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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
8 de octubre de 2007

La idea de España

Dentro de Europa, nuestro país es un estado grande. El más grande después de Alemania y Francia. Muchos kilómetros cuadrados y muchas diferencias de clima, orografía, idioma e idiosincrasia. Poco tiene que ver un habitante de Cádiz con uno de San Sebastián, o uno de Tarragona con uno de Pontevedra. O un canario con un valenciano. Lo cierto es que nos unen muy pocas cosas.

El viernes se celebra la llamada «fiesta nacional» del 12 de octubre o día de la Hispanidad, conmemorando la llegada de Cristobal Colón al nuevo mundo. Fue en 1492. También en 1492 terminó la reconquista. Los Reyes Católicos expulsaron a los musulmanes y a los judíos de nuestro territorio y, de paso, consiguieron a espadazos la unificación de todos los reinos cristianos de la península. Lo cierto es que, hasta el siglo XIX, con la llegada de los medios de transporte masivos, esta unificación no fue realmente efectiva. Y para entonces, los nacionalismos periféricos surgidos de la burguesía local estaban comenzando a cobrar fuerza.

La idea de España siempre ha sido polémica y una realidad mantenida a golpe de armas. Cada vez que se intuía un régimen obsequioso con ideas nacionalistas, el ruido de sables se volvía intenso. Casualmente uno de los momentos de mayor unión no impuesta en España ha sido la Transición, aunque en mi opinión fue el producto de un período de emergencia, de concentración de fuerzas focalizadas en superar la dictadura y acceder a una democracia real. Pero aquellos tiempos van quedando lejos. La prosperidad es cada vez mayor a la vez que las fronteras europeas se relajan. ¿Tiene sentido seguir manteniendo la idea de España más allá de un ente administrativo y simbólico?

Yo sólo quiero inducir a la reflexión desapasionada. Por mi parte soy agnóstico en temas de patria y nacionalismos. Creo que lo importante de una sociedad no es qué tamaño tiene nuestro territorio ni como se llame ni qué bandera tenga, sino que esté cohesionada y que funcione a todos los niveles. Mi tierra, mi país es el lugar donde he nacido, donde quiero vivir o al que quiero volver. Nada de entelequias. A fuerza de tiempo, la inercia, la educación y las leyes nos han dicho que Murcia, Barcelona, Sevilla o Madrid pertenecen a un mismo país que es el nuestro, aunque para mí Murcia o Barcelona esté más lejos de Lisboa y sean tan extranjeras como la capital de Portugal.

7 de octubre de 2007

El primer vehículo a motor de Zamora

Un coche como el que recibió la primera matricula en Zamora

No sé si algún día conseguiré averiguar cuándo circuló por las calles de Zamora el primer vehículo autopropulsado mediante motor. A pesar de haberme dejado los ojos en las hemerotecas digitales visualizando uno por uno los periódicos de finales del siglo XIX y comienzos del XX, no he dado con el dato exacto. Supongo que aquel raro evento no pasó de ser una anécdota más en unos tiempos que estaban cambiando con muchos inventos que revolucionarían la vida de la gente. En los albores del pasado siglo, la red de carreteras estaba sin asfaltar y compuestas de tierra y piedras. Por supuesto no estaba pensada para los nuevos vehículos.

De lo que sí he encontrado el dato, a través de un artículo en La Opinión De Zamora, es de la fecha de la primera matriculación. Ocurrió el 3 de enero de 1907. Sí, casualmente este año se cumplen cien del evento. En la época no existía legislación sobre vehículos a motor, por lo que fue un ingeniero quien certificó que aquel Dion et Bouton podría circular por nuestras calles y plazas. El afortunado pionero dueño del ZA-1 fue Justo Sánchez, de quien no he podido averiguar nada, aunque supongo que sería un ricachón de la época y un hombre con espíritu aventurero.

Este hecho fue absolutamente aislado. El carro de tracción animal seguiría siendo el rey de la carretera en Zamora hasta bien entrados los años cincuenta. Por entonces, el parque automovilístico provincial era de poco más de mil vehículos.

6 de octubre de 2007

‘Grbavica’

Las guerras realmente no terminan nunca. Tras la batalla queda una estela, un resto, un poso amargo. La memoria impide la cicatrización de las heridas. Y aunque esos efectos no sean directamente visibles, están ahí. Respiran y acechan, esperando a salir a flote en cualquier momento. Precisamente la inteligencia de ‘Grbavica’ (2006) reside en este aspecto. Mientras la ciudad de Sarajevo intenta recobrar la normalidad después del conflicto fratricida, muchos de sus habitantes aún viven con la angustia de sus guerras personales.

