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La bitácora personal de Ricardo Martín
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24 de noviembre de 2022

Nápoles, influencias de ida y vuelta

Hace poco más de una semana hemos regresado de nuestro primer viaje internacional tras las restricciones de la pandemia. La elección fue casi improvisada: Nápoles. ¿Por qué? Es evidente que el binomio pizza-Vesubio es lo primero que a uno le viene a la cabeza, pero más allá encontramos –Pompeya y costa sorrentina o amalfitana aparte– muchos elementos interesantes que han hecho de esta ciudad un viaje donde hemos aprendido bastante sobre nuestra propia historia y cómo la presencia española ha calado hasta hoy en la bahía napolitana. El reino de las Dos Sicilias que apellidaban a muchos de nuestros reyes y que aprendíamos en el colegio vienen de aquí y de Sicilia propiamente.

Calles y fachadas

Donde más evidente es esta presencia es en el callejero. La Via Toledo, nombrada así por el virrey de Nápoles, el salmantino de Alba de Tormes Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga. Sin entrar en más detalles, otras calles que podemos encontrar en el degradado pero turístico Barrio Español (nombre que procede de los campamentos de los soldados coloniales situados al pie del castillo de San Telmo) y en el no menos decadente centro histórico son la Via Medina (por el virrey Ramiro Núñez de Guzmán, duque de Medina de las Torres) o la Via Cervantes (no necesita explicación).

Y es que la presencia hispana en el sur de Italia se prolongó desde tiempos del Reino de Aragón, en el siglo XIII, hasta comienzos del siglo XVIII, aunque la dinastía borbónica se mantuvo en el poder unas cuantas décadas más, hasta que el imperio napoleónico se hizo con esas tierras. En el viaje me acompañó el interesante ‘Nápoles Española’ de José Vicente Quirante Rives, un libro que más es una guía de paseos por las construcciones más destacadas. Abundan los grabados antiguos y las traducciones de las inscripciones de las fachadas.

Loterías y belenes

En San Gregorio Armeno, una de las estrechas calles del centro y una de las más antiguas (su trazado es de origen romano y quizá griego) de Nápoles encontramos dos peculiaridades tradicionales y propias de la ciudad. La primera son los belenes. Aquí están por todas partes, en muchos edificios históricos, y algunos permanecen todo el año. Un apego a las figuritas religiosas importado a España en el siglo XVIII por Carlos III, anteriormente rey de Nápoles. A ambos lados pudimos ver todo tipo de artículos relacionados con los pesebres, desde el musgo o el corcho hasta personajes y objetos animados con mecanismos eléctricos. También son típicas las figuras de personajes famosos que se colocan casi de incógnito en el conjunto. El barroquismo y lo recargado puede llegar a extremos insospechados, añadiendo a la escena prácticamente cualquier cosa.

La segunda cosa que, mucho más soterrada, pueden verse en los puestos de San Gregorio Armeno son los juegos del bingo napolitano, allí conocido como tombola napoletana. A su vez, este juego está basado en una suerte de vieja tradición numerológica local, la smorfia (literalmente significa mueca en italiano). De origen supuestamente romano, asigna un significado simbólico a los números del 1 al 90. Pocos años después de que Carlos III subiera al trono se celebró el primer sorteo de la Lotería Nacional en España inspirándose en el bingo napolitano. De hecho tiene mucho más que ver con la actual Lotería Primitiva.

