‘The Walking Dead’
¿Puede ser realista una serie basada en una novela gráfica sobre zombis? Esta pregunta me la he hecho nada más ver el primer episodio de ‘The Walking Dead’. Esta producción de la AMC ha sido una de las teleseries más aclamadas por público y crítica en la pasada temporada. La respuesta no la tengo muy clara, ya que partir de un escenario ya elaborado puede ser muy tramposo. El planteamiento inicial de un mundo infectado de muertos vivientes que campan a sus anchas por ciudades y campos de todo el planeta es totalmente inverosímil, pero claro, es un cómic. Sin embargo, el desarrollo es absolutamente realista y llevando los detalles (sobre todo de anatomía humana) hasta sus últimos extremos.
Los zombis de ‘The Walking Dead’ son de manual. Muertos en diferentes grados de putrefacción y desmembración, movimientos torpes y mecánicos y gruñidos por toda conversación. No pueden conducir vehículos, disparar armas u organizarse más allá que lo que le dictan sus instintos antropófagos. ¡Si ni siquiera pueden subir escaleras! Además la forma de contacto es necesariamente mediante mordiscos (como Drácula) o arañazos. Con todos estos datos, el hecho de que el mundo prácticamente se haya convertido en un planeta zombi se me hace un poco complicado de creer.
Tal vez por eso me parece absurdo que el grupo de supervivientes (nunca mejor dicho) protagonistas de la serie estén huyendo continuamente de los pobres zombis y montando campamentos en montes boscosos de poca visibilidad en vez de en campos amplios o en islas (los muertos vivientes tampoco saben nadar ni manejar barcos). Incongruencias aparte, ‘The Walking Dead’ está repleta de tópicos, uno detrás de otro. Los mismos tópicos de que adolecen la mayoría de los mediocres productos de ficción norteamericanos. En definitiva, si aún no la habéis visto y después de leer esto queréis verla, con visionar el primer capítulo y el último es suficiente. Los cuatro de enmedio os los podéis ahorrar e invertir vuestro precioso tiempo en otra cosa.