Indiferencia ante el canon digital
Debo de ser uno de los pocos y raros individuos a los que les da exactamente igual el tema del canon digital. Tanto los que están a favor como los que están en contra han conseguido hartarme. Por un lado me parece que 3,15 euros en un reproductor MP3 que puede costar 100, 200 o 300 euros o 1,5 euros en un teléfono móvil con capacidad para reproducir sonidos me parece un «impuesto» irrisorio. Además el canon de los CDs y DVDs vírgenes baja en torno a un 25% y en las grabadoras nuevas se pagará la mitad de lo que se pagaba hasta ahora. Por tanto me parece que la polémica es pura artificialidad, no me merece mayor consideración.
Y tampoco me merecen una consideración los autores que intentan vivir de su trabajo. ¡No se escandalicen! Yo siempre pensé que el arte y la creación artística no tiene nada que ver con la economía y que cuando ambos cruzan sus caminos los resultados no suelen ser buenos. Es una opinión muy personal mía. Crear algo con la expectativa de poder ser vendido al mejor precio posible hace que el propio arte esté condicionado por factores externos que no suelen ser beneficiosos. ¿Qué hubiera ocurrido si Van Gogh hubiera tenido que pintar sus obras pensando en si las iba a vender o no? Se dice que sólo vendió un cuadro en vida. En mi opinión el mejor arte ha de ser arriesgado y avanzado a su tiempo, debe crear nuevos cánones (perdón por la palabra) y abrir sendas que después otros seguirán. Y eso no vende.
Una de las muchas cosas buenas que ha tenido la llegada de internet es que ha democratizado la creación artística y ha demostrado también que existen nuevas formas de expresión y de gestionar los derechos de autor. Ahí tenemos el Copyleft y las licencias Creative Commons, que han supuesto una revolución en todo este mundo. Los músicos regalan su música (por ejemplo el nuevo disco de Grande-Marlaska, antiguos Garzón) y los escritores sus libros (por ejemplo, Alberto Vázquez Figueroa) bajo estas licencias. Es un movimiento imparable que nadie ni nada va a detener. Tanto la cultura como el arte no tiene precio para nadie, no al menos obligatoriamente. Si me quiero comprar un libro o un disco, lo haré por convicción y no porque no tenga otra alternativa.