No creo que mucha gente de nuestra generación pueda presumir de haber visto (algunos medio escondido) todos los grandes estrenos de videoclips de Michael Jackson. Desde su fallecimiento el pasado jueves, muchos medios generalistas y sobre todo las cadenas musicales están recordando la vida y milagros del Rey del Pop. Este fin de semana en VH1, MTV, SOL Música y 40 TV han vuelto a emitir todos sus vídeos. Algunos de ellos no los veía desde hace muchos años.
Como decía, en su día pude ver como en la nochevieja de 1983, Televisión Española estrenaba el videoclip de ‘Thriller’. O cuando en agosto o septiembre, no recuerdo bien, de 1987, se emitió por primera vez en España el vídeo de ‘Bad’. En otoño de 1991 pude ver el estreno de ‘Black or White’ dentro de los informativos de Antena 3 y en 1995, si no recuerdo mal en junio, Canal+ estrenó el clip de ‘Scream’. Recuerdo todos esos momentos. ¿Y quién no lo recordaría? ¿Quién si no, es capaz de concitar tanta atención frente al televisor sin importar la edad ni los gustos culturales? Michael Jackson era sin duda uno de los personajes vivos más populares del planeta y todo un fenómeno social durante por lo menos dos décadas.
En los ochenta fue además uno de los artistas más influyentes en la música y en la forma de entender la industria del espectáculo. A nivel musical, sentó con ‘Thriller’ (1982) parte de las bases de lo que sería el sonido y la imagen de los ochenta, copiado después hasta el infinito. Y para terminar, el videoclip de ‘Thriller’ íntegro (más de 13 minutos):
Tenía muchas ganas de ver ‘La Muerte del Señor Lazarescu’, una de las obras magnas de esa cosa abstracta que se ha llamado «nuevo cine rumano». Dirigida en 2005 por Cristi Puiu, la película fue una de las pioneras en abrir las ventanas del cine del país para que entrara nuevo aire y comenzaran a salir buenos filmes. Después del trabajo de Puiu llegarían otras películas como ‘12.08 Al Este de Bucarest’ (2006) o ‘4 Meses, 3 Semanas, 2 Días’ (2007). Todas ellas tienen el denominador común del realismo absoluto, una realidad normalmente crítica, militante y un tanto sombría.
La película narra la odisea del Señor Lazarescu, un hombre de 62 años que vive solo en su casa. Alcohólico y con una salud débil, comienza a sentirse mal. Llama a sus vecinos y éstos pondrán en marcha el carrusel de médicos, ambulancias, hospitales, salas de espera y diagnósticos, a menudo contradictorios entre sí y que ponen de manifiesto la descoordinación casi paródica del sistema de salud. Las enfermeras parecen más preocupadas por sus cuestiones personales que por los pacientes y los médicos actúan como reyezuelos déspotas dentro de sus dominios. En medio de todo este caos Lazarescu ha de navegar contra viento y marea, impotente al ver como su salud se va deteriorando a ojos vista.
Muchas veces la apariencia de documental aporta un extra de fuerza a la historia, la refuerza frente al artificio de la parafernalia clásica cinematográfica. Éste es un caso magistral. Sería imposible concebir una película como esta si no es desde el absoluto realismo, un realismo descarnado, sucio, despiadado y sin nada que la amortigue más que la ironía de las situaciones o el negrísimo humor de algunos personajes. Una historia kafkiana. Así lo define la hoja promocional de la película. Y me parece un buen resumen de lo que es ‘La Muerte del Señor Lazarescu’. Una obra muy recomendable (por favor, vedla en versión original subtitulada) y que hay que ver con la mente abierta.
Es la primera vez que leo un libro de la escritora barcelonesa Clara Usón. Usón pertenece a esa generación de autoras que ya roza la cincuentena, la primera generación que desarrolla su obra en plena democracia. Este ficticio grupo estaría integrado, por ejemplo, por otra Clara, Clara Sánchez, por Elvira Lindo o por Almudena Grandes. Quizás sería un poco forzado buscar rasgos comunes a todas ellas, aparte de la edad y el mundo que les tocó vivir. Aventurándonos un poco se podría decir que todas ellas tratan temas cotidianos, apegados a la realidad, a menudo sobre la rutina en las grandes ciudades, donde los personajes son urbanitas que viven en conflicto consigo mismos y con los demás.
