos aspectos. Hace unas semanas, el CNES (la NASA francesa), a través del refundado Groupe d’Études et d’Informations sur les Phénomènes Aérospatiaux Non Identifiés (GEIPAN) ha creado una página web dedicada a poner a disposición de todo internauta que sepa francés los expedientes desclasificados de las investigaciones que este organismo ha realizado a lo largo de su historia. Una historia que no es precisamente corta. El GEPAN, antecesor del SEPRA (creado en 1988), posteriormente GEIPAN (creado en 2005), fue fundado en 1977 para investigar los fenómenos aéreos anómalos, a los que era complicado buscar una respuesta. Para ello dedicó grandes esfuerzos de personal (con una plantilla pluridisciplinar con científicos, físicos, sociólogos o aeronaúticos) y de dinero. A pesar de ellos, no todos los casos analizados tuvieron respuesta.
Este mismo mes de abril de 2007 se anunció que se «colgarían» en la red todos los expedientes. El éxito ha sido tal que nada más publicar la web fue colapsada por las ciento de miles de visitas que acudieron en los primeros momentos. Algunas semanas después, el GEIPAN ha lanzado una nueva página web donde se publicarán paulatinamente todos los informes. Actualmente ya pueden consultarse más de 350 expedientes. Estos expedientes están formados por documentos escritos, dibujos, fotografías e incluso filmaciones.
Tengo que reconocer que yo no me manejo muy bien con el francés, pero aún así no deja de ser interesante esta información. Los casos se han organizado de forma que su consulta es bastante sencilla e incluso pueden buscarse los expedientes por zona geográfica. Ojalá el Ministerio de Defensa publicara todos los informes que fueron desclasificados en 1992 y que, de momento, sólo pueden consultarse yendo a la biblioteca del Ejército del Aire en Madrid.
El otro día, caminando sin mucho rumbo por las afueras de Cáceres, pasé por un recinto vallado, una especie de pequeño parque o jardín descuidado. Me encontraba en plena zona de ampliación de la ciudad, donde abundan los descampados y las torres de pisos de nueva construcción. La curiosidad me ganó y di la vuelta a todo el perímetro. Desde uno de los laterales pude ver lo que parecía una cueva cerrada con una verja. Bajé un poco más y encontré la entrada a este lugar. Un enorme letrero rezaba: «Cueva de Maltravieso«. Mi ignorancia no le dio demasiada importancia, pero a veces este desconocimiento suele suplirse con las ganas de saber.
Así que cuando llegué a casa me puse a buscar información por internet. Descubrí que se trataba de una cueva con restos y pinturas prehistóricas, principalmente del Paleolítico y de la Edad del Bronce. Entre estas manifestaciones de arte primitivo se encontraban más de sesenta representaciones de manos humanas. Se trataba de impresiones en negativo resultado de aplicar pigmento rojo sobre la zona mientras otro primitivo habitante del lugar colocaba su mano. De esta forma se obtenía una silueta perfecta. Recuerdo haber visto en libros de prehistoria algunas fotos de estas manos que parece que nos saludan desde la lejanía del tiempo. Más recientemente se han descubierto también otras pinturas mucho menos visibles que representan animales.
Tal y como se dice en la Wikipedia, la cueva fue descubierta por un paisano en 1951, al resquebrajarse una enorme piedra tras una voladura. En 1956, un historiador local, Carlos Callejo, dió carta de naturaleza y certificó oficialmente el descubrimiento. Maltravieso puede considerarse como el Altamira del interior de la península. Es una rareza, ya que normalmente las pinturas rupestres suelen encontrarse en cavidades cercanas a las costas. Cuando tenga un poco de tiempo y ganas haré una visita más detenida al lugar.
Los científicos de la NASA han descubierto una anomalía en el polo norte de Saturno gracias a unas extrañas imágenes que la sonda Cassini ha enviado desde aquel enorme planeta. Por muy raro que parezca, en esas imágenes se muestra un vórtice en forma de hexágono. Esta forma geométrica es sorprendentemente regular y sus lados son prácticamente iguales. El diámetro de esta anomalía es ni más ni menos que de 25.000 kilómetros.
Aún no hay una explicación racional a este fenómeno tan espectacular, pero en las imágenes y en el vídeo pueden apreciarse dos «capas» que giran a velocidades diferentes. Una superior muy irregular en forma de «nubes» con un giro más rápido y otra inferior donde está el «hexágono» que gira más lentamente.
Estoy seguro de que este tema tan raro se olvidará pronto o en todo caso los científicos darán cualquier explicación por peregrina que esta sea y todos tan contentos.
Es curioso comprobar cómo nuestro país ha sido visto desde el exterior y la evolución que ese concepto de España ha sufrido en los últimos años. Hemos visto explotar hasta la saciedad el tópico en teleseries como ‘McGiver’ o ‘El Equipo A’ que nos mostraban como gitanos viviendo en cabañas o con toreros, y mujeres vestidas con trajes de faralaes por todas partes. Este cliché atávico sobre nuestro país viene de lejos. No hay que olvidar las hirientes caricaturas que algunos rotativos estadounidenses de finales del XIX dedicaban a los españoles de la época con motivo del conflicto cubano. Éramos poco más que simiescos e ignorantes bandoleros con trabucos a los que los hijos del Tío Sam daban patadas en el culo.
