Una serie de hechos recientes me han llevado a la reflexión y después a escribir este post. No hay duda de que nuestra sociedad -la sociedad occidental, me refiero- es cada vez más compleja. Cuenta con un gran número de factores novedosos que antes no existían. Por contra, a través de los medios, televisión principalmente aunque no sólo, se nos envía una información cada vez más simplificada, más estandarizada. Como consecuencia de esto, aumenta alarmantemente la «pereza intelectual» (valga la expresión). Todo aquello que requiera un análisis detallado, un esfuerzo adicional, un estudio pormenorizado o algo parecido se tacha de «rollo» o se huye directamente de ello.
Los mensajes políticos se simplifican, los programas televisivos no invitan a razonar, el sistema educativo está obsoleto… Pocos ya se hacen preguntas, pocos sienten curiosidad por lo que les rodea. Y eso que hoy día con internet tenemos más información a nuestro alcance de lo que nunca pudimos imaginar (sí, internet sirve para algo más que chatear, ver vídeos chorras en YouTube y hacer otras cosas menos confesables). Pero claro, es tan fácil dejarse llevar con la tele encendida… Y no entiendo como nadie hace nada contra determinados engendros que son un verdadero insulto a la inteligencia y muestran modelos de conducta perjudiciales y poco o nada éticos. Bueno, en realidad sí que lo entiendo: dinero. La ecuación es sencilla: Simplismo, morbo y sensacionalismo equivale a más audiencia y más audiencia es más publicidad, o sea más dinero. Lo de siempre.
En fin, este sermón se puede resumir en muy pocas palabras: razonemos, tengamos criterio propio y sepamos analizar la realidad, ver un poquito más allá de lo que en primera instancia nos enseñan. No es difícil si sabemos utilizar la enorme cantidad de información de la que disponemos en beneficio propio, contrastarla y saber diferenciar realmente lo que nos interesa o lo que es útil de lo que no. Ah, y olvidémonos de los prejuicios, que no sirven para nada. Para aquellos que no se han enterado de nada, en este artículo creo que explican más o menos lo que quiero decir, pero mejor dicho.
Ya sabéis que por primera vez en la historia del País Vasco, el espectro político se inclina levemente hacia los no nacionalistas. Es sólo un escaño, pero se trata de un hecho histórico. Los 24 del PSE podrían ser 25 en los próximos días cuando se añadan los votos de los vascos en el extranjero, porque ese preciado escaño está a poco más de doscientos votos. Si finalmente se consigue, Patxi López no dependerá del voto de UPD para la investidura. Serían suficientes con los del Partido Popular.
Nunca antes en la historia política nacional, los dos principales partidos a nivel estatal están a un paso de pactar, aunque sólo sea para que López sea el nuevo Lehendakari. Me ha sorprendido mucho, muchísimo la disposición de Basagoiti para ofrecer sus escaños al líder socialista. Siempre se dice que la política vasca no tiene nada que ver con la del resto del estado, y está claro que es verdad. Si se llega a un pacto estable, ¿se entendería esa maniobra a nivel estatal? ¿cómo afectaría al PSOE y al PP a nivel nacional? ¿sería un pacto duradero?
Me surgen todas estas preguntas porque, si recordáis, no hace tanto tiempo que Patxi López se sentó en el banquillo por reunirse en 2006 con miembros de Batasuna. Y aunque en la acusación no estaba directamente el Partido Popular, sino el Foro de Ermua y Dignidad y Justicia, la alentaba y la defendía. El apoyo del PP, aunque sólo sea para la investidura, puede atar de pies y manos la acción de gobierno del hipotético Lehendakari socialista. Vamos, un regalo envenenado.
La precocidad en el arte, y especialmente en la literatura, siempre me ha llamado mucho la atención. Uno de los últimos casos de «niños prodigio» es el del neoyorkino Nick McDonell, que en 2002 publicó con tan sólo diecisiete años su primera novela, titulada ‘Twelve’ (Anagrama, 2003). El libro es un retrato sincero, cercano y cotidiano de los jóvenes de clase alta de la ciudad de los rascacielos. Unos niñatos no siempre tontos que sólo se mezclan con las clases bajas para conseguir droga para sus fiestas salvajes. Salvando muchísimas distancias, ‘Twelve’ tiene algo de ‘Historias del Kronen’ a la americana, pero tampoco me hagáis mucho caso.
White Mike es un chico burgués de diecisiete años que ha decidido tomarse un año de vacaciones antes de ir a la universidad. Su principal trabajo durante este tiempo es el de ser el camello que proporciona las drogas a otros jóvenes como él. Al contrario de todos ellos, White Mike es un tipo culto, sensible, solitario, observador y taciturno. Vende una nueva droga llamada twelve y sus clientes se la piden con desesperación a pesar de ser la más cara. Harán cualquier cosa por conseguirla…
McDonell es despiadado tanto en sus descripciones de los niños pijos norteamericanos y de su modo de vida frívolo y descerebrado como en la de su entorno, sobre todo de los despreocupados padres. La novela está escrita de forma curiosa, a través de capítulos, algunos de una sola línea y otros de algunas páginas, que convierte la narración es algo fragmentario. Al final, todos estos fragmentos confluyen en una sola trama. Lo único que no me ha gustado son las últimas páginas, que no me han parecido que estén a la altura del resto del libro, pero en general me parece una obra más que digna. Recomendable.
Pocas veces una película tiene unos minutos iniciales tan angustiosos como ‘La Escafandra y la Mariposa’ (2007). El protagonista sufre síndrome de cautiverio: sólo puede mover los ojos, no puede hablar ni comunicarse con el exterior, pero está perfectamente consciente y sabe lo que ocurre a su alrededor. La cinta es una producción francesa dirigida por Julian Schnabel, un realizador bastante interesante que se llevó el galardón al mejor director del Festival de Cannes por este trabajo. Los dos conceptos centrales de la cinta son, como indica su título, la escafandra, una metáfora de la situación de aislamiento del personaje principal, y la mariposa, el contrapunto positivo, la imaginación, la capacidad intacta de creación y recuerdo.
Jean-Dominique Bauby es un fotógrafo de moda juerguista y mujeriego que sufre una embolia que lo lleva a quedar postrado en una cama, aislado del mundo exterior. No puede comer ni respirar por sí mismo. Esta nueva vida lo sumirá en el desánimo y en sus deseos de morir. Pero pronto se dará cuenta de que aún tiene muchas de sus facultades en perfecto estado y que utilizará para luchar por mejorar su estado, por hacer de esa reclusión forzada un lugar mejor. Durante esa pugna descubrirá nuevas facetas de su personalidad.
‘La Escafandra y la Mariposa’ destaca por su tratamiento visual, para mí algo gratuito, pero que no deja de ser soprender: planos descuadrados, desenfocados, distorsionados, cámaras flotantes… Pero sin duda lo mejor de la película es su guión, sólido y coherente, que sabe mezclar con habilidad y talento sueños, anhelos y fantasías con la realidad de forma que nada chirríe ni parezca forzado. Además, los toques de humor aportan distensión y refrescan una historia bastante desasosegante (impagable el episodio sobre la peregrinación a Lourdes). Y claro, el guión no es nada sin el buen trabajo de los actores, que también es sensacional, sobre todo los papeles del protagonista, Mathieu Amairic. Para terminar, en su banda sonora podemos escuchar temas de U2, Tom Waits, Velvet Underground o Joe Strummer. En definitiva, una película más que interesante.
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