‘Shara’, la luz y la oscuridad de la vida
Siempre me ocurre lo mismo a la hora de comentar una película oriental, sobre todo si es japonesa. Uno sabe lo que quiere escribir pero nunca acierta con las palabras exactas. El análisis se vuelve casi imposible, indescifrable. Algo así me ha pasado con ‘Shara’ (2003) de Naomi Kawase. A pesar de haber leído unas cuantas críticas, ninguna de ellas en mi opinión, consigue reflejar el punto de vista sobre la película. Muchas caen en la pedantería, en las explicaciones enrevesadas que contrastan con la sencillez apabullante de la cinta.
La historia cuenta la vida de Shun y cómo vive la desaparición de su hermano Kei mientras jugaban en un jardín. Esa desaparición marcará su existencia y la de su familia y vecinos del barrio. Pero lejos de resignarse, Shun decide mirar adelante porque la vida sigue y el oscuro pasado queda cada vez más atrás.
Kawase tiene esa rara virtud que sólo tienen sus compatriotas de aunar esa simplicidad y esa parquedad de palabras tan cortante. Desconcierta pensar que ‘Shara’ cuenta más con sus elipsis y con las miradas de sus protagonistas que con sus palabras. De hecho, el film tiene muy pocos diálogos y muchas largas escenas en principio intrascendentes, pero que arman una estructura que cobra sentido a medida que avanzan los minutos. El simbolismo también tiene un papel muy importante. La naturaleza, la vida y la muerte (real o figurada), las relaciones familiares o el arte se mezclan con la vida cotidiana japonesa.
Estoy seguro de que en la traducción de los subtítulos se quedan muchas claves para entender la película. Sólo conociendo la idiosincrasia y la cultura del país asiático puede comprenderse por completo. Para quien quiera leer un artículo infinitamente más profundo de la película le recomiendo uno en la (abandonada) web de cine Tren de Sombras.