25 de agosto de 2022

‘Anónimos en Zamora’

Una parte de estos calores estivales la he dedicado a pensar. Más bien a estrujarme la cabeza. Así he pasado lo que llevamos de agosto. A finales de julio se me ocurrió inventarme un escape room, un juego de enigmas online o como lo queráis llamar. La idea de hacerlo no es nueva. Llevo bastante tiempo buscando una temática adecuada o interesante que se salga de lo típico. Después de jugar muchos de estos juegos de ingenio por internet, finalmente me decidí a hacer uno. Todo el argumento que hila los enigmas sería una historia ambientada en Zamora, en su historia y en lo que a partir de ella se pueda imaginar. Por eso tenía claro que iba a haber una parte de historia real y otra de fantasía. También guiños humorísticos…

Así que me puse manos a la obra y la primera semana de agosto escribí el guión y los juegos. La segunda semana la dediqué a diseñar los elementos gráficos –que son un tanto espartanos– y a pulir algunas cosas del argumento, y la tercera y cuarta a programarlo en HTML, PHP y JavaScript. Tuve que descartar algunas dinámicas por ser demasiado complicadas y enrevesadas de implementar, pero no afectan al espíritu de la idea.

A fecha de publicación de este artículo, ‘Anónimos en Zamora’ (que así se llama la cosa), está en fase inicial, es decir, que puede tener argún fallo que espero no sea demasiado importante y permita resolver los enigmas sin problemas. Eso si, recomiendo utilizar un navegador actual, bien sea Google Chrome, Safari, Firefox u otro similar. En Internet Explorer es posible que haya elementos que no funcionen correctamente. En cualquier caso podéis probar suerte

3 de agosto de 2022

El terremoto del año 939 en un artículo del Anuario del IEZ

Hacía bastante tiempo que quería leer un artículo publicado en el Anuario 2020 del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo. Por fin, hace unas semanas pude acceder a él. Bajo el título de ‘El Terremoto de Zamora del Año 939 D.C. ¿Un Sismo u Otro Tipo de Fenómeno Natural?’, Pablo G. Silva Barroso, geólogo de la Universidad de Salamanca, analiza las diferentes posibilidades a la hora de explicar uno de los acontecimientos naturales más extraños y enigmáticos que han afectado a Zamora a lo largo de su historia. El autor llega a la conclusión de que el evento pudo ser la explosión de un cometa, un bólido estelar o quizá la fragmentación de un meteoro a relativamente poca altura:

El presente trabajo propone que tal terremoto medieval no fue realmente un sismo sino el impacto de un bólido relacionado con la fragmentación de un cometa o meteorito sobre el litoral Atlántico de la península. Como en otros casos discutidos (Clovis, Köfels, Tunguska, Chelyabinsk), la cola de fragmentos pudo alcanzar a las distintas poblaciones del piedemonte meridional de la Cantábrica enumeradas en los relatos históricos (fig. 3). De otra manera es difícil de explicar tantos incendios coetáneos en dispares localidades en la fecha del primero de junio del 939 d.C., pero, sobre todo, la repercusión de este fenómeno para terminar por ser recogido en las crónicas medievales de una forma u otra.

Aunque para mí, la pregunta del millón sigue siendo: ¿El desvío del río Valderaduey tiene su origen en estos acontecimientos? ¿Y sobre la destrucción del puente viejo sobre el río Duero? Por aquí he dedicado varios artículos a analizar la cuestión a través de las fuentes escritas –bastante imprecisas y gratuitas, tal y como comenta Silva Barroso– de las se disponen: ‘¿Una catástrofe natural en la Zamora del siglo X?’ (2011), ‘¿Una catástrofe natural en la Zamora del siglo X? (Segunda parte)’ (2013) y, por último, ‘El antiguo cauce del río Valderaduey en Zamora’ (2014). Como véis ha sido un asunto recurrente a lo largo de la trayectoria de esta bitácora. Y posiblemente lo siga siendo.

1 de noviembre de 2018

‘El Nacimiento de Venus’, América y los Tercios de Flandes

Bajo este título tan amplio y aparentemente incoherente se resume una de las reflexiones –o conclusiones más bien– a la que he llegado después de documentarme un poco antes de marchar a nuestro viaje a Florencia y la Toscana. A este tipo de viajes hay que ir leído, eso está claro.