Afortunadamente, a partir sobre todo de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, España comenzó a estar en los medios mundiales, especialmente en los anglosajones (que son al fin y al cabo los que imponen los tópicos en el mundo). La imagen de modernidad y de competencia que se ofreció fue inmejorable e hizo subir enteros a la imagen que dábamos en el exterior.
Es por esto que ante películas tan aberrantes como ‘Borat’, donde se ofrece una imagen denigrante de Kazajstán, a uno no le queda más remedio que solidarizarse con sus sufridos ciudadanos. Nosotros también hemos pasado por eso. La ignorancia sobre las costumbres de un país están en la raíz de los tópicos, muchos de ellos hirientes.
En otras ocasiones un tópico sustituye a otro. hasta hace no mucho tiempo, al nombrar Rumanía nos venía a la mente el conde Drácula (un topicazo). Ahora pensamos en la inmigración gitana. Esta inmigración es la que nos hace pensar que Rumanía es un país de gitanos, cuando sólo suponen el 1,5% de su población. Rumano es ahora un adjetivo casi despectivo, mucho peor que gitano.
Para terminar, un ejemplo práctico: episodio de ‘McGiver’ ambientado en un «poblado» vasco donde mantienen secuestrada a una ciudadana americana. Delirante.
En España tenemos un grave defecto: no reconocemos a nuestros genios. Sólo en raras ocasiones, y siempre en el terreno de las artes, aquellos que se adelantaron a su tiempo con audacia y valentía recibieron su merecida fama. Uno de los casos más flagrantes de olvido es el del cántabro Leonardo Torres Quevedo. Probablemente muchos no lo conozcan, pero sin duda fue una de las mentes más preclaras de la ciencia y la técnica española.
Sólo por citar un ejemplo de su obra desconocida, Torres Quevedo ideó y construyó el transbordador que cruza el abismo de las cataratas norteamericanas del Niágara. El teleférico fue inaugurado en 1916 y aún hoy sigue funcionando. Es conocido como el Spanish Aerocar. Pero su aportación a la técnica no termina en este u otros medios de transporte. También es considerado como el primero en experimentar con el movimiento por control remoto a través de ondas hertzianas con un invento llamado «telekino». Ocurrió en 1903 y es el precursor de los sistemas de radiocontrol.
Aunque Torres Quevedo fue reconocido en su época y recibió varios galardones, parece que en años sucesivos su recuerdo se fue apagando. Motivos para recordarle no faltan. Además de los inventos ya citados, fue defensor del idioma esperanto, precursor de las máquinas de cálculo, del puntero láser. Mejoró las técnicas de proyección, las de las máquinas de escribir, desarrolló autómatas como «el ajedrecista» y muchos más.
Hay noticias que para nosotros, el mundo occidental, no son más que anécdotas de las que a menudo se nutren los diarios sensacionalistas. Sin embargo para otras culturas se trata de eventos muy importantes y trascendentes. Para la comunidad budista de Nepal, la historia del «niño Buda» es mucho más que unas líneas de relleno en un diario. Para quienes no lo conozcan, Ram Bahadur Bomjan, conocido como el «niño Buda», es un muchacho de 17 años a quien sus seguidores le consideran la reencarnación del fundador del budismo.
Las escasas noticias publicadas en occidente hasta la fecha sitúan la primera referencia de Ram Bahadur en la jungla del sur de Nepal en 2005. En esa referencia se aseguraba que existía un joven «santón» que había estado meditando durante diez meses sin ningún tipo de alimento. La repercusión en medios de todo el mundo hizo que el número de seguidores aumentara exponencialmente. Se calcula que hasta 100.000 personas se acercaron para verle.
Desde entonces la pista del «niño Buda» ha sido difícil de seguir. Varias apariciones y desapariciones, quizás huyendo de sus devotos para buscar un poco de tranquilidad. El pasado día 12, tras dos meses de profunda meditación, volvió a desaparecer en la jungla. Algunos le siguieron al interior del bosque sin conseguir encontrarle. Medios como la BBC están cubriendo la noticia casi a «pie de calle».
El proceso de digitalización de todos los fondos bibliográficos almacenados en cualquier parte del mundo es algo imparable. Además de ser una forma de conservación para la posteridad y de versatilidad a la hora de ser tratado o consultado, la informatización de documentos antiguos es una manera de democratizar el acceso a ellos. Sólo es necesario una conexión a internet.
El último paso hasta la fecha es la Hemeroteca Digital, una web de consulta habilitada por la Biblioteca Nacional que nos permite buscar y leer miles de publicaciones entre el siglo XVIII y comienzos del XX. De momento, a pesar de haber ya muchas, no hay nada de Zamora. Pero no por ello es menos interesante pasar las horas curioseando, al igual que ya podemos hacer desde hace meses con la Prensa Histórica, otra de las iniciativas estatales (del Ministerio de Cultura).
Tanto una como otra suponen poderosas herramientas para historiadores, investigadores, estudiosos o simples internautas con ganas de aprender y rebuscar por nuestro rico pasado. Todo ello sin movernos de nuestras casas.
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