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La bitácora personal de Ricardo Martín
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12 de julio de 2006

Muere Syd Barrett

Syd Barrett en sus mejores tiemposSyd Barrett ha muerto a los sesenta años en su casa de Cambridge (Reino Unido) por causas naturales, aunque todavía no muy bien aclaradas.

Syd Barrett fue el artífice de Pink Floyd, una de mis bandas favoritas de todos los tiempos y quien le dió la razón de ser. Junto a Roger Waters, Rick Wright y Nick Mason fundaron el grupo en 1965. De esta formación primigenia salieron algunos de los grandes temas de la primera época de Pink Floyd, como por ejemplo sus primeros sencillos ‘Arnold Layne’ y ‘See Emily Play’, dos exponentes de la psicodelia más cercana al pop melódico. En 1967 se publica su primer álbum ‘Piper at the Gates of Down’. Barrett llevaba con soltura todo el peso de la banda, tanto en la composición de los temas como en la toma de decisiones. Su personalidad era excéntrica e introvertida, pero muy creativa. Hacia 1968 su estrella comenzaba a declinar. Sumido en una espiral de drogas fue alejándose poco a poco de la realidad hasta el punto de ser incapaz de trabajar con el resto del grupo. Aquel año, Pink Floyd publican ‘A Saucerful of Secrets’, su segundo trabajo, ya sin su colaboración.

Waters, Wright y Mason tomaron la dura decisión de prescindir de Barrett y buscar a un nuevo miembro. El elegido sería David Gilmour, quien sería con el tiempo el ideólogo de la segunda etapa de Pink Floyd. Esta nueva etapa comenzaría en 1970 con ‘Atom Heart Mother’. El aire megalómano de Gilmour les daría buenos réditos a corto plazo con ‘The Dark Side of the Moon’ (1973), uno de los buques insignia de la banda y su disco más reconocible.

Apesadumbrados por haber expulsado de ese modo a Syd Barret, Pink Floyd le dedican ‘Wish you Were Here’ (1975), y en especial la «suite» de ‘Shine on you Crazy Diamond’. Un trabajo impresionante que, para mi gusto, pasa por ser lo mejor del grupo.

A partir de este álbum, Pink Floyd ganan aún más en popularidad, pero en mi modesta opinión, no en calidad. El campanazo que dieron en 1979 con ‘The Wall’ y toda la parafernalia que lo rodeó tuvo momentos brillantes, pero Gilmour ya estaba decidio a anteponer la megalomanía al talento. Mientras, Barrett seguía recluído en su casa de Cambridge ajeno al éxito y, tal vez, ajeno también al mundo real, hasta el momento de su muerte.



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