Primeras impresiones con el NAS
Por fin llegó el NAS que pedí hace cosa de una semana. Tras algunas pequeñas vicisitudes me lo trajeron a casa. En mi caso me decidí por un Synology DS209j, un modelo que tiene dos bahías para sendos discos duros SATA2 de 3,5 pulgadas y de hasta 1 Tb cada uno. Decidí ponerle un Seagate de 1 Tb. En realidad, el NAS es un ordenador en miniatura dedicado íntegramente a hacer las veces de servidor de red en el amplio sentido de la palabra (servidor de almacenamiento, de correo electrónico, de FTP, de web, de descarga, de música, etc). Tras la instalación del disco lo conecté, y, a pesar de que tiene un ventilador similar al de un ordenador, la primera sensación fue que era mucho más silencioso de lo que me imaginaba, porque apenas se oye nada. El siguiente paso fue instalar el software de administración en el ordenador. El asistente que se encarga de formatear y preparar el disco duro para posteriormente instalar todo el sistema que nos permitirá controlar el NAS desde cualquier ordenador. Este proceso, en mi caso, duró unos cuarenta y cinco minutos más o menos.
Una vez realizadas todas estas tareas, es momento de meterse de lleno con la configuración. Todo el sistema se controla desde un interfaz web, lo cual tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La ventaja está clara: es multiplataforma. El incoveniente quizás no lo sea tanto: no resulta tan versátil como una aplicación instalada en el propio ordenador. Con esto no quiero decir que no esté bien, pero cuesta acostumbrarse a tener determinadas aplicaciones vía web, con las peculiaridades que esto conlleva. Otra cosa que no me gusto mucho fue lo poco transparente que es la creación de los volúmenes del disco. Apenas ofrecen información sobre lo que es realmente un volumen (es una especie de partición), pero es un paso imprescindible para seguir adelante. Después de cumplido este paso lo siguiente es activar los servicios y aplicaciones que vamos a utilizar. En mi caso la función principal iba a ser la de descargas mediante Bittorrent y eMule a través de Download Station, por lo que tuve que crear dos carpetas compartidas en el NAS para alojar aquellos ficheros que se fueran descargando. También activé el servidor de iTunes, para poder escuchar música de mi biblioteca musical desde cualquier ordenador con acceso a mi red local (aunque todavía no lo he hecho funcionar) y File Station, una aplicación para poder gestionar carpetas y archivos.
Hasta el momento, lo que más he podido explorar es el Download Station, un completo sistema para la descarga mediante redes p2p. Es inevitable compararlo con el eMule tradicional que podemos instalar en cualquier ordenador. En cuanto a rendimiento y funcionamiento general, el Download Station gana por goleada, tanto en servidores, en ficheros encontrados cuando hacemos una búsqueda e incluso en velocidad de descarga. Por contra, el interfaz deja mucho que desear. No vemos esas vistosas barras de colores con el porcentaje descargado ni tampoco podemos previsualizar los vídeos antes de finalizar la descarga. Es verdad que no son más que pequeños detalles, pero que estaría bien que se mejoraran en el futuro.
En definitiva, las posibilidades del NAS son muchísimas y pasa por ser uno de los artefactos más versátiles que haya visto nunca y por un módico precio que en mi caso no ha superado los 200 euros. Ahora sólo el tiempo y la curiosidad me permitirán ir desgranando poco a poco todo lo que este aparatito es capaz de hacer.