El tono de Pérez Reverte
Nunca me ha caído mal Arturo Pérez Reverte. Ni antes ni ahora. Por puro entretenimiento he estado intentando leer algunos de los artículos que escribe para XL Semanal bajo el título genérico de ‘Patente de Corso’. Digo intentando porque, aunque reconozco que están muy bien escritos, no me gustan las formas… o explicándome mejor, no me gustan las intenciones con las que escribe, poco constructivas y amistosas, como si tuviera un dolor de muelas o una úlcera de estómago. O como si el mundo le jorobara cada vez más y se hubiera convertido en un viejo gruñón que no digiere los cambios de la sociedad. No quiero ni pensar en cómo será dentro de veinte años.
Es una pena, porque me gusta mucho su faceta cosmopolita, de hombre libre, libre de dogmatismos e ideologías, de hombre extraordinariamente culto. Por eso precisamente me sorprende que en sus artículos pretenda azuzar, en mi opinión poco acertadamente, las conciencias con improperios aquí y allá sobre esto y sobre aquello. Y no digo que no tenga razón en mucho de lo que dice, pero creo que la pierde en parte con su forma de trasmitirlo. Es curioso que, mientras por un lado pretende combatir populismo y el garrulismo carpetovetónico, por otro utilice algunos de sus recursos, tan forzadamente broncos.
También me ha sorprendido que, buscando por internet, apenas haya encontrado dos críticas negativas sobre algún texto suyo… Y me ha sorprendido porque he intercambiado opiniones con otras personas a nivel privado y coincidimos básicamente. ¿No hay nadie más a quien no le guste el tono que usa Pérez Reverte?