Si hablamos de Florencia hablamos de arte, y en concreto del arte del Renacimiento. Bajo este nombre se incluye un cambio de paradigma no sólo en los cánones estéticos y en las técnicas pictóricas, escultóricas y arquitectónicas, sino también en las políticas y sociales. No es casualidad que es precisamente en el siglo XV donde los historiadores establecen la división entre la Edad Media, heredera degradada del mundo romano, y la Moderna, con una nueva interpretación de la antigüedad, el fin del Imperio Romano de Oriente con la caída de Bizancio a manos de los otomanos y el vuelco radical con el descubrimiento del Nuevo Mundo.

En la discreta iglesia de Ognissanti de Florencia encontramos la capilla dedicada a la familia Vespucci. Ese apellido de ilustres florentinos nos remite inmediatamente a América y sobre todo a quien dio su nombre al continente, Américo Vespucio (Amerigo Vespucci en italiano). El abuelo del navegante tiene su tumba en las inmediaciones de esta capilla.

A la historia del arte también ha pasado otra Vespucci, quizás menos conocida, pero seguro que reconocible por todos. Coged una moneda de diez céntimos de euro italiana. Aparece una efigie. Es un fragmento del cuadro ‘El Nacimiento de Venus’ de Sandro Botticelli y símbolo inequívoco del Renacimiento en el arte. Todos lo hemos visto alguna vez. La modelo que inspiró al artista para pintar a Venus fue Simonetta Vespucci, una joven noble de trágica y corta vida pero que fue, en sus pocos años de existencia, musa de los más grandes pintores del cuattrocento. Sobre todo de Botticelli, que la retrató en muchas de sus obras. El innovador pintor florentino también se encuentra enterrado muy cerca de la capilla de los Vespucci en Ognissanti.

La madre de Simonetta era miembro de una de las grandes familias genovesas. Cattochia Spinola era su nombre y nos trae a la memoria la relación de la familia con España a través de Ambrosio Spínola (Ambrogio Spinola en italiano), capitán del ejército español en Flandes, los conocidos como Tercios de Flandes. Se trata de una rama de la familia que se instaló en nuestro país un siglo después de la muerte de Cattochia, es decir en el siglo XVI.

Conociendo estos datos, pasear por la iglesia de Ognissanti cobra otro sentido.

19 de junio de 2015

Cuando Zamora salió en el cine: ‘Los Diablos Rojos’

José Luis Viloria, a pesar de su breve carrera en el mundo del cine largometraje, ha sido hasta la fecha el principal cineasta, junto con Heptener, que ha dado Zamora. A lo largo de su larga carrera ha dirigido multitud de reportajes para televisión y cine, centrándose sobre todo en el documental y muy poco en la ficción. Hace unos días, investigando sobre el cine en Zamora, me encontré con el documental ‘Cien Años de Zamora en el Cine’ (1997). Se trata de una fuente de datos casi inagotable para futuras pesquisas. El primer fruto es una de las dos películas largometrajes que realizó Viloria: ‘Los Diablos Rojos’.

Gracias al usuario fjmc39 de YouTube, que ha colgado íntegra la película, hoy podemos ver este documento hasta ahora perdido y de gran valor histórico (y curioso) para la ciudad. Producida en 1966 con unos medios bastante precarios, cuenta la historia de una banda de timadores que llega a Zamora y su relación con una banda de muchachos. El argumento en sí diría que es lo de menos en una cinta rodada íntegramente en varias localizaciones, como las inmediaciones del río, la estación de trenes, la calle San Torcuato, el Café Central, el recinto ferial de La Vaguada en los tiempos en que allí se celebraba la feria de ganado o el derribado colegio Corazón de María.

