Recordando la cámara LOMO
Hace unos años, antes del boom de lo digital, se oyó hablar bastante de las cámaras LOMO. Recuerdo haber leído artículos sobre estas cámaras rusas (más bien soviéticas) en revistas de información general y en magazines de tendencias, diseño y cosas así. Para mí es el perfecto ejemplo de cómo resucitar un «cadáver tecnológico» y recubrirlo de una pátina de esnobismo. No en vano fue la última moda a finales de los noventa. Si no tenías una cámara LOMO no eras nadie…
Con esto no quiero decir que las cámaras no fueran buenas, que lo eran. Como todo lo soviético, el aparatito no tenía concesiones al diseño ni nada superficial. Su secreto provenía del objetivo incorporado que ofrecía una distancia focal estratégica de 32 mm (un poco de gran angular) y una luminosidad de diafragma (f) de 2,8. Con estas características se podían obtener fotografías aún en condiciones de luz muy deficientes. Debido al pequeño tamaño de la lente, las imágenes resultantes tenían las esquinas oscurecidas, dando a la instantánea un aspecto y una estética muy peculiar.
Entre 1982, fecha de su invención, y 1994, cuando comenzó a oírse hablar de la LOMO en todo el mundo, la cámara fue una perfecta desconocida e incluso un fracaso de ventas. Fue a partir de esta fecha cuando comenzó su resurgimiento. Entre 1997 y 2000, fue el artículo trendy por excelencia. La llegada de las primeras cámaras digitales acabó con ella en pocos años. A ello también ayudó el cierre de la fábrica en 2005 por que ya no se conseguían cubrir los costes de producción. Por cierto, existe un documental de la BBC contando la vida y milagros de la cámara.