‘Grbavica’ cuenta la historia de una mujer profundamente marcada por la guerra, al igual que muchas otras. Las violaciones en masa de los chetniks (los paramilitares ultranacionalistas serbios) sobre la población bosnia fue moneda corriente durante aquellos años. Como resultado de esos abusos nació una nueva generación de bosnios, hoy ya adolescentes, con conflictos de identidad y con el enemigo y la intolerancia como padre.

Pero en contra de lo que pueda parecer, la película transmite una sensación de cotidianeidad inquietante, pero normalidad al fin y al cabo. Un film directo y sencillo, quizás a veces excesivamente frío y distante. Los edificios heridos por los cañones nos recuerdan la guerra constantemente, no como un elemento de dramatismo, sino como parte de la realidad de una ciudad y de un país que, a pesar de todo, intenta salir adelante. ‘Grbavica’ ganó el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín de 2006.

5 de octubre de 2007

Un zamorano en los micros de la SER

En la madrugada del jueves pasado falleció Carlos Llamas, la voz inconfundible de Hora 25, el programa informativo nocturno de la Cadena SER. Lo dirigía desde 1992 y venía a suceder a Manuel Campo Vidal en esas tareas. De aquellos primeros años no tengo recuerdos, puesto que yo no escuchaba la radio a esas horas. Fue más o menos a partir de 1999 cuando me aficioné al programa y sobre todo a sus tertulias, que siempre se me hacían cortas. Me acuerdo de los programas de la noche del 11 de septiembre de 2001, que fue un día para la historia (también de la radio), y por supuesto, de los tensos días entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Pero bueno, la vida es así y todo tiene un final, a veces tan precipitado (y no del todo esperado) como este.

He estado revisando lo que la prensa local de Zamora dice de la muerte de Carlos Llamas y he visto una foto del multitudinario pregón que el periodista sanabrés dio en 1994 en la Plaza Mayor. Uno no puede dejar de pensar que ya no hay pregones como los de antes. Carlos siempre estuvo muy ligado a su tierra y, siempre que podía, dejaba caer su origen en las tertulias. Ayer y hoy en la Cadena SER se ha oído el nombre de Zamora y de Muelas de los Caballeros, su pueblo natal, mucho más de lo que posiblemente lo hará nunca. Ahora sólo nos queda un zamorano en los micros de la radio, Julio César Iglesias en RNE, amigo, por cierto, de Carlos Llamas.

4 de octubre de 2007

50 años de Sputnik

Hoy se cumplen 50 años de un icono del siglo XX. Una bola de aluminio de 83 kilogramos con antenas en forma de estela de cometa. Por supuesto, estoy hablando del Sputnik 1. A las siete y doce minutos de la tarde del 4 de octubre de 1957, un cohete R-7 despegaba por primera vez de la lanzadera del cosmódromo de Baikonur. Durante tres meses estuvo orbitando la tierra con el «bip, bip» que emitían sus emisores de radio. El resto del mundo pudo escuchar la señal de que los nuevos tiempos habían llegado.

Era el comienzo de la loca carrera espacial, que tantos miles de millones de dólares (y rublos) gastó y malgastó. Como se dice en algunos artículos, no había nada de altruismo ni de limpia investigación científica. Lo cierto es que sin la amenaza nuclear norteamericana y el recelo mutuo, la carrera espacial no hubiera existido. El Sputnik era un símbolo, un importante signo del cambio de los tiempos y también una forma muy publicitada de probar sus cohetes R-7, la verdadera joya de la corona soviética y que podría lanzar armamento nuclear a 8.000 kilómetros de distancia.

Prueba de ellos es que los Estados Unidos agilizaron su programa Júpiter para competir con la «amenaza roja». El primer resultado pudo verse el 31 de enero de 1958 con el lanzamiento del Explorer 1. A partir de aquí las cosas ya no serían las mismas y el mundo miraría más que nunca al cielo.