En el caso que nos ocupa, acabo de leer su última obra hasta fecha, ‘Corazón de Napalm’ (Seix Barral, 2009), premiada con el galardón de Biblioteca Breve de la editorial. La novela nos cuenta dos historias paralelas que, como suele ocurrir, terminarán confluyendo en un determinado momento. Por un lado la vida de un chico de doce años que vive en Barcelona y que quiere ser punk. En realidad es la víctima más evidente de una familia desestructurada. Su madre, drogadicta y alcohólica pierde la tutela de su hijo al casarse su padre con la heredera de una familia pudiente de Santander. Pero él no soporta esa situación y decide escaparse de casa huyendo de su madrastra. Por el otro tenemos la historia de una chica de Valladolid que llega a la Ciudad Condal para buscarse un hueco en el mundo del arte, aunque en realidad se convertirá en la «negra» de un prestigioso pintor vanguardista incapacitado por su avanzada edad.
Tal vez la principal virtud de esta obra sea también su gran defecto: El estilo narrativo de la novela es «ligero», se lee con sencillez y pasa muy de puntillas por los personajes que rodean a los dos protagonistas. Son apenas nombres, bosquejos, casi adornos para condimentar el resto de la historia. También muchos de los recursos que utiliza la autora son algo tramposos, por lo que el desenlace final, aunque previsible, no deja de chirriar un poco. En definitiva, una novela entretenida sin más para leer este verano.
Ayer se conoció que Ismail Kadare es el nuevo Premio Príncipe de Asturias de las Letras, uno de los principales galardones literarios que se entregan en nuestro país. Kadare es albanés y Albania (Shqipëria) es posiblemente el país más desconocido de Europa y uno de los más desconocidos del mundo a pesar de estar a un tiro de piedra de las costas italianas y tenga frontera con Grecia. Sobre Albania no sabemos prácticamente nada ni de su idiosincrasia, ni de su historia, ni de su lengua (una rareza única en el viejo continente). No hay tópicos, ni tenemos en mente ninguna imagen de sus monumentos y yo no podría decir más de dos ciudades (Tirana, la capital, y Durrës, su principal puerto).
Todo este desconocimiento fue, durante muchos años, algo buscado y deseado por sus dirigentes. Entre 1945 y 1985 estuvo sometida a una férrea dictadura estalinista encarnada por Enver Hoxha que la aisló completamente del exterior, un régimen con una filosofía similar a la que ahora sufre Corea del Norte basada en el terror y el control de la Sigurimi, la policia secreta. Mientras el país se depauperaba a pasos agigantados, el régimen construída extravagantes monumentos como el propio mausoleo del dictador Hoxha en Tirana. Desde su muerte en 1985, el país comenzó su particular Perestroika y se fue abriendo poco a poco al mundo. Esta apertura se hizo más notable cuando por fin se estableció la democracia en 1993, durante el gobierno de Sali Berisha. El último episodio de la historia de Albania pasa por la guerra de Kosovo, la provincia Serbia con mayoría albanesa, que estuvo a punto de traspasar las fronteras albanas.
Albania, a pesar de toda esa apertura sigue siendo el país europeo más pobre y menos industrializado. Tal vez comparta ese dudoso honor con otros estados como Bosnia-Herzegovina, Moldavia o Bielorrusia. En mi periplo buscando información me he topado con una web para fomentar el turismo en el país y que nos muestra su cara más amable. También os recomiendo echar un vistazo a las fotos de Albania que hay colgadas en Flickr, algunas son sorprendentes y otras nos dan una idea de lo que es el país más misterioso de nuestro continente.
Según leo en Lainformacion.com, Kodak ha decidido dejar de fabricar la película Kodakchrome después de 74 años. Así dicho, Kodakchrome puede que no signifique nada para la mayoría de nosotros, pero fue el primer tipo de film reversible comercial que se puso a la venta. La película reversible es una modalidad que se utiliza sobre todo en el cine y que permite positivar sobre el propio soporte, sin necesidad de negativo. La versión fotográfica de este tipo de film es más conocida como diapositiva. Los carretes de Kodakchrome fueron en su día todo un símbolo y la mayoría de los profesionales de la fotografía los utilizaron. De hecho, hasta la irrupción de la fotografía digital, la diapositiva era el principal soporte gráfico utilizado para la conservación y archivo de fotografías y para las publicaciones impresas y muchas de esas diapositivas fueron tomadas con carretes Kodakchrome.