Os dejo con la película dividida en tres partes:

10 de enero de 2015

La revista ‘Merlú’ y el urbanismo de Zamora en los años sesenta

La revista anual ‘Merlú’ se editó entre 1950 y 1983 con motivo de la semana santa de Zamora. A lo largo de todo este tiempo, Radio Zamora de la Cadena SER con la ayuda de la imprenta del Bazar Jota, sacaron adelante esos 33 números en los que no sólo se hablaba de pasos y cofrades, sino que –visto con los ojos de un lector actual– nos aporta mucha información sobre la ciudad en esos tiempos. Uno de los aspectos más curiosos que me ha llevado a escribir este artículo es la profusión de fotografías y textos sobre las nuevas construcciones y proyectos urbanísticos que tenían lugar en Zamora. La mayoría de ellos se llevaron a cabo, pero otros se quedaron como meras anécdotas. Traigo aquí una selección de algunas de las más interesantes.

Casa Sindical de la Plaza de Alemania (1961)

Este recorte anuncia casi con júbilo el inicio de las obras de lo que sería la sede de los sindicatos franquistas en los años sesenta. Este perfil inconfundible para todos los zamoranos inauguró el despropósito urbanístico de la Plaza de Alemania. Hoy sigue siendo la sede provincial de los principales sindicatos nacionales. Como puede verse en el texto, el autor se deshace en elogios hacia este nuevo proyecto. Era lo que se llamaba progreso y que luego hemos llamado «desarrollismo».

Museo de Semana Santa (1963)

Otro edificio que todo zamorano debe conocer es el Museo de Semana Santa. Edificado en pleno casco antiguo, su estética da mucho que pensar. Al menos a mí siempre me ha parecido horrendo, mucho más si se compara con su entorno. Justo al lado está una de las iglesias románicas más antiguas y emblemáticas, la de Santa María la Nueva, donde tuvo lugar el famoso Motín de la Trucha.

Edificio La Torrecilla (1965)

Volvemos a la maltratada Plaza de Alemania para mirar una fotografía de las obras del edificio de La Torrecilla, situado en uno de los flancos donde estuvo la puerta de San Torcuato y parte de la muralla. Su fachada inconfundible mira también hacia la Plaza del Maestro. Este bloque de viviendas, oficinas y locales comerciales está considerado como uno de los primeros de la llamada «arquitectura moderna» en la provincia. También contribuyó a afear la plaza…

Sucursal del Banco Castellano (1967)

Aún hoy puede verse grabado el nombre de este banco desaparecido, como una reliquia del pasado. El edificio, hoy protegido, es en la actualidad una sucursal del BBVA. Las esculturas de la fachada que mira hacia la calle Santa Clara y hacia la iglesia de Santiago del Burgo son un clásico ya de la ciudad…

Proyecto de plaza para el nuevo centro de la ciudad (1970)

En los años sesenta la ciudad de Zamora había crecido mucho y no siempre controladamente. Junto a algunas modernas construcciones aún quedaban solares enormes. Este proyecto aparecido en ‘Merlú’ en 1970 era una vieja aspiración del Ayuntamiento sobre cómo urbanizar el espacio libre más allá de la puerta de Santa Clara, o sea, fuera del recinto amurallado, donde ya se levantaban algunos nuevos bloques de viviendas, y organismos públicos junto a los viejos chalés de las familias pudientes. Consistía básicamente en prolongar la calle Lope de Vega para cerrar una manzana donde se construiría una plaza de tamaño mucho menor al que finalmente se hizo, y sin parque. ¿Qué sería Zamora hoy sin el Parque de La Marina donde todos hemos jugado de pequeños? Sí, en aquella época el progreso era eso…

29 de octubre de 2014

Santa Maria in Cosmedin de Roma

Lo malo de no ir suficiente informado a visitar lugares históricos es que a la vuelta uno se arrepiente de no haber profundizado más en esa visita. La iglesia de Santa Maria in Cosmedin es una de las más populares de Roma, pero no precisamente por lo que atesora en su interior, ni por su arquitectura. En una de las paredes de su pronaos se encuentra desde el siglo XVII la tapa de cloaca más famosa del mundo, conocida como la Bocca della Verità (Boca de la Verdad). Cada día cientos de turistas meten la mano en su boca desgastada esperando no ser mordidos por sus mentiras.

