Michi Panero
Me parece raro que hasta ahora no haya dedicado un post a Michi Panero. Muchas referencias, tanto cinematográficas (los documentales ‘El Desencanto’ (1976) y ‘Después de Tantos Años’ (1994)) como musicales (el tema de Nacho Vegas ‘El hombre que casi conoció a Michi Panero’)) me han llevado hasta él. Incluso hace cosa de un par de años leí parte de que sería la última entrevista de su vida antes de fallecer de cáncer en 2004 en su casa de Astorga cuando contaba sólo 51 años. Porque no hay duda que el pequeño de los Panero (familia literaria y maldita donde las haya) da para escribir mucho.
Su personalidad extraordinariamente lúcida, brillante, irónica y socarrona, su humor negro y absurdo resultaba atractivo a cualquiera. Una personalidad que cultivó durante los años de la «movida». Se codeó con lo más granado de la intelectualidad postmoderna de la transición y de los locos años ochenta. No tuvo profesión oficial, aunque colaboró como columnista en algunos medios, entre ellos El País, y escribió relatos que nunca se publicaron. También fue copropietario del bar madrileño «El Universal». Siempre vivió a todo trapo y esos excesos sin límites le pasaron factura a él y a muchos de sus amigos, teniendo que ver morir a muchos de ellos. El propio Michi, aquejado de múltiples enfermedades se retiró a la casa familiar de los Panero en 2002 donde finalmente falleció.
Michi Panero no dejó nada para la posteridad. Ni obra escrita, ni hijos, ni nada. Sólo unos pocos podrá recordarle y decir que algún día le conocieron. Para las futuras generaciones (y para los libros de citas) quedará una de sus frases más famosas: «En la vida se puede ser de todo menos un coñazo».