Con motivo de este 50 aniversario, la prensa ha publicado varios artículos interesantes sobre el Sputnik. Aquí dejo unos cuantos:

3 de octubre de 2007

El kinoautomat

Un cartel anunciador del kinoautomat

El kinoautomat (algo así como «cine automático») es uno de esos inventos típicamente de los años sesenta que tenían un trasfondo de ciencia y técnica sesuda y pensada para el puro entretenimiento. El kinoautomat es el producto de un tiempo y de un lugar. El tiempo, como ya he dicho, es el de finales de los años sesenta y el lugar, la Checoslovaquia comunista que a esas alturas era la avanzadilla del mundo occidental dentro del telón de acero. Junto con Polonia, Checoslovaquia es quizás el país más fértil en cuanto a cinematografía dentro de la órbita soviétiva, así que no es de extrañar que el kinoautomat venga de aquí.

¿Y en qué consistía? El kinoautomat es uno de los primeros intentos de crear un mecanismo de cine interactivo. Su creador fue Raduz Cincera y fue presentado con motivo de la Expo de Praga en 1967. Según la definición de Cincera, el kinoautomat era «el primer mecanismo mediante el cual los espectadores cambian el curso de una película a través de un sistema de votaciones por pulsación de botones en las butacas. Existen varios momentos clave en los que se solicita la participación del público. La alternativa más votada será la que se proyecte.»

El kinoautomat, a pesar de ser muy desconocido, se paseó por diferentes ferias mundiales, como la de Montreal de 1967. El sistema se siguió utilizado en Checoslovaquia durante cuatro años, hasta 1971. En esa fecha, las autoridades comunistas lo prohibieron porque los cineastas implicados en el proyecto eran «políticamente no afines». La película ‘Un Hombre en su Casa’, que se proyectaba mediante este sistema, fue confiscada.

Y nada más hasta hoy. Cuarenta años después de su presentación, el kinoautomat ha sido rescatado del olvido para organizar nuevas (y exitosas) proyecciones, aunque teniendo en cuenta los medios digitales actuales, el kinoautomat se recordará como una extravagancia más del otro lado del muro de Berlín. Precisamente para aprovechar la técnica analógica de antaño y la digital de hoy, se ha editado un DVD con la película y todas sus alternativas para que quien quiera pueda tener su kinoautomat en casa. Para más información se puede consultar su web oficial o este artículo.

2 de octubre de 2007

Hermano Lobo, humor en la transición

Portada del número dos de Hermano Lobo

Existe un tipo de humor que no tiene sentido fuera de su contexto histórico. No digo que esto ocurra con el semanario satírico Hermano Lobo, pero ciertamente ayuda a comprenderlo en toda su magnitud. Hermano Lobo nació en un momento crítico del final del franquismo. En aquellos primeros años setenta, el régimen dictatorial había comenzado una involución después de la «excesiva apertura» de los años sesenta. Una huida hacia adelante que dejaba atrás muchos huecos.

Uno de estos huecos de libertad lo aprovecharon un grupo de jóvenes humoristas con Chumy Chúmez a la cabeza. Según se comenta, se publicó casi a escondidas, sin publicidad, y con la firme intención de ser la heredera natural de La Codorniz, cuyo humor, sin dejar de ser genial, ya no conectaba tanto con las nuevas generaciones. El primer número salió el 11 de mayo de 1972 al precio de 15 pesetas. En tan sólo 16 páginas confluyeron gran cantida de talentos emergentes. En Hermano Lobo colaboraron Peridis, Forges, Perich o Manuel Summers y con textos de Manuel Vázquez Montalbán entre otros.

No hace falta decir que la revista tuvo sus problemas con la censura, a pesar de que en la mayoría de las ocasiones fue esquivada con habilidad e ingenio. Números secuestrados (por ejemplo el 153 por «menosprecio a la Justicia»), artículos que provocaron la apertura de expedientes. Hermano Lobo fue, por tanto, una ventana abierta más hacia otra forma de ver la vida lejos de la dictadura. Y con el fin de la dictadura, la revista dejó de tener el sentido para el que fue concebida. El 6 de junio de 1976 salió el último número.

Y así hasta hoy. Muchos de los que nacimos durante la transición no conocimos estas publicaciones. Ahora, gracias a internet y a un proyecto de colaboración entre la Universidad de Salamanca, José Ángel Ezcurra Carrillo y Ediciones Pléyades S.A., Hermano Lobo está digitalizado para la posteridad en internet, a una resolución bastante buena y lo que es más importante, totalmente gratis. Esta iniciativa viene a unirse a las del semanario Triunfo y la revista Tiempo de Historia. Sin duda unas fuentes inestimables para conocer la sociedad española de los años setenta.



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