Cuando estuvimos, no pasamos de ser uno más en la cola, a la que llegamos justo en el límite de la hora de cierre. Tras la foto de rigor entramos en el templo para salir por la sacristía, que hacía las veces de tienda de recuerdos. Pero en ese breve trayecto nos fijamos en su interior. No era, desde luego, como las otras iglesias que habíamos visto. Más nos recordaba a una sinagoga, como las que habíamos visto en Toledo, con un artesonado de madera y unas paredes sin apenas decoración. Estaba bastante oscura y no nos detuvimos demasiado. La tienda/sacristía estaba presidida por un antiguo mosaico del siglo VIII que, según se contaba, provenía de la vieja basílica vaticana de San Pedro.

Pero había un par de cosas más que a priori no encajaban. Los vigilantes que controlaban la cola del exterior, donde se agolpaba todo el mundo, tenían aspecto y nombres árabes, según podíamos leer en sus acreditaciones. También el letrero de «Templo Católico de Rito Griego Melquita» llamó nuestra atención. Era evidente que no estábamos ante una iglesia más de Roma. Ya en el hotel buscamos por internet y encontramos una entrada dedicada a la Iglesia Greco-Católica Melquita. Se trata de una antigua secta cristiana oriental escindida durante varios siglos (desde 1052 hasta 1829) del catolicismo oficial. En la práctica es un fósil viviente de la antigua religión cristiana de rito bizantino, pero no ortodoxa, sino católica. Su origen está en Siria y Egipto y uno de los idiomas litúrgicos, además del griego o el latín, es el árabe. Es posible que los cuidadores provinieran de alguno de estos lugares. Es, en definitiva, una de las iglesias católicas orientales que aún se mantienen con un millón y medio de fieles aproximadamente.

Además, por lejano que nos parezca, tiene cierta relación con España. Según la Wikipedia: «La iglesia Melquita y a la cabeza su Patriarca es además Protectora de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, Belén y Nazaret cuyo Gran Maestre es en la actualidad Francisco de Borbón y Escasany, V Duque de Sevilla.»

Por último, una cita literaria. Santa Maria in Cosmedin aparece en la novela ‘El Último Catón’, de Matilde Asensi:

—¿Santa María in Cosmedín? —preguntó Glauser-Röist, poniendo cara de no saber de qué le estaba hablando.
Farag sonrío.
—¡Es increíble! —dijo—. ¿Hay un templo en Roma que tiene un nombre griego? Santa María la Bella, la Hermosa… Creí que aquí todo sería en italiano o en latín.
—Increíble es poco —murmuré, paseando arriba y debajo de mi pequeño laboratorio—, porque, además, resulta que es una de mis iglesias preferidas. No voy tan a menudo como me gustaría porque queda lejos de casa, pero es el único templo de Roma en el que se celebran oficios religiosos en griego.
—No recuerdo haber estado allí nunca —comentó la Roca.
—¿Ha metido la mano alguna vez en la «Boca de la Verdad», capitán? —le pregunté—. Sí, ya sabe, esa efigie terrorífica cuya boca, según dice la leyenda, muerde los dedos de los mentirosos.
—¡Ah, sí! Claro que he visitado la «Boca de la Verdad». Es un lugar imprescindible de Roma.
—Bueno, pues la «Boca de la Verdad» está situada en el pórtico de Santa María in Cosmedín. Gentes de todas partes del mundo descienden de los autocares que abarrotan la plaza de la iglesia, hacen cola en el pórtico, llegan a la efigie, meten la mano, se hacen la foto de rigor y se van. Nadie entra en el templo, nadie lo ve, nadie sabe que existe, y, sin embargo, es uno de los más hermosos de Roma.
—«El templo de María está bellamente adornado» —recitó Boswell.



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