La tortura del bus
La verdad es que sólo me acuerdo de lo mal que lo paso en el bus cuando tengo que cogerlo. Y ayer fue uno de esos días. Los que no conducimos porque no tenemos coche (o no queremos tenerlo) tenemos que someternos a esa tortura china que son los autobuses interurbanos. Me parece un medio de transporte buenísimo si se hiciera con un mínimo de racionalidad. Pero por desgracia la mayoría de empresas del sector tratan de rentabilizar cada uno de sus viajes a costa de sacrificar el espacio vital de los sufridos pasajeros.
Lo de ayer ya clamaba al cielo. Yo, que tengo una altura dentro de la media, me tocaban las rodillas con el respaldo del asiento anterior y entre ese reposacabezas y mi pecho no había más de 30 centímetros, con lo que apenas se podía abrir un libro. Luego también está el agravante de la poca educación de algunos, que inclinan su respaldo hasta límites insospechados y convierten su plaza en una cama de hecho. Y no os creáis que paran cuando notan que algo se resiste a su ambición expansionista, ni siquiera cuando ese algo son mis pobres piernas.
Humor aparte, está bien que las empresas maximicen sus beneficios, pero pienso que por lo que cobran deberían ofrecer un mejor servicio. O al menos tener un servicio «business» en todas las líneas (ALSA sólo tiene clase Supra en algunos trayectos) al estilo de los buses «Express» de AutoRes. Tengo ganas de que la alta velocidad se extienda a lo largo y ancho de España para que este monopolio de las cuatro ruedas se termine… El transporte colectivo está bien, pero sólo si es de calidad y se ofrece en condiciones dignas.