Desde pequeño, yo siempre estuve familiarizado con el tema, porque desde que tengo uso de razón siempre vi a mi padre tomar sus fotografías en diapositivas (en este caso solía utilizar la película Agfachrome de 36 exposiciones) y en casa la mayoría de nuestro archivo fotográfico familiar está en este soporte. Hace no mucho tiempo pude echar un vistazo a alguna de ellas y conservaban su color como el primer día. Ahora quizás el paso lógico sería digitalizarlas y procesarlas para retirarles las posibles imperfecciones y suciedades que puedan tener. Pero curiosamente, aún no existen escáneres no profesionales que permitan la digitalización de diapositivas a la definición que se merece. Se calcula que las diapositivas tienen una definición que equivale a una imagen digital de entre 12 y 20 megapíxeles dependiendo de la sensibilidad de la película. Con el tiempo, el avance de la técnica superará con creces esta definición, pero aún hoy día la tecnología y la calidad de imagen del film reversible sólo es superada por las cámaras digitales más avanzadas.
Esta mañana en un informativo han contado la noticia de que el Ayuntamiento de Barcelona ha organizado patrullas de la Guardia Urbana y de los Mossos d’Esquadra para multar a todos aquellos que fumen porros en la vía pública. Más allá de lo anecdótico o no de la noticia, se me ha ocurrido ponerme a pensar sobre cómo son las cosas, y como hay drogas que son perseguidas sin descanso y otras no. Que conste que yo soy el primero que no creo en la legalización de determinadas sustancias, pero también quiero reflejar lo tenue que es la barrera que hay entre la legalidad y la ilegalidad. Esto queda especialmente patente en el caso de la marihuana.
Todo el origen de la legislación contra la droga viene dado a partir de 1961, cuando la ONU establece en su Convención Única sobre Estupefacientes las normas básicas sobre qué sustancias son legales y cuales son ilegales. Este tratado viene además a reunir toda la normativa anterior sobre el tema, especialmente sobre el opio, en un solo texto. España ratificará este tratado en 1966 y formulará su propia legislación con este referente en 1967, mediante la ley 17/1967.
La cuestión que me planteaba es por qué unas drogas se consideraron en su día legales y otras ilegales. Si fueron razones económicas, políticas o de otra índole. El preámbulo de la Convención de la ONU es lo suficientemente ambiguo como para, en el fondo, no decir nada sobre las razones más allá de su «Preocupación por la salud física y moral de la Humanidad». He buscado mucho sobre el tema, pero no he encontrado nada serio y neutral que aclare mis dudas. Si se trata, como se intuye en ese preámbulo, de razones sanitarias, médicas, científicas o de tipo similar, el tabaco, del que se conoce y se ha probado que produce gravísimas enfermedades respiratorias y es la principal causa de cáncer en todo el mundo debería ser al menos tan ilegal como la marihuana, sobre la que los expertos todavía no se ponen de acuerdo sobre sus efectos. Si la razón es esa (y no económica), se debería, por tanto, ilegalizar prácticamente todo tipo de drogas. Me gustaría que alguien me diera alguna pista sobre el asunto.
La Transición Española, al igual que otros episodios de la historia reciente como la Segunda Guerra Mundial (leed el reportaje que publica hoy El País sobre Nicholson Baker), tienden a idealizarse con el tiempo, a borrar consciente o inconscientemente los ángulos incómodos, los momentos negros, las incertidumbres. Los grandes episodios históricos están siempre repletos de contradicciones y de detalles que no deberían pasar inadvertidos para las generaciones futuras.
En contra de esa simplificación e idealización de nuestro pasado está, por ejemplo, Ferrán Gallego. Historiador, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, militante comunista, ex-colaborador de la fundación FAES y articulista ocasional de El País, Gallego es posiblemente uno de los mejores y mayores conocedores de la historia de España del siglo XX y de sus movimientos políticos. Recientemente ha publicado ‘El Mito de la Transición’ (Crítica, 2008), un monumental ensayo de 850 páginas donde desgrana con una minuciosidad impresionante esa aventura política que va desde 1973 hasta 1977.
Es una pena no tener mucho más tiempo libre para indagar y profundidar en este libro, que sólo he podido hojear precipitadamente a lo largo de un par de semanas. Aun así se puede apreciar un trabajo de documentación encomiable (las notas al pie con las fuentes son más de quinientas y ocupan casi cien páginas y la bibliografía consultada unas veinte). El resultado es, en mi opinión, un relato escrupulosamente neutral (ha sido alabado por intelectuales y críticos de todo signo político) y fidedigno, además de una visión prácticamente inédita en el mundo editorial de lo que fueron aquellos años convulsos y un análisis lúcido de los errores cometidos entonces y que aún arrastramos. La obra cuenta además con un índice onomástico para la consulta rápida de personajes que revela su uso como libro de referencia para amantes de la historia y estudiosos. Si en el futuro tengo más tiempo, espero volver a sacarlo de la biblioteca para dedicarle las horas que se merece…
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